Saiba Bayo

Los organizadores de la última edición del Festival Grec se han propuesto acercar la ciudad de Barcelona a las culturas y artes africanas. Personalmente no he podido evitar preguntarme: ¿Qué Áfricas nos mostrarán esta vez? Porque, aunque puede parecer un salto cualitativo en la representación de la diversidad, reproducir África en Occidente no es nada novedoso. Hace sesenta años las independencias de los Estados dominados por Europa precipitaron el derrumbe de las fronteras entre colonizadores y colonizados, opresores y oprimidos, privilegiados y marginados y contribuyeron a fusionar las tradiciones y la modernidad.

Espectáculo de danza Qudus Onikeku – Re:incarnation, Festival Grec 2021. Crédito: HERVÉ VERONES.

 

En el África negra, la recuperación de las culturas y las tradiciones de las sociedades precoloniales se combinó con las dinámicas coloniales bajo el amparo del universalismo occidental. En Occidente, sin embargo, la posmodernidad ponía en relieve el “exotismo” y el “arte primitivo” para dar cabida al otro, el no occidental, sin su presencia. El arte africano pasaba por todo su esplendor en las metrópolis europeas. Pensar en África equivalía, simplemente a cantar, bailar y exhibir África. Pero ese periodo favoreció también la irrupción de dinámicas disruptivas dentro de esta modernidad mimética.

El encuentro de Occidente con el resto del mundo se ha materializado con la simbiosis de las diferentes formas de expresión artísticas conocida como posmodernidad. Influenciado por el ideario de la época, Leopold Sedar Senghor, de Senegal, escribiría que la emoción es la forma más exacta de expresión del Negro frente a la excesiva racionalidad del Blanco. Máximo ideólogo de la teoría de la negritud, Senghor situaba el arte y la cultura al beneficio de la construcción de una comunidad imaginaria.

Cartel de la primera edición del FESMAN, de 1966. Crédito: https://continuo.wordpress.com

 

En 1966, bajo su liderazgo, se organiza el Festival Mundial de las Artes Negras (FESMAN), poniendo así el foco sobre la fusión entre cultura de Estado y cultura de los diversos pueblos negros. La presencia en Dakar de artistas e intelectuales africanos y de la diáspora como Duke Ellington, Josephine Baker, Aimé Césaire, André Malraux, Wole Soyinka, Ousmane Sembène, Alioune Diop etc. materializó lo que Senghor mismo llamaba “La rencontre du donner et du recevoir” el encuentro del dar y el recibir.

Senghor defendía el FESMAN como la elaboración de un nuevo humanismo que incluiría a toda la humanidad de la Tierra. Era la oportunidad para aplicar su Teoría de la Negritud. Porque para él,  la expresión fundamental de la identidad “negra” se basa en el ritmo, la espontaneidad y la emoción. De modo que el encuentro de Dakar debía permitir, en última instancia, que los negros fueran a mirar por sus propios ojos y no como venían siendo descritos por los eruditos de la biblioteca colonial. Esto es, los pueblos negros recobrarían su dignidad una vez su identidad recuperada.

Paradójicamente, la mayoría de los objetos de arte africanos como las máscaras y las esculturas expuestas durante el FESMAN eran propiedad de coleccionistas y museos europeos como el Museo Británico de Londres y el Museo del Hombre de París. Si África es culturalmente rica, y lo es, se había demostrado que tal riqueza se había trasladado a occidente. De algún modo, occidente se había vuelto esta otra parte de África, de la misma manera que parte de África se había convertido en una imitación occidental. La prueba de ello, la exhibición de los objetos de arte africano en el paseo marítimo de Dakar se había realizado junto a reproducciones de obras de Picasso, Léger, Modigliani etc. Seguramente, la idea que Senghor tenía del arte africano se nutría principalmente de la yuxtaposición de las artes africanas tradicionales y el arte modernista europeo.

Diop, Senghor y Cissé Dia en el FESTAC, 1966.Crédito:https://continuo.wordpress.com

 

Ese mimetismo modernista se corrigió parcialmente en 1977, cuando el entonces presidente nigeriano Olesegun Obasanjo reeditó el FESMAN (FESTAC) con el foco puesto en la especificidad del mundo negro y africano. Contrariamente a la modernidad mimética de Senghor, esta vez la propaganda cultural gira claramente entorno a la construcción de una comunidad imaginaria basada en el nacionalismo africano, con una orientación profundamente afro-centrada. Por primera vez se incorpora el sentido racial como elemento fundamental de la “invención” de la historia común de los pueblos africanos que comparten la sangre y la cultura de sus antepasados.

