Este es un recorrido por algunos de los versos del poemario de Yeison García López: “Voces del impulso”. Una oda a la experiencia encarnada de la diáspora a través de esos lugares comunes que nos atraviesan a todos: El amor, La pérdida, La soledad o El silencio… Sentimientos que adquieren matices especiales o específicos cuando abordas la experiencia migratoria, desde donde lidias con el dolor, el encuentro con El otro, los recuerdos o la protección de la La mama o la familia, que en definitiva son el hogar.
El historiador y activista panafricanista Antumi Toasijé, define así la poesía de Yeison García: “la poesía surge de sus búsquedas, indagaciones personales y batallas interiores, producto de la experiencia del dolor ante las injusticias que asolan a la persona negra. Una posición entre indignada y curiosa desde donde mostrar al lector sentimiento y reflexión a partes iguales. Su universo poético ofrece la elaborada y sincera visión de un afrodescendiente de su tiempo: migración y desarraigo, discriminación racial, activismo negro y búsqueda de la justicia social, pero también amor y desamor, reconocimiento a la familia… Yeison muestra asimismo sentir una respetuosa fascinación por los poderes de la naturaleza, ya que sus poemas arrancan sus metáforas desde el respeto y el asombro ante esas fuerzas.”
Voces del impulso es una cartografía emocional de la diáspora; por un lado muestra la sociogenia inherente al exilio y la alienación social frente a las minorias, y por otro, muestra la fragilidad y fortaleza de un ser, que por razones diversas, decide emigrar.
***
Amor
Principio y continuidad del fin,
Delirio incongruente de dos miradas,
De dos locuras atadas a sus locuras,
Eres tú, amor, el eco de mis venas.
Entre los lazos resueltos de tu voz,
me precipito, enajeno mis debilidades,
encaro tu mar con la furia de perder al tiempo,
verdugo de las inocencias de la infancia.
Sentimientos cortan al Sino,
esculpido por marejadas ciclónicas,
Inundando aquel acantilado interno,
que, a fuerza de recuerdos y palabras,
se incendia con cada gota de rocío.
Te espero en las profundidades
donde pocos se atreven a hacer pie
temiendo la ruptura de sesera,
el trastorno de transformar la realidad,
de sentir las bondades y sufrimientos del ser.
Anhelo llegar al punto de no esperarte,
de soltar las amarras de esta locura,
y desatar una tormenta inocua,
columpiarme en las hojas de tu jardín,
sin esperarte ya, muriendo de abstinencia.
Maldigo el día que entraste en mis venas,
ya tus ecos son la fuerza del profundo palpitar.
Pérdida
Una semilla fue tu mirada
en este campo sin lluvia.
Tus labios de niebla se fueron
y aún tu voz naufraga en este mar.
Fantasma que acecha
en la medida del desespero,
del sentir incierto y frio,
de perderte en el intento.
Eres tú, mi cadena eterna,
mis pasillos de infancia,
la flor con dulces espinas,
el dolor sin nacimiento
de perder parte del alma.
No veo más que tu rostro
e incesante es tu mirada en la luna,
llora ausencia, gélida ausencia,
de habernos perdido sin remedio.
***
Aullidos de resaca
Encierro la vida en una botella,
cada fin de semana la lanzo al mar,
retornando ausente y aturdida
y cientos de preguntas en sus labios.
Se esconde en las costuras un dolor,
al cual quiero ahogar y éste, traicionero,
aprendió a alimentarse de cebada
fermentada en agua con levadura
aromatizada con el sabor amargo
de los sueños que caen sin refugio.
En el fondo de su estructura vidria,
creo ahuyentar los males que afligen,
creo ser dueño de mí mismo.
El laberinto crece como nace el fuego.
El letargo abrupto se cierne
en la cabeza embrutecida
y los latidos son puñales fríos,
afilados, más humanos, condenándome
al ostracismo en mi propio cuerpo.
Me seduce su olor a misterio líquido,
lo detesto en las miradas atrapadas del barrio,
en aquellas caras de un rojizo moreno intenso,
almas que claudicaron ante el yugo de la pobreza
existente en los mundos sutiles que habitamos.
Nihilismo sin destino, cobarde,
abrazo a la pulsión de muerte,
como las rosas caen en las tierras
donde una vida se apaga.
Siento desde la tierna infancia
el dolor y sus ramificaciones
creciendo en las aguas
donde intento entender la vida.
Soledad
Los árboles desnudos de invierno
son cicatrices exteriores hablando
de la indomable sensación de ausencia.
Se escapan gritos de ternura,
aullidos de duda exasperante
que se mueren en caída silenciosa
junto a los pellejos de las ramas.
