Bo Houmane regresaba a casa después de otra jornada tocando el guembri en las calles de Rabat. Ciudad en la que la música ancestral, como en el resto de Marruecos, apenas gozaba de cierta popularidad de no ser por las virtuosas manos de unos pocos maestros que trasmitían los ritmos que habían heredado de las generaciones anteriores. Por aquel entonces, gnaoua era sinónimo de esclavitud y negritud y como en el resto de países en los que existe un racismo institucional sistematizado, gran parte de la propia cultura es invisibilizaba en pos de un único relato blanquecino y árabe.
A pocos metros de distancia, tras los pasos de Bo Houmane, caminaba un adolescente de quince años que cargaba con su banjo y que en los últimos días no le había quitado el ojo al Maalem, maestro de la música gnaoua y sanador de almas. Harto de la torpeza del crío, le espetó: “¿por qué me persigues?”. Majid Bekkas, que llevaba tiempo deseando formar bandas de música de estilo “Jil” como el de los grupos más importantes de la historia del país, Jil Jilala y Nass el Ghiwane, los Beatles de Marruecos, le contestó: “quiero ser tu alumno, aprender a tocar el guembri como tú lo haces”. A partir de entonces, el guembri se convertiría en el instrumento principal de uno de los músicos más laureados y reconocidos de la actual escena musical marroquí.
La aparición de la música gnaoua en Marruecos se remonta al siglo XVI durante el imperio jerifiano y tras las rutas comerciales establecidas por el Sultán Ahmed al-Mansur, en las que se comercializó con esclavos, principalmente de origen sudanés, consumando uno de los episodios más oscuros y sangrientos de la historia marroquí. Con ellos llegan las primeras manifestaciones de la música mística que con el tiempo incorporaría nuevos ritmos tras la llegada de otros esclavos de las zonas de Guinea, Mali y Senegal.
Estas personas esclavizadas fueron repartidas por toda la geografía marroquí, forzadas a ocupar múltiples posiciones: desde el temible ejército de esclavos con el que el imperio jerifiano combatiría a lo largo de las costas mediterráneas o las guardias sultanianas que aún hoy en día perduran como guardia real. También realizaron labores agrícolas, en el servicio doméstico o en lugares públicos como los famosos hammam. A finales de siglo XIX se calcula que eran vendidos, principalmente en las ciudades portuarias y en Marrakech, entre cinco y ocho mil esclavos por año.
Esta disgregación por todo el territorio provoca dos variantes del mismo estilo musical: la gnaoua rural y la gnaoua de la Medina. A día de hoy, el mismo instrumento puede recibir diferentes nombres según la zona: guembri en las ciudades, hajhouj en las zonas rurales o gougou para los músicos de origen sudanés. Otras diferencias las encontramos en la vestimenta, unos visten gandoras blancas y otros gandoras bordadas de colores; en la lengua empleada —en las zonas rurales se canta en tamazight, en la urbe en árabe e incorporando algunas palabras de origen sudanés—, incluso en los instrumentos, siendo las carcaba la única pieza de percusión que nunca puede faltar.
Desde sus inicios, la música se empleaba con diferentes finalidades. No obstante, el peregrinaje por las zonas rurales para bendecir los campos y favorecer abundantes cosechas, como ceremonias litúrgicas para ahuyentar a los espíritus eran las principales funciones. Estas ceremonias terapéuticas conocidas como Lilas se celebran durante toda una noche, y en ellas, de la mano de la guía espiritual, la Mkademma, se convoca a los espíritus para que abandonen el cuerpo que han ocupado. Invitándoles a marchar, rompiendo el hechizo que no les permite descansar provocando que vaguen entre cuerpo y cuerpo perturbando las almas de los vivos.
Músicos gnaoua tocando el qraqeb © Salvador Aznar
La música hipnótica, el febril baile grupal e individual, los cantos repetitivos, los intensos inciensos, el ayuno y el uso de diferentes colores que ambientan el entorno provoca que la persona que aspira a ser curada entre en trance y facilite la emigración final del espíritu. Muchos son los que han encontrado analogías con la música de la santería cubana o con la macumba brasileña.
Aunque hoy en día se mantienen las dos principales funciones, desde hace unos años y, en parte, gracias a la creación del Festival de Jazz aux Oudayas y, sobre todo, del Festival de Gnaoua y Músicas del Mundo de Essaouira ha crecido la popularidad de la música de origen sudanés tanto en Marruecos como internacionalmente. Además de jugar un papel fundamental para la conexión de los marroquíes con su identidad panafricana (no hay que desmerecer, en ningún caso, el papel simbólico que ejercieron músicos como Randy Weston, Jimi Hendrix, Jimmy Page o Robert Plant que mantuvieron un vivo interés en la música sagrada y realizaron diferentes viajes a Marruecos para conocer de cerca los ritmos palpitantes y para promocionar, indirectamente, una música apenas conocida fuera de las fronteras norteafricanas).
