Tania Adam - Barcelona

La serie Novo Poder de Maxwell Alexandre es un spin-off de Pardo é Papel que explora el capital intelectual y el papel de la comunidad negra en los templos consagrados a la contemplación del arte: galerías y museos, lugares que, más allá del capital financiero, contienen un gran capital intelectual. Para Alexandre, la reivindicación de estos espacios está directamente relacionada con una posición de poder: “Es donde se legitima la historia, se manipulan los relatos y la construcción de imágenes” y, por esta razón, “hay que llamar la atención de la comunidad negra sobre este ámbito, como una estrategia profética de ascensión y empoderamiento”.

Esta idea del nuevo poder resulta especialmente interesante, así como recurrente, cuando se invoca a la población negra de ambas orillas del Atlántico como cuerpo colectivo que alza la voz para aflorar una conciencia común; unas voces que se proyectan para ocupar un territorio decisivo en la construcción y la reconstrucción de la historia. Siglos de luchas se revierten en múltiples esferas que contienen la posibilidad de deshacer y desestabilizar —no de sustituir ni de ocupar— las concepciones occidentales de lo que significa ser humano en un mundo dominado por la supremacía blanca, donde el negro acostumbra a habitar en el lado inferior de la categoría humana. Estos reclamos suponen resistencias desde múltiples instancias, y no dejan de ser desacuerdos y disrupciones del orden establecido, y del supuesto destino trágico del negro desde la más temprana modernidad.

 

 

 

 

 

©Maxwell Alexandre. “Nuevo poder: pasabilidad”.

 

Brasil recibió a cerca del 40% de los africanos que fueron hurtados de sus países para ser esclavizados a lo largo de más de trescientos años, y hoy reside en sus tierras la mayor diáspora africana de la era contemporánea. Los procesos de reparación de la sociedad negra brasileña —“subalternizada”, relegada a los márgenes, oprimida y esclavizada— atraviesan todas las esferas públicas, desde la política hasta el arte. La obra y el activismo de Maxwell Alexandre son un claro paradigma de una restitución y una generación que no acepta que este nuevo poder sea simbólico, es decir, una fuerza que entra y sale al gusto del viejo poder. Al igual que toda una nueva generación de artistas, comisarios, músicos y escritores, Alexandre forma parte de un movimiento amplio de construcción de una narrativa propia. En Novo Poder, lo hace a través de cuerpos afrobrasileños en movimiento y de la resistencia dentro del cubo blanco, o espacio expositivo –representando por el color blanco–.

Mediante estos cuerpos, reflexiona y denuncia cómo las narrativas creadas en el mundo del arte –representado por el color marrón– han legitimado la deshumanización de las vidas negras –personajes de color negro o pardo–. No deja de ser llamativo que este círculo cromático haya resultado ser una superficie donde esos cuerpos conscientes no han estado presentes, porque, tal como observa Alexandre, “en las inauguraciones, los negros suelen servir o limpiar, incluso cuando ellos son el tema de la exposición. Por eso, en un momento como el actual, no solo es importante que los artistas ocupen su lugar de representación sino también que la comunidad lo ocupe físicamente, porque la presencia del cuerpo negro en estos espacios es política”.

El artista negro nunca ha ocupado un lugar de privilegio en el mundo del arte blanco. Atravesado por el racismo y por los estigmas del color de su piel, ha tenido que saber usar su lenguaje artístico para reinterpretar la historia, muchas veces ironizando sobre los estereotipos con el fin de promover la curación social de una racialización inconsciente. Jean-Michel Basquiat probablemente encarne a la perfección esa figura atravesada por el “malditismo” de un joven artista que es venerado y acosado al mismo tiempo; un artista negro que no quería ser negro, tan solo artista, pero cuya negritud resultaba difícil de ignorar al aludir en su obra a la deshumanización de los negros.

 

 

 

©Maxwell Alexandre. “Nuevo poder: pasabilidad”.

 

Pero fueron más, muchos más, quienes ejercieron de forma escrupulosa su condición creativa para la afirmación de su negritud y de la cotidianeidad como espacio de resistencia. Ya desde mediados del siglo pasado y en la senda de los artistas del Renacimiento de Harlem, el brasileño Abdias do Nascimento utilizó sus pinturas para rendir homenaje a los dioses de la religión afrobrasileña del candomblé y a los brasileños negros en su vida cotidiana, contribuyendo así a romper con el falso mito de la armonía racial en Brasil. Sus obras exploraban las representaciones visuales mediante influencias africanas, favoreciendo que el cuerpo colectivo tomara la palabra para romper con ese mito a través de lo íntimo. Nascimento fue uno de los pioneros a la hora de incorporar la consciencia negra en Brasil, proponiendo el Black Art como una práctica en la que se trabaja con los pies y los brazos, pisando firmemente el suelo, para alcanzar un nuevo mundo fortalecido por la consciencia del orgullo negro.