Sin embargo, como Frantz Fanon lo había criticado energéticamente, la conciencia nacional que respalda la idea de la cultura nacional sería una cáscara vacía o una frágil parodia de lo que podría haber sido. Fanon tenía razón, más allá de mostrar al mundo la riqueza y la diversidad cultural del mundo negro, el propósito del FESTAC consistía en exhibir, a través de la cultura y el arte, ante la comunidad internacional la potencia económica de Nigeria, es decir una imitación burlesca del capitalismo del mercado.

A partir de ese momento el arte y la cultura han visto un carácter elitista al servicio de la lucha para la redención del mundo negro después del largo periplo a través de la esclavitud y la colonización. En el Zaire (actual República Democrática del Congo), el general Mabutu Sese Seko convertirá la rumba en “la música” dela emancipación. Aunque debemos recordar que su mayor logro se limita a rebautizar a los congoleños y promocionar el uso del Lingala como lengua nacional gracias a la inmensa capacidad creativa de músicos y compositores como Thomas Kanza, Le Grand Kalle con su mítico tema Independance Cha-cha; seguidos después por Pepe Kalle, Papa Wemba etc. En Mali, los griots mandinkas se suceden en la Radio National para cantar las epopeyas de Sundiata Keita, tatarabuelo del presidente Modibo Keita. La cultura es un arma de resistencia y el medio más eficaz para la proyección internacional de las “nuevas naciones”.

Conjunto griot en Nueva York, 2012. Crédito: splintersandcandy.com

 

La institucionalización de la cultura ha provocado un vampirismo donde la política absorbe el mito que envolvía el proceso de creación artística. Hoy esta creación artística en las sociedades africanas trasciende las fronteras de los Estados. La cultura se ha emancipado de las instituciones que la tenían encasillada, oprimida. Las producciones artísticas son centradas en individuos libres que reciben la aprobación del consumidor situado en la periferia antes de ser catalogados como artistas nacionales. Los artistas son recibidos por los ministros de turno y recogen medallas de mérito. Pero todos sabemos que son activistas culturales que luchan cada día para visibilizar su forma de entender el mundo y representara sus “micropatrias”.

Al emanciparse del Estado, el artista se convierte en un símbolo de la resistencia mientras que el arte recupera su notoriedad como un artefacto catalizador de cambios sociales. De la misma manera que las sociedades colonizadas han desarrollado sus dinámicas culturales para atenuar la violencia colonial, atravesamos nuevos tiempos donde la resistencia a través del arte perturba el ethos del eurocentrismo. Lejos del binarismo cultural de las épocas de independencias, el arte y la cultura visten hoy un carácter cosmopolita. La creación artística ya no puede catalogado como local. Pues todos los creadores africanos son hoy artistas locales en Nueva York, Paris o Berlín.

Además, la proliferación de plataformas culturales como Chimurenga, BUALA, Radio AfricaMagazin, etc. ofrecen contenidos artístico-culturales que permiten destacar y visibilizar la singularidad, la fuerza y la figura de cineastas, escritores, pintores, actores y pensadores africanos. Por otra parte, gracias a las redes sociales, descubrir una canción de casamiento o de iniciación en la sociedad mandinka, zulo, hausa o bamileke se ha vuelto un acto prácticamente banal con la magia del clic. Sin embargo, la puesta en escena a través de la organización del festival consolida sin duda esta dimensión cosmopolita de las creaciones artísticas.

 

¿El festival del Grec, 21 desde una perspectiva Postcolonial?

Hace unos años que el festival del Grec se ha fijado el objetivo de dar una vuelta cultural al mundo sin moverse de Barcelona. El tema elegido para este año es llamativo, porque se trata viajar a África. En la mesa redonda inaugural en la que he participado, el presentador Xavier Grasset lanzó una pregunta un tanto sorprendente: “¿Puede el Festival del Grec ayudar a luchar contra los estereotipos sobre África y los africanos?” Subrayo aquí el carácter sorpresa para mí porque pone en relieve la incomodidad de la sociedad catalana ante sus propias miradas negativas de la alteridad. Hablo de sorpresa porque, primero es un evento de Barcelona sobre África, lo que refuerza, de por sí una confirmación de imaginarios. Segundo, según como se organiza el evento se creará otra imagen, pero la mirada será siempre la de un barcelonés. En todo caso, queda claro que no importan los estereotipos que los africanos tenemos sobre los europeos. Al final los estereotipos son una simple relación de poder.

Cartel del festival Grec 2021. Crédito: Ajuntament de Barcelona 

 

Hemos visto arriba que las manifestaciones culturales en los países africanos respondían a un objetivo muy concreto: la construcción de una identidad nacional. ¿Hasta qué punto el Grec deja de ser un abanderado de la cultura nacional catalana para convertirse en un reclamo cosmopolita que absorbe el poscolonialismo para luchar contra los estereotipos? ¿Dónde podemos situar la frontera entre las praxis de las instituciones heredadas del colonialismo y aquellas dinámicas culturales de los pueblos que se desarrollan fuera de las instituciones poscoloniales? La apropiación de los espacios urbanos y suburbanos por los expulsados del capitalismo y la posmodernidad desvela un conflicto identitario donde la resistencia cultural constituye la forma más relevante de visibilizar el movimiento de los centros y la multiplicidad de las periferias.