Se desplazan las horas ciegas
con furibundo sigilo seco
por las grietas del ser.
Siento ese ser embargado,
cuando me lanzo a la algarabía.
Siento mi ser mutilado,
cuando la soledad me aferra.
De sentir siento hasta las lágrimas
que se pierden entre dedos ajenos.
Por sentir siento hasta la nada
y la humedad del aire que la rodea.
Los pétalos siguen cayendo sin peso,
los ríos desbordándose en actitud.
Y la luz y la oscuridad fundidas en mi mirada
desgarran las vestiduras de la soledad,
su desnudez embriaga los sentidos,
araña, encoleriza, abate, envenena.
Silencio
Silencio, amante desconocido,
sacudes mis orillas,
arrastrando cicatrices
hacia la costa, mi alma.
Violentas mi tranquilo mar
haciendo rugir a las olas
recuerdos cautivos en el tiempo
alumbrados por estrellas rojas.
La luna enseña la anchura
a los pescadores de marea baja,
que hieren al sentirse perdidos
ante la libertad prisionera del pasado.
Se percibe vacío el silencio.
Fue siempre refugio de mis voces.
Las cuales, con la fragilidad de un castillo de arena,
construyen un fuerte, ante mi desembarco.
Parece arreciar la calma
ante tu huida de las voces.
Aunque ellas me alimentan,
tú siempre has sido mi refugio.
***
Mama
Ojalá pudiera encerrar el tiempo
en una botella de cristal
para dártelo solo a ti.
Y que volarás con tu belleza
imperecedera entre vientos del mañana
con la valentía con la que nos has enseñado
a soñar en este injusto mundo.
Ojalá la realidad hubiese sido otra
y no sintiera que mancillamos tus sueños.
Aun así, creaste dos mundos, dos realidades,
entre los pétalos rojos de tus esfuerzos,
a través de la belleza del amor eterno.
Eres el cielo donde los vientos de infancia se pierden,
jugando al escondite entre tu pelo,
eres uno de los cientos de ecos de este templo.
Educándonos con la fragilidad de los rayos del sol
posándose en tu orgullosa mirada hacia la infinitud.
Recordándonos que siempre seremos tus sueños
aun cuando yo sienta que soy todavía tu peso
y mi vida giré en torno a llegar a ser tu levedad.
Eres la luz que cada noche busco en el cielo,
eres tu mama por la que respiro en esta enormidad.
El otro
Se rompe algo, una membrana invisible,
un silencio sin una mirada compañera,
canciones de infancia sin recuerdo.
Cuando sé que siempre seré el otro.
Con lo que soy fabrico mundos,
descubro realidades sentidas sin forma
y dibujo la vida como una noche constelada
donde el desarraigo es fantasía sin nombre.
De aquí de allí siempre seré el otro,
viajero sin un lugar de retorno,
para el que los caminos se pierden en apertura
donde seres externos controlan mi piel oscura,
para quienes soy, aún sin verme, sospechoso.
Tiño mis mundos de negro intenso
para bailar sin complejos ante el arco-iris.
Nadando entre los mares ocultos del miedo,
siento, me apropio, contempló, soy el otro.
***
Consciencia
Allá quedaron las tierras del conflicto
y las primeras rasgaduras del alma.
Lugar de nacimiento de mi fisionomía,
de mis raíces, de mi olvido.
Aún despierto en sueños de infancia,
de carreras sin metas,
entre las bandas de orquestas callejera de Cali,
entre las selvas de cafetal de Armenia.
Ya mis recuerdos se disuelven en las lluvias del tiempo,
en los relámpagos de la memoria,
en las calles de Madrid donde cayó el velo
de la inocencia atada a la pubertad,
aún recuerdo nuestros pasos compañeros.
Crecí sin fundamento de raíz,
siendo sin ser, ser sin medir,
respuestas petrificadas me hacían,
el viento me maltrataba como
un suspiro que cimienta un adiós.
No son simples pasajeros los años,
son sentimientos arañando, alimentando
y allanando el camino antes del último halo
de amor que se escape de los labios;
bienhechores de palabras que hacen mundo.
En el sufrimiento y las bondades
me reafirmo como alma creciente,
como afro-colombiano, afro-español,
negra es mi piel, humano es mi corazón.
***
Fotografrías: Rubén H. Bermudez
Yeison F. García López es politólogo y activista. Voces del impulso, editado por el Centro de Estudios Panafricanos, es el primer libro de poemas de Yeison F. García López. Nacido el 21 de abril de 1992 en Cali, Colombia y actualmente residente en Madrid, Yeison se ha involucrado en el movimiento asociativo africano y afrodescendiente en España mediante el activismo social y cultural (Kwanzaa, Afroconciencia, SOS Racismo…).
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