En la gramática de Maxwell Alexandre, ese nuevo mundo sería el Novo Poder. Un mundo que se resignifica y rastrea los imaginarios de los afrobrasileños, incluidos términos lingüísticos como la palabra pardo, que se refiere a la piel oscura —morena o marrón— y a sus connotaciones de esclavitud y colonialismo, adquiriendo una connotación peyorativa. La mutación hacia este nuevo mundo inconcluso viene siendo acompañada por políticas contemporáneas a favor de la población “afrodescendiente”, preparadas y anticipadas por la actuación —no solo en lo político sino también, y sobre todo, en lo artístico— de la vanguardia intelectual afrobrasileña, que se ncontraba conectada al Atlántico Negro desde los años cuarenta. Tanto la pieza teatral Orfeu da Conceição (1954), obra del brasileño Vinicius de Moraes, como la película Orfeu Negro (1959), del francés Marcel Camus, fueron en su día piezas cruciales para la divulgación internacional del problemático paradigma brasileño de la democracia racial; lo que Nascimento denominó “mito de la raza” en una entrevista con el sudafricano Keorapetse Kgositsile durante el 2nd World Black and African Festival of Arts and Culture (Festac ’77), celebrado en Lagos en 1977. Un encuentro en el que la presencia de los artistas afrobrasileños resultó controvertida, aun siendo decisiva para la denuncia mundial de las políticas blanqueadoras de un país en el que reside la comunidad negra más amplia fuera del continente africano.

Esta genealogía del empoderamiento y la resistencia a través de las artes es un recorrido de larga duración. Alexandre sigue su estela, si bien inmerso en la idiosincrasia de su tiempo, reflejando una sociedad en la que la cultura “espectacularizada” es omnipresente y lo corriente se mezcla con lo mediático para volverse “instagrameable”. Su trabajo es equiparado al de Maria Auxiliadora, Heitor dos Prazeres o Djanira, artistas que retrataban a la gente común en la vida urbana, en aquilombadas, o reuniones de patio y samba. Una cotidianeidad en la que el sonido y las artes confluyen, como si fuera imposible separar a la gente de la música. Alexandre presenta una diversidad de cuerpos cantando, patinando, en el museo, pero también retrata las dificultades y la violencia cotidianas en las favelas y los márgenes de la sociedad. Como si de una rapsodia negra se tratara, sus obras se inspiran en los versos de raperos afrobrasileños, particularmente en los de BK’, cuyas letras, al igual que la pintura de Alexandre, sugieren representaciones de escenas de la vida diaria a través de episodios de violencia policial, de desigualdad, racismo, fiestas, relaciones amorosas…

 

 

 

 

©Maxwell Alexandre. “Nuevo poder: pasabilidad”.

 

Para Maxwell Alexandre, llevar la cultura popular negra al cubo blanco, al mundo del arte, es una poderosa herramienta de deconstrucción de preceptos y normas estéticas. Al retratar la autenticidad de los cuerpos en sus formas genuinas, Alexandre realza su autoestima y afirma la potencia artística y política de los gestos cotidianos. En este sentido, ratifica lo que ya anunciaba Nascimento: “Un artista negro es un profeta; su imaginación se desplaza para explorar e iluminar sueños concretos”. Un profeta que utiliza el terreno de la imaginación, el derecho a soñar, a fantasear y a controlar las narrativas, como un artefacto impetuoso capaz de cambiar lo que Cornelius Castoriadis denominó “la institución imaginaria de la sociedad”.

 

Actualmente el trabajo de Maxwell Alexandre se puede ver ampliado en el Pavilhão Maxwell Alexandre.

 

Texto publicado originalmente como parte de la revista de sala de la Exposición de Maxwell Alexandre. “Nuevo Poder:Pasabilidad” en La Casa Encendida.

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Tania Adam (Maputo, 1979) | fundadora y editora de radio africa magazine. Alter ego musical: Safura @taniasafuraadam

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