América Nicte-Ha López Chávez - Madrid

Después de la dictadura de Francisco Franco, España se democratizó, consolidó su apertura a la economía internacional y logró modernizarse con su incorporación a la Unión Europea en 1986. Se presentaba como un país monocultural, blanco, católico, con una infraestructura y una economía en despegue, y con un importante auge en el nivel educativo de sus ciudadanos que permitió una mayor incorporación de la mujer al mercado de trabajo y la creación de espacios que poco a poco fueron ocupados por inmigrantes, quienes realizaban aquellos trabajos no cualificados que ya no correspondían al nuevo “estatus” que adquirían los españoles (Cachón, 2009).

España tuvo que echar mano de la fuerza laboral del empobrecido, explotado y desigual Sur. Y así, mientras llamaba a la mano de obra migrante para cubrir esos puestos, en 1985 aprobaba la primera Ley Orgánica 7/1985 sobre derechos y libertades de los extranjeros: una ley restrictiva que no favorecía (y las siguientes siguieron sin favorecer) la plena integración de inmigrantes como Lucrecia. Parece que queda en el olvido que unas cuantas décadas atrás, España fue un país expulsor de mano de obra hacia Europa y América Latina (Calvo, 2012, Romero, 2018).

El contexto de Lucrecia era el año 1992, en el que se llevaron a cabo varios eventos que buscaban colocar a España en el marco internacional. Uno de ellos fue la Segunda Cumbre Iberoamericana, cuyo objetivo era estrechar los lazos con las ex colonias americanas; una especie de colonialismo moderno; un intento de nueva dominación con nombre diferente y un discurso de hermandad iberoamericana. Sin embargo, esos hermanos iberoamericanos, que el país necesitaba, eran explotados, maltratados, vistos como inferiores, como un problema y como una amenaza. España mostró su racismo, xenofobia e intolerancia el 13 de noviembre de 1992, cuando asesinaron en las ruinas de lo que había sido una discoteca a Lucrecia Pérez Matos, una mujer negra, extranjera, inmigrante, empobrecida, sin papeles, víctima del racismo, del expolio y del extractivismo del centro a la periferia que se ha estado haciendo desde hace más de 500 años y que es el origen de las desigualdades, inequidades e injusticias sociales actuales, y a quien la Ley de extranjería 7/1985 no integró sino que empujó a lo alegal.

 

Lucrecia Pérez Matos.

 

Lucrecia Pérez Matos nació en Vicente Noble, República Dominicana, el 15 de diciembre de 1959 en el seno de una familia grande, de origen humilde y campesino. Su casa era precaria; amueblada con una cama y una mesa. Su cédula de identificación apunta que era empleada doméstica de oficio.

Su pelo era crespo, sus ojos negros, su color de piel “indio” y su cuerpo no tenía marcas o señas particulares (Calvo, 2012). Al igual que la mayoría de las personas que emigran, Lucrecia hipotecó su casa y mal vendió un pedazo de tierra para pagar el vuelo y contratar a los traficantes que la llevarían a Madrid. Ahí se colocó como empleada doméstica en Aravaca y ganó cien dólares.

Pero no duró ni el mes, la despidieron veinte días después por no saber lo que es un grifo y por estar enferma (anémica), su ex empleadora dijo que no servía para el trabajo (Calvo, 2012), aunque toda su vida se había dedicado a esas labores, según indica su cédula de identidad. Seguramente esos cien dólares no alcanzaron para pagar a los prestamistas, ni a los traficantes, ni para que su hija pudiera estudiar. De hecho, Kenia Carvajal Pérez también migró a España con el mismo objetivo que su madre, su situación migratoria fue regular pero no porque España le diera el visado sino por otros motivos personales.

“Vamos a dar un susto a los negros”, fue la frase que utilizó el asesino de Lucrecia, Luis Merino, ex guardia civil, cuando le propuso a Felipe, Javier y Víctor, menores de edad, ir a Aravaca en búsqueda de inmigrantes. Su expresión reflejaba el rebrote del neonazismo y de ideologías de ultra derecha (Calvo, 2012), el rechazo al otro y el miedo a lo desconocido, pues la presencia de inmigrantes negros era relativamente nueva. La expresión de Merino también fue influenciada por notas y titulares con tendencia amarillistas y alarmistas de varios diarios (Calvo 2012, Romero, 2018).

El conflicto entre vecinos de Aravaca e inmigrantes dominicanos, así como la inacción y falta de respuesta del gobierno local y sus instituciones (Romero, 2018), es otra muestra de la España racista, xenófoba e intolerante. De hecho, en abril de este año el Ayuntamiento de Madrid ordenó borrar un mural en homenaje a Lucrecia en la plaza Corona Boreal de Aravaca. No obstante, hubo también muestras de solidaridad por parte de la Asociación de Vecinos Osa Mayor, y por un sector social que salió a la calle y repudió el asesinato.

Los familiares de Lucrecia vivieron en la discoteca, por lo menos un mes más, porque no tuvieron otra opción. Y tanto su tía como su hermano, continuaron con una situación administrativa irregular (Calvo, 2012). No hubo política de reparación para la familia en ese momento, así como tampoco la hubo 20 años después para su hija. Pero fue a raíz del asesinato que se comenzó a hablar de racismo y se han creado organismos e instituciones que se enfocan en este tema.

De hecho, el asesinato está reconocido como el primer crimen racista y xenófobo en el país. Sin embargo, han pasado más de 30 años y el rechazo a los inmigrantes aún está vigente. La creencia de que vienen a crear problemas, a generar inseguridad, a quitar trabajo y ayudas del gobierno está presente en el imaginario colectivo, el racismo, la xenofobia e intolerancia siguen sin diluirse y los medios de comunicación, como la prensa escrita, siguen jugando un papel importante en la formación de opiniones racistas y xenófobas.

Lucrecia es la encarnación de un problema con raíces históricas y estructurales que siguen incrustadas y normalizadas, pues el racismo y la modernidad son constitutivas de Europa y España. Además, la sombra del franquismo sigue presente en una parte del imaginario colectivo social y en las instituciones del Gobierno. Por ende, es necesario conocer, asimilar y aceptar que España es un país racista y opresor, que el extractivismo realizado desde hace más de 500 años en sus diferentes formas y el reparto desigual de recursos, riqueza y oportunidades de vida entre la metrópoli y la colonia, ha marcado la suerte de los privilegiados y la desdicha de los oprimidos, como Lucrecia.

Mural en homenaje a Lucrecia Pérez. Autor: Acrola.

 

Cachón Rodríguez, Lorenzo. (2009). La España inmigrante: Marco discriminatorio, mercado de trabajo y políticas de integración. Anthropos.
Calvo Buezas, Tomás. (2012). El crimen racista de Aravaca. Crónica de una muerte anunciada. Movimiento contra la intolerancia/Consejería de Políticas sociales, familias, igualdad y natalidad.
Romero, Mely. (2018). Lucrecia. Crimen y memoria. Ediciones Ruser.

 

Artículo publicado originalmente en la Revista Afrolis  el 29 de noviembre de 2023 “Lucrecia Pérez Matos: a encarnação de um problema histórico e estrutural que continua”.

***

América Nicte-Ha López Chávez (ame.lopez24@gmail.com) es investigadora y profesora. Su investigación se ha centrado en la presencia negra en México y el surgimiento del sujeto político afromexicano. Actualmente, analiza el racismo como origen de las desigualdades, injusticias y violencias sociales, sus efectos materiales y emocionales.

Comentarios

No hay comentarios Radio Africa

LogIn

  • (no será publicado)