“Si bien creo devotamente en el poder de la literatura para desafiar, profundizar y cambiar, también sé que comprar libros de autores negros no es más que una respuesta teórica, gravemente tardía y completamente empobrecida a siglos de daño físico y emocional”.
Yaa Gyasi
Yaa Gyasi es una escritora ghanesa-estadounidense que a la edad de 26 años fue galardonada con varios premios literarios por su primera novela “Volver a casa”, publicada en el año 2016. Ta-Nehisi Coates la escogió para formar parte de los “5 under 35”, jóvenes escritores de ficción destacados que premia la NBF (Fundación Nacional del Libro). También fue galardonada con los premios Pen/Hemingway y, más tarde, con el Vilcek, posicionándola entre los escritores más destacados del momento.
Nacida en Ghana en 1989, hija de un profesor y de una enfermera, Gyasi se trasladó a los Estados Unidos cuando apenas tenía dos años, comenzando a tan temprana edad a vivir la vida errática del inmigrante, mudándose con frecuencia y pasando por varias ciudades hasta que, por fin, se asentó en Huntsville, Alabama, a los 10 años y en donde permanecería hasta su etapa universitaria. Como la mayoría de inmigrantes que habitan en tierra extranjera y, en muchos casos, hostil, Yaa Gyasi, vinculada a la comunidad de niños expatriados de Alabama, creció en la incertidumbre y el miedo que infunden la falta de arraigo y la propia sociedad receptora.
Gyasi, desde pequeña, niña tímida e introvertida, estaba muy aferrada a sus hermanos y a los libros, a los cuales llamaba sus “amigos más cercanos”. Fue en esta época en la que se despertó su pasión por la escritura, comenzando, con valentía, a participar en pequeños concursos organizados por la escuela a la que asistía.
A los 17 años recibió su primer premio literario en el Concurso de Jóvenes Escritores e Ilustradores de Reading Rainbow, certificado por Levar Burton, mientras asistía al instituto Grisson.
Gyasi cuenta cómo una de sus mayores inspiraciones fue el libro de la conocida y venerada escritora Toni Morrison, “La canción de Solomon”, el cual la estimularía para imaginarse un futuro consagrado a la escritura. También nombra a otros autores, como James Baldwin, Gabriel García Márquez, Jhumpa Lahiri o Edward P. Jones.
Una vez graduada en Inglés por la Universidad de Standford, comenzó a escribir su primera novela mientras compaginaba un trabajo en una empresa emergente en San Francisco, del cual desistió cuando fue aceptada en el Master de escritura creativa de la Universidad de Iowa, en el año 2012.
Su novela “Volver a casa” se inspiró en un viaje a su tierra natal, Ghana, en 2009, y se completó en el año 2015 cuando, entre numerosas ofertas, aceptó un adelanto de siete cifras de la editoral Knopf.
Galardonada con el premio a la diversidad en la literatura estadounidense, el American Book Award, Yaa Gyasi ha aparecido en publicaciones como African American Review, Callaloo, Guernica, The Guardian y Granta. Motivada por su éxito, en 2020 publicó su segunda novela “Más allá de mi reino” (Salamandra).
Espoleada por el asesinato de George Floyd, suceso notorio que no es más que una gota en un océano de agresiones que la comunidad afroamericana lleva sufriendo desde el inicio de la esclavización y trata transatlántica (que, a su vez, repercute en el resto de afrodescendientes del planeta), además de por las consecuencias del colonialismo en África, Gyasi se decidió a escribir un ensayo en marzo de 2021 sobre “La lucha de los negros para encontrar un lugar para sí mismos en los países occidentales”. En él, escribió sobre “la cuestión de ‘el negocio de la lectura’, de cómo leemos, por qué leemos y qué hace la lectura por y para nosotros”.
“Es desgarrador saber que la ocasión para el renovado interés en tu trabajo son los asesinatos de personas negras”.
Editorial Salamandra, 2017. Traducido por Maia Figueroa Evans.
