Hace cinco meses nos despedíamos con la editorial “Un pequeño respiro para pensar…”. Nos fuimos para volver, con la obsesión de crear un espacio que pusiera en el mapa las subjetividades, discursos e imaginarios sociales relacionados con las personas racializadas, también las fugas culturales fruto de dichas complejidades. Todo apunta a que estamos ante un cambio de paradigma: aquellos que Gramsci denominó “clases subalternas” o que Fanon llamó “Los condenados de la Tierra” han decidido dejar de serlo. Parece que la era de la discrepancia y de la lucha no armada, con la tecnología como telón de fondo, ha llegado y nos lleva hacia un futuro difícil de imaginar porque las premisas de partida ya no son las mismas.
En su vertiente ideológica, esta disidencia recuerda a la de los replicantes en Blade Runner, quienes igual que los esclavos negros fueron condenados a servir y despojados de la categoría de “humano”, víctimas de un modelo civilizatorio clasista y colonizador. La diferencia es que a unos se les creó mediante ingeniería genética para ser oprimidos y a los otros directamente se les robó la vida. Nadie pensó que tal deshumanización transcendería los años, produciendo efectos psíquicos e impregnando las estructuras sociales. Tampoco se consideró que esas jerarquías del carpe diem racializado a costa de otro suscitarían graves consecuencias porque son demasiados los relatos históricos que siguen afectando a las subjetividades de millones de personas.
Ser testigos de esta complejidad, a veces esperpéntica y otras enfermiza, no sólo en el oscuro y melancólico mundo de Blade Runner sino, sobre todo, a pleno sol y en cualquier lugar paradisíaco, produce grandes dosis de obstinación, que se traducen en discrepancia para resituar el presente y reimaginar un futuro. O dicho de otra manera: la reimaginación de los años venideros pasa por transformaciones sociales, y ésta a su vez por el desacuerdo, la rabia o el inconformismo.
Probablemente la indignación no sea suficiente para superar este lento proceso de emancipación social de los sujetos negros del continente y de su diáspora, pues la normalización de la negritud supone tener en cuenta todas sus disparidades geopolíticas y un enfrentamiento a estructuras e imaginarios sociales racializados incrustados.
En ese futuro no existe ningún grupo hegemónico y todos nos sentimos representados, ya que, según propone Chimamanda Ngozi Adichie desde su excepcional charla “El peligro de una sola historia”, en el presente ya se inyectaron multiplicidad de relatos. Durante ese día de mañana las instituciones no controlan los “circuitos culturales” ni existe un rechazo a la diferencia, el pensamiento eurocéntrico respaldado por una colonización ha desaparecido, las sociedades no inferiorizan aquellas formas de existencia, de pensamiento y de actuación diferentes a la de la cultura dominante porque simplemente no existe una cultura ni una raza opresora. Entonces ¿cómo reimaginar la negritud en ese futuro? Y para llegar a ese estadio, ¿qué tendríamos que hacer en el presente en una sociedad como la española que, por su pasado colonial, no tiene una relación cercana con la negritud?
El parón de Radio Africa se produce para responder a estos interrogantes, para entender los movimientos surgidos desde una negritud española que es cada vez más incisiva. Para comprenderlo no se puede obviar el colonialismo interno español, que ha suscitado migraciones y un refuerzo de la diferencia de clase, originando lo que podríamos nombrar como “los condenados españoles”.
El sujeto negro, de las nuevas o antiguas diásporas, forma parte de la otredad fruto de la colonización externa. Está racializado y en muchas ocasiones subordinado, es decir, doblemente condenado. Además, su desacato se entiende desde un “no lugar”, por lo que resulta común situarle en un espacio incómodo desde el que establecer marcos de diálogo y hacer pedagogía, todo ello para posicionarse dentro de un sito que por ende le pertenece.
Pensarnos como un lugar de autorepresentación cultural con capacidad transformadora es encorajinador. También inyectar representaciones y multiplicidad de relatos de la negritud y la diáspora africana en el imaginario colectivo. Esto supone desplazar el centro al continente africano tal y como propone Ngũgĩ wa Thiong’o: “Para liberar no solamente las culturas africanas, sino las de todo el mundo: internacionalmente hay que desplazar el centro desde Occidente hacia el resto de esferas culturales, y nacionalmente hay que apartarlo de las minorías de poder y llevarlo hacia el auténtico centro creativo, las clases trabajadoras, en condiciones de igualdad racial, religiosa y de género”.
Este proceso de desplazamiento, reconocimiento y transformación de los discursos también debe cuestionarse la epistemología hegemónica y trabajar “la descolonización epistemológica”. Lo que evidencia, entre otras cosas, reivindicar la oralidad y las diferentes cosmovisiones, las teorías de pensadores de América Latina, África y Asia, así como las llamadas “teorías encarnadas”, aquellas que, según apunta Gloria Anzaldúa, hablan no desde la academia sino desde la experiencia y el cuerpo.
Achile Mbembe considera que estamos presenciando el crepúsculo de Occidente, el fin de Europa como referente central de nuestro tiempo. Radio Africa Magazine es un punto ínfimo de ese reflejo materializado a través de fugas culturales, que nos llevan a reimaginar un futuro donde replicantes y condenados se convierten simplemente en humanos.
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