La apuesta del Grec 21 es arriesgada y valiente puesto que busca hacer un festival que “quede bien” y proporcione un “un nuevo aire” para la ciudad de Barcelona al apostar por un conjunto de alianzas nacionales e internacionales basadas en la participación y la implicación de la ciudadanía. Sin entrar en la evaluación individual y separada de los eventos, la composición de la cartelera refleja el deseo de organizar un Festival que contribuya a la elaboración de un nuevo humanismo conforme a los valores del concepto senghoriano del “encuentro del dar y el recibir”. Pues, para la organización, el objetivo es conseguir que grandes talentos creadores de aquí, es decir de Barcelona, y de fuera creen y se inspiren en la ciudad y con sus artistas, sus habitantes y su memoria.

Desde este punto de vista, la variedad de espectáculos (música, circo, danza, teatro) se complementa con otras propuestas artísticas (cine, literatura, debates, etc.). Sin duda es la primera vez que un evento semejante ha puesto el foco sobre los creadores y las creadoras del continente africano en su conjunto. La presencia de grupos como BrokenChord, Cimafunk, Trio Da Kali o Bokanté, Fatoumata Diawara pone de relieve la fusión entre tradicionalidad y modernidad, reforzando así el cosmopolitismo que caracteriza generalmente las producciones musicales africanas. La creación artística es el resultado de encuentros e intercambios. En este sentido, es significativo que el Trio Da Kali participe en una residencia artística para trabajar con músicos locales para mostrar la mejor música mandinka.

Ahora bien, debo confesar que mi esperanza puesta en futuro no deja sin efecto mis cautelas ante el cambio de paradigmas. Muchas cosas están cambiando positivamente en relación a la cuestión de la representatividad. El problema es que la representación no lo es todo cuando hablamos del consumo de la cultura. La cuestión del consumo en la cultura es compleja, y es aún más difícil de manejar cuando hablamos desde una perspectiva de alta cultura. Desde las élites africanas y sus programas nacionalistas de recuperación cultural, la creación y la representación artística han quedado marcadas por la influencia de la alta cultura. Que una película africana sea proyectada en una sala de cine de Barcelona, que un grupo de danza y coro llene una sala como el Palau de música son todos signos de avance maravillosos, pero los criterios bajo los cuales se realizan estos actos no dejan de ser titulados por el showbussines, que depende menos de la oferta cultural propiamente dicha.

Personalmente, aplaudo al encuentro de artistas y la gran variedad de actividades. En este sentido, la apuesta cultura del Grec dota a Barcelona de un caché indiscutiblemente cosmopolita. Sin embargo, si observamos el evento desde una perspectiva la poscolonial, debo expresar mi decepción. Porque Barcelona no parece haber tomado todavía el rumbo hacia la superación de la postmodernidad para apostar de lleno por la radicalidad de la poscolononialidad. Los conciertos y la proyección de las películas africanas en los cines y centros culturales reflejan más los signos de la posmodernidad. Si el siglo XX en Europa ha sido el mayor momento de admiración de las culturas africanas, también contribuyó a reforzar una mirada exótica y primitiva de los africanos.

Por lo tanto, no se conseguirá una disruptiva dando el micro a colectivos africanos o “afrodescendientes” según la conveniencia de las instituciones en nombre de una diversidad folclórica sin repensar la reproducción de los privilegios. Por ejemplo, las instituciones pueden impulsar, dentro del mismo espacio temporal, iniciativas que refuercen las actividades culturales de los colectivos africanos (senegaleses, gambianos, nigerianos etc.) que no pertenecen a la alta cultura ni al tejido del showbussiness. Mientras tanto, el Grec es y será una producción cultural maravillosa desde la centralidad de Barcelona, tal como el FESMAN lo era desde la centralidad Dakar y Lagos. Barcelona debe ser su propio centro, pero esto no le impide buscar su sitio en la periferia de las Áfricas. Deconstruir la colinealidad de las miradas que refuercen los estereotipos requiere redefinir las relaciones de poder entre representado y representante.

 

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Saiba Bayo es politólogo por la Universidad Autónoma de Barcelona con un Master en Filosofía Política por la Universidad Pompeu Fabra donde está escribiendo su tesis doctoral en Ciencias Políticas sobre la obra del escritor y cineasta senegalés Ousmane Sembène. Su campo de investigación abarca el poscolonialismo, los estudios de coloniales y el género. Saiba coordina y enseña el curso sobre introducción a las teorías poscoloniales y los estudios culturales negroafricanos en la Pompeu Fabra.

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