Volver a casa
La trama de esta historia comienza en lo que sería la actual Ghana, narrando las disputas entre dos etnias diferentes, los Asante y los Fante, que pertenecen al mismo supra grupo Akan. Al parecer, estas etnias, se ven obligadas a comerciar con los británicos para su supervivencia, capturando a miembros de las etnias vecinas.
Así, descubrimos desde las primeras páginas del libro a las principales protagonistas de esta historia: Effia y Esi. Son dos medias hermanas que no se conocen y que pertenecen a estas dos etnias diferentes y cuya descendencia va protagonizando los capítulos siguientes del libro, que van siendo ambientados en los diferentes episodios históricos reales que han marcado las vidas de los miembros de ambos linajes: desde la Trata de esclavos en el siglo XVII en la Costa de Oro, la esclavitud en Norteamérica, la Guerra civil americana, la abolición de la esclavitud, la Gran Migración Negra, la lucha por los derechos civiles, y el renacimiento de Harlem hasta nuestros días.
Las dos medio-hermanas son esclavizadas, aunque parten desde posiciones diferentes. Effia, es la más bonita del poblado y pretenden proclamarla como la futura esposa del jefe Abeeku. Es una niña introvertida, muy querida por su padre Cobbe pero odiada por su madre Baaba, la cual le obliga a mantener un secreto que le condicionará su futuro.
Effia es obligada a contraer matrimonio con el marchante de esclavos blanco James Collins, que ya tiene una esposa y dos hijos. A pesar de estar en una posición “privilegiada” en comparación con el resto de los esclavos que se encuentran hacinados en las mazmorras del castillo, el día a día de Effia consistirá en satisfacer las necesidades de James como esposa, un título que según los británicos no le pertenecía.
“‘Esposa’ era la palabra que reservaban para las mujeres blancas del otro lado del Atlántico. Y “moza” era una palabra que los soldados empleaban para mantener las manos limpias y no meterse en problemas con su Dios, un ser que en sí mismo estaba hecho de tres, pero que sólo permitía que los hombres se casaran con una”.
A pesar de creer estar maldita, por culpa de las historias recurrentes de su madre, ambos consiguen tener un hijo, Quey, que es la salvación de Effia en ese castillo lleno de gritos y soledad. La relación entre Effia y James era satisfactoria y no discutían en exceso, mientras que ella no criticase el trato a los esclavos y él la dejase visitar su poblado de vez en cuando. El motivo de una de esas visitas fue la muerte de su padre. En ese momento, Effia descubre algo tan alentador como sorprendente: Su hermano Fiifi le comunica que Baaba no es su verdadera madre y esta, después, se lo confirma no sólo por su satisfacción personal sino también por tratar de hundirla más en esa nube de desespero y tristeza.
Effia no sólo descubre que la persona a la que llamaba “madre” y la que hacía de su vida un infierno no tenía nada que ver con ella, sino que era la hija de una esclava, Maame, y que el colgante que poseía desde pequeña procedía de un linaje diferente.
Por otro lado, Esi, también hermosa, era una niña cuidada y querida por sus progenitores. Era la hija de Maame y del Gran hombre Asare, un reconocido, exitoso y respetado guerrero. Pronto, este guerrero será testigo de que la bondad y la curiosidad de su hija acabará con su aldea. Esi acaba por descubrir que su madre fue esclavizada y que tuvo una hija antes de ella, pretende saber más a la vez que intenta borrar de su mente este tormento que está ocurriendo a su pueblo, pero no puede hacer nada y acaba por ser capturada y llevada como esclava a las mazmorras del castillo portando el colgante de su madre.
Esi acabó por ser hacinada junto con otros secuestrados, atrapada mental y físicamente. La cantidad de personas capturadas era tan numerosa que a veces se tenía que poner boca abajo para que todos cupiesen en el mismo lugar. Las mujeres sólo lloraban cuando se abrían las puertas porque sabían a lo que estaban expuestas, pero Esi intentaba pasar desapercibida para no ser la elección de la lujuria de algún británico que sólo bajaba para propinar palizas o para satisfacción personal.
