Esta es una pequeña muestra de algunas creaciones culturales que dejan constancia de los legados de la esclavitud, la colonización y las migraciones de la población negra en tierras españolas desde la Edad Media. Se podrían mostrar otras obras o tener otro enfoque, sería una propuesta igual de válida porque lo que nos viene a decir es que las historias existen, algunas están contadas pero invisibilizadas, aunque muchas otras, quedan por narrar.
I ESCLAVITUD
Emilio Buale interoretando a Juan Latino en Cachita. La esclavitud borrada (2020), de Álvaro Begines Guzmán.
La historia de la esclavitud española no se limita a su implicación en la trata de esclavos trasatlántica y su explotación en las excolonias de ultramar y en Guinea Ecuatorial. Existe la idea generalizada de que aquí no hubo una población de esclavos, gente negra viviendo en la península, pero la realidad es otra. España y Portugal, promotores de las formas de servidumbre forzada que dieron forma al “Nuevo Mundo”, han borrado de su memoria la presencia de negros africanos en sus territorios. Pero se calcula que entre el siglo XVI y XVII, además de los moros, bereberes y turcos nacidos como esclavos, había aproximadamente dos millones de personas esclavizadas en los reinos de Castilla, Aragón y Portugal. La ciudad de Sevilla fue especialmente relevante, por su lonja pasaron gentes de Golfo de Guinea, Cabo Verde, Angola o Mozambique; algunos eran enviados a Lisboa, y posteriormente a América, o permanecían en Europa como esclavos domésticos. Los escritores españoles respondieron a la presencia de la población negra en la sociedad creando personajes negros que luchaban por la libertad y la agencia a partir de su condición racial, como Zaide, padrastro de Lazarillo de Tormes; Juan Latino, profesor español de ascendencia etíope que alcanzó una cátedra de Gramática y Lengua Latina en la Universidad de Granada o Leonor Rica, una mulata libre, que llegó en 1580 a Sevilla desde Portugal para ganarse la vida con una compañía de danzantes negros con la que organizó representaciones en las festividades la ciudad.
En los dominios españoles en América se desarrolló una economía de plantación cimentada en una sociedad esclavista, pero a diferencia de lo que ocurría al otro lado del Atlántico, donde las personas esclavizadas se dividían entre los que trabajaban en las plantaciones y los sirvientes. Aquí no hubo plantaciones, y además de sirvientes, también ejercían trabajos como vendedores ambulantes, estibadores, cargadores en el puerto o músicos, como forma de entretenimiento para los nobles.
Barcelona participó activamente en esta historia. En sus calles hubo mercados de esclavos y desde su puerto salieron expediciones negreras. Además, fue la ciudad donde se instalaron numerosos hombres de negocios, conocidos como indianos, que invertían sus capitales obtenidos con el tráfico transatlántico de esclavos en urbanismo. El banquero, naviero y esclavista, Antonio López, es quizás el más conocido en nuestros días porque en el 2018 el Ajuntament de Barcelona, en un acto de reparación histórica retiró su estatua de la Via Laietana. El documental Cachita. La esclavitud borrada (2020), de Álvaro Begines Guzmán, narra el esplendor y decadencia de la industria de la esclavitud africana.
La huella de la esclavitud también es descifrable en la cultura musical y coreográfica de la España moderna a través de las danzas como los guineos, los zarambeques y cumbés, o los villancicos ‘de negro’, obras musicales cómicas que tenían como protagonistas a personas esclavizadas; una representación estereotipada en los que estas eran vistas como el arquetipo del bufón. Algunos de estos villancicos retratan uno de sus pocos espacios de libertad: las cofradías. La proliferación de hermandades negras en España fue un claro síntoma de la importancia que la trata transatlántica llegó a alcanzar. El documental Los Negros (Antonio Palacios, 2022), muestra como la popularmente llamada “Cofradía de los Negros” de Sevilla fue una forma de integración en la vida religiosa y social. Por otro lado, en Gurumbé, Canciones de tu memoria negra (2016), Miguel Angel Rosales traza el impacto y la influencia musical de la población negra hasta la actualidad en sonidos como el flamenco. Las historias silenciadas de la población negra de Sevilla son la afición del investigador Jesús Cosano, cautivado por la huella negra de su ciudad, ha escrito cinco novelas dentro de la colección Los Invisibles que exploran, a medio camino entre la historiografía y el relato, el patrimonio cultural de la ciudad e historias desconocidas sobre los negros sevillanos.
Tristemente, las dinámicas de desigualdad y discriminación racial que prevalecieron durante siglos siguen presentes en la actualidad. Esta conexión la prueba, en clave de humor, el periodista y escritor ecuatoguineano Francisco Zamora Loboch en Cómo ser negro y no morir en Aravaca (1994), una genealogía del racismo en España que permite entender el origen de las discriminaciones de hoy en día.
