Hay infinitas maneras de aproximarse a una ciudad y otras tantas de beber inspiración de ella. La idea de un moderno fin del mundo es para mí una potente fuente de evocación creativa. Y Dakar, a la que he llamado casa durante los últimos cinco años, es en este sentido una inquietante musa.
Ndakaaru, ese lugar al que los lébous huyeron para fundar un reino sin reinas ni reyes. Hubo un tiempo en que la capital senegalesa era la patria de “Sembène, de Mambéty o de Cheikh Anta Diop”. Pero hoy “la ciudad abierta”, como la llamó Achille [1], sufre cambios urbanos absolutamente brutales, donde “el hormigón lo ocupa todo”, como lo expresa el periodista e investigador Mamadou Diallo en un capítulo de la serie “Dakar’s Creators” [2]. “Impera cada vez más la idea de transformar todo en terreno construible o superficie para vehículos”, se lamenta. “Carreteras y terrenos de viviendas, pero no hay nada intermedio. El resultado son paisajes aterradores”. Más allá de la supuesta innovación empresarial y tecnológica y de las iniciativas artísticas que hacen de ella un centro de atracción, quienes vivimos aquí no podemos obviar la distopía que transmiten tantas de sus calles, en ese proceso de deshumanización que la está volviendo menos y menos habitable.
Para alguien obsesionada con líneas, composiciones y repeticiones, una pared desconchada llega a ser una forma de relación visual y hasta ontológica con la realidad, como lo son los esqueletos de los edificios en construcción, emparentados con las misteriosas e intimistas ruinas. En esta serie de fotos, la urbanización descontrolada y violenta es el nuevo Sublime. Una especie de fuerza natural viva o, quizás, muerta, cuyo dios no es otro que el capitalismo en sus multifacéticas manifestaciones, contra el que nada puede hacer el individuo desdibujado. Fenómenos que parecen movidos por la mano de un espíritu invisible y todopoderoso, el del mercado voraz que todo lo engulle a su paso imparable. Una especie de explicación del mundo antes del mundo, una religión cuyo dogma es la creencia en que África se acercará a su redención por vía del crecimiento económico. Ese que en Senegal llaman la “Emergencia”, que más que emerger, parece hundirnos al son de una sirena de urgencias.
Pero estas imágenes son sobre todo un poema fotográfico dedicado a una ciudad que hemos amado y que nos ha amado, como a tantas otras, en su gran generosidad, y que yace hoy postrada. Un paliativo lírico, para una enferma a la que adoramos y que se aproxima a sus últimos días [3], que contiene la esperanza de que, cuando acaba la caída o termina el incendio, cuando muere un cuerpo o desaparece una estrella, algo nuevo ha de nacer de ese polvo.
Ndakaaru.
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Ladrillo tras ladrillo, se va cortando el hilo umbilical entre pupila y horizonte, vientre-madre de todos los sueños.
…acabaremos mirando al cielo y, a fuerza de alzar el cuello, buscando la libertad, buscando lo vertical, Creceremos.
Un ruido constante, desde todas las direcciones. Pero como Un murmullo, entre tráfico, hormigón y metal, sin estridencias. Una atmósfera granulada, densa de urbanidad, que podría cortarse a porciones. Y Una interrogación que cuelga sobre la ordenada composición de caos de la ciudad, suspendida como Un silencio, que pregunta: ¿cuánto más aguantará esta calma chicha, antes de todo explotar y volar por los aires?
Los últimos días de la Ciudad.
[1] Declaraciones tomadas por la autora al filósofo e historiador Achille Mbembe, durante la segunda edición de los Talleres del Pensamiento, celebrados en Dakar en 2017.
[2] El proyecto Dakar’s Creators, del fotógrafo y videasta Jean Baptiste Joire, es un mapa individualizado de la capital a través de los ojos de los artistas contemporáneos que viven en ella.
[3] La apocalíptica idea de “los últimos días” quizás provenga de la canción “The Last Day on Earth” de Marilyn Manson y, probablemente, aunque tampoco conscientemente, de la película “In the Last Days of the City” de Tamer El Said. Alternativamente, y en momentos de otro tipo de nostalgia, algunas de estas fotos fluyen del clásico “Construçâo” de Chico Buarque
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Ángela Rodríguez Perea es profesora asociada en la Universidad Cheikh Anta Diop de Dakar y forma parte del equipo de Cultura Dakar, la sección cultural de la embajada de España en Senegal. Durante casi 10 años fue editora en Afribuku, ha sido editora asociada del anuario sobre arte visual contemporáneo no occidental Prōtocollum, y asistente en Savvy Contemporary Berlín. Paralelamente, ha coorganizado proyectos culturales en Saint Louis de la Réunion, Lomé, Berlín, Lisboa y Dakar, ciudades en las que ha vivido. Publica en medios como El Pais, Clavoardiendo, El Salto o Africultures, entre otros. Comparte algunas de sus fotografías en Instagram con el perfil @mindrezz
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