“Esi soñaba que, si todas lloraban a un tiempo, el lodo se convertía en un río que las arrastraría hasta el Atlántico”.
Esi fue violada por un comerciante borracho antes de ser enviada a América del Norte.
A partir de aquí, el lector será testigo de cómo la descendencia de Effia y Esi se va engarzando en la historia, tomando el relevo, hasta el final, generación tras generación. Puede decirse que lo más inquietante de la novela se observa cuando en cada linaje, cada miembro da la familia intenta mejorar su posición en una sociedad que ya de por sí la rechaza. Lo único que consiguen es encontrarse con barreras constantes que les impiden no sólo la realización personal sino también económica, social, política, etc. Esos obstáculos vienen enmascarados por la colonización que aún hoy en día es difícil de escapar o de superar plenamente.
La novela marca esa obsesión del hombre blanco de conseguir poder a través del sacrificio, humillación y violencia que recae sobre la raza negra y que puede verse tanto en los descendientes de Effia, como en los de Esi. Así, después de la Guerra Civil, aún encuentran una “excusa” para continuar degradando al hombre negro, pero esta vez esclavizándole en las minas en vez de en la plantación, hecho que le sucede a uno de los descendientes de Esi, H, que, a pesar de lo vivido y de conseguir proporcionar estabilidad a su familia, su hijo Sonny, se convierte en un toxicómano. Esto es un ejemplo del racismo sistémico producido en los Estados Unidos. Ese prejuicio generalizado que les impide proliferar en la sociedad y que se utiliza como una manera de criminalizar al hombre negro para, así, seguir teniendo mano de obra barata en las cárceles. Suceso que continúa hoy en día.
De todas maneras, el libro no termina sin dar un rayo de esperanza al lector que, tras lágrimas, injusticias, angustias y mucha impotencia surgida durante toda la lectura, crea la posibilidad, que muchos podrían considerar como “utopía”, en la que los dos linajes se reencuentran en África, la tierra que los vio partir. Una tierra arraigada dentro de cada uno, “sueño de retorno”, que muchas veces es inalcanzable para algunos, pero que aviva la esperanza de todos los descendientes que un día fueron arrancados de ella.
A pesar de ser una novela de ficción, la historia se desarrolla sobre acontecimientos que sucedieron en la realidad, como es la esclavización y otros episodios que han marcado la existencia de millones de africanos y afrodescendientes desde el siglo XVII hasta ahora. La lucha, a la que la autora hace referencia, entre los diferentes grupos étnicos surge como una obligación para satisfacer a los ambiciosos esclavistas europeos para que estos no tomen represalias contra las propias etnias ‘coaccionadas’: o me proporcionas esclavos o tú eres el esclavo. No se puede negar la existencia de enfrentamientos y enemistades locales, pues la convivencia idílica siempre ha sido una utopía en el mundo entero, debemos decir que estas estrategias de enemistar etnias o pueblos han sido una constante por parte de los europeos/occidentales desde que arribaran a las costas africanas con la intención de satisfacer una demanda generada por sus propias ambiciones. A día de hoy, esas estrategias de “dividir para reinar” siguen siendo utilizadas en África. Por eso hubiese resultado conveniente, más allá de señalar el enfrentamiento entre dos etnias o pueblos, presentar una contextualización histórica, sobre todo en un mundo regido por la ambición de los recursos naturales, la mayoría de los cuales se encuentran bajo el suelo que pisan esas etnias enfrentadas.
La novela de Yaa Gyasi no sólo relata uno de los acontecimientos más devastadores (para los africanos y afrodescendientes) de la historia de la humanidad, y que aún tiene repercusiones en la actualidad, sino que también narra la historia de las mujeres, por siempre maltratadas, sumisas, sometidas y confinadas a la mano fría e impulsiva del hombre, que se cree con el derecho de tratar a la mujer como un ser inferior y siempre a su disposición.
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Por Samantha Ekpo Obono. Lectora insaciable @booksmuna
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