Majid Bekkas ©Omar Mhammedi
Majid Bekkas, embajador de un nuevo estilo que fusiona gnaoua con el jazz, el blues afroamericano y también con el soul, al que denominan como el Fela Kuti de Marruecos, nace en Salé en 1957, un año después de la independencia de Marruecos tras décadas de dominación colonial francesa y española. Estos países que hicieron la vista gorda con la esclavitud, sobre todo doméstica, ya que a inicios de siglo XX se prohibió la venta de esclavos en cambio perpetuaron la esclavitud por parte de las familias notables. Esta práctica no sería prohibida hasta bien entrada la independencia.
De ascendencia afromarroquí crece familiarizado con los ritmos aqallal y roukba, originarios del basto territorio del Sáhara. Su familia proviene de Zagora, ciudad al pie del Atlas y que abre el desierto donde brotan las acacias que sirven para elaborar los artesanales mástiles de los instrumentos de los músicos populares —el cuerpo del guembri se fabrica principalmente con madera del nogal y el cuero con piel de dromedario, exactamente con la que ocuparía la chepa del animal.
Además de la formación que recibe por parte de Bo Houmane, uno de los maestros más reconocido de las medinas, que conoció con quince años —a los diecisiete por fin pudo comprarse su primer guembri—, Bekkas logra ampliar sus estudios en el Conservatorio de Música y Danza de Rabat donde estudiaría guitarra clásica y laúd, mientras trabaja como bibliotecario para costearse sus estudios. Pero no tardó en abandonarlo todo para dedicarse exclusivamente al aprendizaje de la música gnaoua participando en la actividad de diferentes hermandades que organizaban las comentadas Lilas.
En la década de 1980 forma su primer grupo, Youbadi, y en 1990 funda la Gnaoua Blues Band donde empezaría a experimentar con las notas del laúd y el guembri que tanto le identifican, además de cantar e incorporar otros instrumentos como la flauta y la batería. En 1996 es nombrado director artístico del Festival de Jazz aux Oudaya en Rabat, el mismo año en que empezaron a materializarse sus primeras colaboraciones con músicos principalmente de África y Europa. Bekkas ha logrado equilibrar el modernismo y la memoria, y con sus diferentes formaciones ha conseguido múltiples premios, sin embargo, nunca se ha alejado del mismo discurso: la gnaoua es africana y es la manifestación de un recuerdo doloroso, la expresión galopante de la sabiduría intrínseca en las comunidades transculturales.
La esencia de su música radica en la autenticidad de su pureza acompañada por unos zumbidos enérgicos, una profundidad rítmica y una resonancia emocional que consiguen liberar al oyente de la noción del tiempo.Tanto en sus discos como en los directos la energía llueve para regar de perfecta armonía, hechizar a su público con su voz sensual, su carisma y con sus composiciones pentatónicas y jazzísticas. Naturalmente, está preocupado y ocupado en preservar la esencia en cuanto a su originalidad, espiritualidad y misticismo poético, pero también en crear un diálogo entre otras diásporas musicales.
A diferencia de otros géneros, como por ejemplo el flamenco, en Marruecos no se ha encontrado ninguna resistencia por parte de los puristas a abrirse a la fusión con otras manifestaciones musicales; siempre coinciden en la misma preocupación: son bendecidas las fusiones, el mestizaje, siempre que no se perviertan los rituales y se salvaguarden los orígenes.
Majid Bekkas recomienda a toda persona que quiera iniciarse en la música gnaoua a tres Maalems de tres escuelas diferentes: Maalem Sam, Maalem Hamid Da Bouso y a Maalem Mahmoud Guinia. Y en este artículo se recomiendan tres discos del Maalem Majid Bekkas: Mogador, Passport to Morocco y Magic Spirit Quartet.
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Youssef El Maimouni, Ksar el Kebir, 1981. Actualmente trabaja como director de un Casal de joves de un barrio de Barcelona. Estudió Filología árabe pero bien temprano se dedicó a la educación social en proyectos destinados a la atención a jóvenes migrantes no acompañados o como dinamizador social en SOS Racisme. En 2021 publica su primera novela, Cuando los montes caminen, un bildungsroman sobre un joven marroquí que participa en la Guerra Civil española.
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