En las colonias españolas de las Américas, donde la esclavitud fue más extendida y normalizada, el legado negro es omnipresente y las luchas abolicionistas, más visibles. Ya en 1841, Gertrudis Gomes de Avellaneda publica SAB, una denuncia social contra el sistema de esclavitud cubano a través de la historia de amor de Sab -esclavo mulato- y Carlota- la hija blanca de su amo. En Cuba este legado se ejemplifica en la música, desde los soneros, hasta las habaneras pasando por la rumba. Con El ritmo perdido. El influjo negro en la canción española (2012), Santiago Auserón, en su periplo por África, Persia, al-Ándalus, América, la Nueva Orleans y La Habana, desvela la pervivencia de la negritud en la tradición musical española. Pero este acervo también se puede escuchar bajo la luna veraniega de los pueblecitos de la Costa Brava a través de las habaneras cantadas por los marineros. Originariamente, la habanera era un baile de salón procedente de Inglaterra, a través de la criollización y las aportaciones de los esclavos negros, se convirtió en el género que hoy conocemos. Pero la música también fue símbolo de resiliencia, por ejemplo, con la rumba los descendientes de africanos asumieron posiciones de defensa de su identidad y su sentido de pertenencia. Cuando ese ritmo llega a las costas catalanas, en los años 50, se convierte de la mano de la comunidad gitana, en la rumba catalana.
II COLONIZACIÓN
Guardia colonial desfilando en Guinea Ecuatorial. Mbini. Cazadores de imágenes en la Guinea Colonial (2006)
El sueño español de ensanchar sus fronteras y expandirse hacia el Norte de África venía del siglo XV, sin embargo, con el descubrimiento de las Indias este “otro colonialismo” pronto se abandonó́ a favor del proyecto americano. Cuando pierde su imperio colonial de ultramar, España resucita el interés por África y su “neocolonialismo” tardío y precipitado culmina con el Protectorado marroquí (1912-1956) y la ocupación de la Guinea Española (1900-1968). A pesar de la inmensa trascendencia de España con estos territorios, no han suscitado mayor atención, tal vez porque tras la descolonización de Guinea, esta fue declarada materia reservada o porque interesaba silenciar estas barbaries. No obstante, a lo largo del siglo XX los intercambios fueron constantes; desde la presencia de españoles en África, hasta las diásporas marroquíes y ecuatoguineanos en España, la repercusión cultural de estas interacciones en las artes, en general, son flagrantes.
La conexión entre Guinea y la colonia también fue visible en las calles barcelonesas con el establecimiento de algunos miembros de la burguesía krio fernandina a finales del siglo XIX y principios del XX, así lo plasma la investigación de Yolanda Aixelà Cabré, Africanas en África y Europa [1950-1996] (2022) y la novela Dientes Blancos. Piel Negra (2022) del ecuatoguineano Juan Tomás de Ávila Laurel. Cabe destacar a Amelia Barleycorn (1860-1920), una mujer adinerada que se asentó en Barcelona, también protagonista de la novela de Justo Bolekia Los caminos de la memoria (2016).
Otro krio fernandino nacido en Barcelona fue José Grey Molay (1913-1982), cuando estalló la Guerra Civil abandonó sus estudios de Medicina para convertirse en uno de los pocos negros, junto con los de la Brigada Lincon, que combatieron en las filas republicanas. Lo hicieron prisionero en el frente y fue deportado a Mauthausen en 1941, clasificado como “prisionero republicano” bajo el nombre de Carlos Greykey, el mismo seudónimo que da nombre al documental de Enric Ribes del 2019, en el que su hija Muriel Grey-Molay cuenta la vida de su padre.
Durante los primeros años de la dictadura franquista un equipo de fotógrafos y cineastas de la productora Hermic Films fue enviado a Guinea para retratar la vida colonial con fines propagandísticos. En esa expedición, que recorrió el país de 1944 a 1946, se encontraba el cineasta Manuel Hernández-Sanjuán, quién dejó un enorme archivo fotográfico. Pere Ortín y Vic Pereiró en el libro Mbini. Cazadores de imágenes en la Guinea Colonial (2006), presentan una selección inédita de las más de cinco mil fotografías de aquel viaje. Años más tarde, Ortín junto al ilustrador ecuatoguineano Nzé Esono recuperan de nuevo el archivo para explicar la controvertida realidad colonial a través de la obra gráfica Diez mil elefantes (2022). El cómic está basado en un texto de Juan Tomás Ávila Laurel, autor de múltiples novelas y protagonista del documental de Marc Serna, El escritor de un país sin librerías (2019), en la que expone las consecuencias del colonialismo y la opresión de las sucesivas dictaduras poscoloniales que siguen reinando en el país y le llevan a refugiarse en España en el 2011.
Cuando en Cataluña, el franquismo se hace más asfixiante estalla la Nova Cançó, un movimiento artístico que reivindicaba la normalización del catalán a la vez que denuncia la dictadura. Uno de sus representantes fue Guillem d’Efak (1930-1995), cantante y poeta, hijo de madre guineana y de Antoni Fullana, guardia colonial, que se convirtió en uno de los artistas destacados del local La Cubana de Palma con su repertorio de música popular mallorquina con influencias del blues y del jazz.
