Tania Adam – Barcelona

Publicado el 11 de julio del 2016.

Una de las muestras del paso del tiempo es la desaparición de los que fueron nuestros líderes y nuestros referentes; aquellos a los que admiramos, disfrutamos con su música, o que simplemente nos enseñaron cosas de la vida con su presencia. Esa clase de personas, famosas y especiales para nosotros, han tenido mucha proyección en los últimos tiempos. La radio, la televisión, el cine o el teatro han sido tradicionalmente los espacios de gestación para estos personajes; nacían y morían en ellos, y cuando desaparecían de la faz de la tierra, la calle era el espacio donde sus seguidores se despedían. Pero internet irrumpió en nuestras vidas y las reglas del juego cambiaron: la vida y la muerte pasaron al plano virtual.

He visto nacer internet y la telefonía móvil, y al igual que yo, muchos han sido testigos de su crecimiento. Cuando apareció todos lo mirábamos estupefactos pensando que eso no formaba parte de nosotros, pero el tiempo no nos dio la razón porque todas las generaciones -absolutamente todas-, hemos sucumbido al smartphone y a sus “datos móviles”; esa “extensión” de nuestra mano que nos dota de inteligencia artificial y nos permite crear una identidad virtual a través de las redes, que a veces poco tiene que ver con nuestra vida terrenal. De hecho, las cifras son contundentes: el 90% de los internautas españoles están conectados a las redes sociales y el 20% pasan gran parte de su vida enganchados al mundo virtual. Porque la verdad es que el mundo real es complejo: hay que hacer esfuerzos, concesiones, gestionar conflictos… En definitiva, lidiar con la vida y la muerte. Y es que vivir no es fácil, no, bien es sabido que aparentar es un deporte común entre los humanos, como si eso aligerara el peso de la existencia.

Aparentar en las redes está a la orden del día, y a eso lo llamamos “postureo”: el arte de fingir que uno es feliz, que sabe, que conoce… Es la creación de una identidad o realidad virtual que queremos construir, con una forma de comportarnos que se mueve más por imagen que por verdadera motivación. Y la muerte de los famosos, en estos casos no queda al margen: forma parte del postureo, del exhibicionismo en redes sociales. Compartir la muerte de una persona no deja de ser parte de esa creación de la identidad virtual; si pensamos desde Prince, Papa Wemba, Malik Sidibé o David Bowie hasta Muhammed Ali (por nombrar las últimas desapariciones), nos daremos cuenta de que la avalancha de fotos acompañada de frases vacías ha sido, literalmente, desmesurada.

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© David Bowie con Iman (su mujer) y Miriam Makeba. Una de las fotos virales tras la muerte de Bowie.

Reconozco que ninguno estamos libre de pecado, todos hemos sido participes de este teatro un tanto dantesco, del que tan solo nos hemos hecho conscientes tras la muerte de Muhammed Ali. Personalmente, pude observar como las inercias y muestras de borreguismo humano se entregaban ante un personaje que se consideraba cool. El ruido que produjo en la red, más que acercarme, me alejó de esta figura. Entonces analicé si sabía algo de su vida más allá de los dos o tres datos archiconocidos. Me cuestioné y me pregunté si estábamos en el derecho de despedirnos de él de manera tan vacua. Despedirse de alguien que respetas y consideras que es un referente, se merece algo más que una bonita foto puesta con el hastag de turno y una frase interesante creada justo para sea compartida o likeada; de hecho me atrevería a decir que es casi una falta respeto al difunto. Ali se merecía algo más.

Estas rutinas de despedidas en redes sociales son cansinas y empiezan a disgustarme; no sé que pensar respecto hacia donde vamos cuando la muerte deja de ser local y se globaliza de manera viral. Eso me lleva a pensar en el día que murió Lady Di: la consternación fue tanta que recuerdo lo que hacía, con quién estaba y dónde estaba. Pero en cambio, no me acuerdo de qué estaba haciendo cuando me enteré de cualquiera de las muertes mencionadas arriba. Me pregunto cómo hubiera sido la muerte de la Princesa Diana en tiempos de redes sociales. O la del padre del afrobeat Fela Kuti (Nigeria, 1938 – 1997); tras su fallecimiento un millón de nigerianos salieron a la calle para despedirle. O de la diva de la música árabe, Oum Kalsoum (Egipto,1898 – 1975); se dice que su muerte provocó suicidios y episodios de histeria colectiva, y a su entierro (uno de los más multitudinarios de la historia) acudieron más de 4 millones de personas . Si hubiéramos tenido twitter, fb o instagram, una foto o video acompañado de un #RIP quizás ya hubiera sido suficiente.

+ Tania Adam, es fundadora y editora de Radio Africa Magazine

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Comentarios

2 Comments Radio Africa

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  1. albatrainer@gmail.com'
    Alba / 11 nov 2016 3:28 #

    Gracias por saber reflejar lo que muchas personas pensamos. Grandes palabras repletas de sentido común que hacen que sean un mensaje directo, sin florituras ni distracciones. Un saludo

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  2. albatrainer@gmail.com'
    Alba / 11 nov 2016 3:24 #

    Sabias palabras, llenas de sentido común y grandeza. Mi más sincera enhorabuena.

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