Guinea Ecuatorial se independizó de España en 1968, sin embargo, los silencios sobre la historia colonial persisten, por suerte se manifiestan en los relatos en primera persona de múltiples creaciones como la película de Javier Fernández Vázquez Anunciaron Tormenta (2020), que narra la historia de Ësáasi Eweera, un líder bubi de la isla de Bikoko que fue detenido por enfrentarse a las autoridades coloniales en 1904 y murió encarcelado. Este no deja de ser un ejercicio para dar voz a esos silencios y pone el foco sobre la colonización y la explotación mediante la confrontación de los relatos orales de la población bubi con los documentos oficiales del Archivo General de la Administración.
III INMIGRACIÓN
Flores de otro mundo de Icíar Bollaín (1999).
Tras la independencia de Guinea y la instauración de la sanguinaria dictadura de Macías, fueron muchos los guineanos que se exiliaron a España. Una experiencia desgarradora que es narrada por escritores como Donato Ndongo en Olvidos (2016), donde utiliza el recurso de la poesía para expresar sus pensamientos más profundos. Estas migraciones precederían a la de otras naciones africanas a partir de finales de los ochenta. En Llegar al cielo, documental dirigido por Tony Romero (2006) el escritor ecuatoguineano Justo Bolekia, refleja la realidad que afronta la migración africana al llegar a España y ejemplifica la idealización de lo europeo, lo blanco, planteando la importancia de tener referentes culturales cuando se vive lejos de casa.
Precisamente, esos referentes son los que explora la escritora guineana, Raquel Ilonbé (1931-1992), que centra su obra en la búsqueda de sus orígenes, su identidad y la añoranza por su África natal. La experiencia de la diáspora es compleja y siempre sobreviene la necesidad de introspección del desarraigo, este es el desempeño de Angela Nzambi en Mayimbo, Paseos (2019), un viaje entre el presente y el pasado, entre Guinea Ecuatorial y España, donde expresa sus pensamientos y reflexiones sobre el viaje migratorio. En esa meditación persiste el menester de revalorizar las culturas africanas como lo hace la escritora Agnès Agboton en Canciones del poblado y del exilio (2006), una colección de poemas escritos originariamente en su lengua materna, el gun, que se habla en Benín, una lengua de tradición oral. Volver siempre está en el imaginario de quien emigra, en la La puerta de no retorno (2010) Santiago Zannou, filma el regreso de su padre Alphonse a su Benín natal, después de 40 años en España.
Ahora bien, si abrimos el prisma encontramos otra realidad menos poética de las migraciones, la de quienes arriesgan sus vidas para llegar a tierras europeas. Una trama explorada en varias obras que ponen de manifiesto que los problemas no se acaban al tocar tierra. Los libros de Mamadou Dia 3052. Persiguiendo un sueño (2012) y de Ousman Umar, Viaje al país de los blancos, narran esta dura travesía para llegar a Europa. Antes, en los 90, películas como la de Montxo Armendáriz con Las Cartas de Aliou (1990) o Imanol Uribe, Bwana (1996), ya pusieron la lupa sobre el drama de la trata de la inmigración subsahariana en España y los prejuicios racistas que atraviesa a la población negra en tierras españolas. Los mismos prejuicios que llevaron a la muerte a Idrissa Diallo, un joven guineano de 21 años que murió en extrañas circunstancias en el CIE de Barcelona en 2012. Seis años después de su muerte, Xavier Artigas y Xapo Ortega en Idrissa, crónica d’una mort qualsevol, intentan desvelar cómo se produjo su muerte, a la vez denuncian el trato que sufren los migrantes en estos centros de internamiento. Pero las migraciones también son femeninas, y en contraposición a las historias masculinas de inmigración, Icíar Bollaín en Flores de otro mundo (1999), muestra con sabor agridulce la cara femenina de la migración.
Ahora bien, desde la esclavitud todas estas desdichas siempre han ido de la mano de un submundo menos visible, más profundo y lleno de sentido: es el de las agencias y las luchas por salir de las condiciones de opresión. A principios de los 90, a punto de iniciar las Olimpiadas, el médico y concejal del PSC de origen haitiano Alphonso Arcelin (1936-2009), impulsó la campaña para retirar del Museo Darder al “negro de Banyoles”. Con esta denuncia, Arcelin pagó un precio vital alto, pero finalmente consiguió que su cuerpo expuesto en ese museo desde 1916 fuera devuelto a Botsuana para ser enterrado. La suya es una muestra de resiliencia que ha dejado un gran legado, junto a las luchas panafricanas, en toda una nueva generación de jóvenes africanos y descendientes de africanos en España que en los últimos años ha roto el silencio para tomar agencia a través de sus creaciones y acciones; no solo para denunciar el racismo y explorar su identidad negra, sino para conseguir establecer nuevas políticas de relación.
Texto publicado originalmente en marzo de 2023, en la Revista El Convit/e Edición nº1 ‘Una mirada a la Catalunya negra’
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