Tania Adam - Barcelona

Europa se africaniza, sí, se africaniza. A quienes piensan o imaginan el continente con solo su pobreza y sus guerras, quizá no les guste lo que digo. Otros, como Stephen Smith, temen que Europa se llene de cuerpos negros. En su libro “La huida hacia Europa”, alerta de una posible africanización. Dice que el crecimiento demográfico de África empujará a decenas de millones de jóvenes africanos hacia Europa, y que ésta será “africanizada”. “Cada familia africana tendrá un sobrino o una sobrina en Europa en una o dos generaciones”, y añade, “es un hecho que, inevitablemente, causará serios “problemas”. No podría caber más xenofobia en este libro que carece de un análisis crítico y serio del papel controvertido de los países europeos en la política social africana. La tesis es parcial y la culpa al que emigra es denigrante. Sin embargo, merece la pena rescatar su idea de africanización, porque efectivamente Europa se africaniza, y no precisamente por la presencia de personas africanas. Sino por esta realidad política y económica que nos está empujando a pérdidas de libertades y a cierta desposesión del futuro y del tiempo. Una situación, en parte, comparable a la que llevan viviendo las personas africanas desde hace siglos.

Las africanizaciones que vienen (algunas ya estaban) son tan simbólicas como reales; algunas están ligadas a la búsqueda de nuevas formas de organización, a explorar conexiones más espirituales o a crisis de valores; y otras simplemente tienen que ver con un empeoramiento de las condiciones de vida.

 

Primera africanización: inventiva frente a la pobreza

En los años ochenta, se evidencia el fracaso del “África oficial” y del proyecto de estado nación a semejanza de occidente. Entonces comienza la crisis de la deuda africana y una deriva afropesimista, provocada en parte porque gobiernos e instituciones occidentales piden la devolución de la deuda con intereses. Una situación kafkiana en la que ladrones prestan dinero para luego exigir su pago imponiendo una serie de planes de ajuste y privatizaciones que empujan a las nuevas naciones a pagarlas con costes muy elevados para las poblaciones.

Ahí se desata la depresión social que persiste hasta nuestros días. Ante el mundo, África se consolida como un lugar de incapaces, negros y primitivos, ideas ya divulgadas en la era colonial. En la ciudad africana se origina la denominada “cultura del ajuste postestructural”; una cultura de la supervivencia que combina diferentes repertorios de habilidades y una inventiva desesperada para salir adelante. Aparecen nuevas formas de economía alternativa y popular, y se genera una cultura de la calle inseparable de la supervivencia económica y del ingenio cultural. Esta inteligencia social y creatividad que brota de los obstáculos e indignidades cotidianas, de la desesperación, e incluso de la violencia individual y colectiva, es lo que sostiene a día de hoy todos los discursos del “milagro africano”.

En Europa estamos siendo testigos de cómo la población se empobrece al mismo tiempo que aumenta la deuda. Si lo que hay que esperar son planes de ajuste estructural y una rebaja del Estado del Bienestar, ¿no sería interesante mirar al continente africano para aprender técnicas de ahorro y supervivencia? Y, ¿no habría incentivar más la inventiva popular?

 

Segunda africanización: retroceso y retórica nacionalista

Entre 1957 y 1991, la mayoría de países africanos se independizaron, lo hicieron bajo el “permiso” de sus antiguos colonizadores; siguiendo sus reglas, las de la Guerra Fría, y sorteando las disputas de poder internas. En la emancipación, en los casos en que las que élites tomaron el mando, tenían cierta obsesión con “africanizar” África para recuperar su esencia después de siglos de dominio colonial. Entonces muchos se preguntaron ¿cuál era la esencia africana? Pocos supieron dar una respuesta satisfactoria y prevaleció la performatividad de la nación que, al igual que en Europa, también fue excesiva y violenta. Esta “descolonización como africanización” fue para Franz Fanon un retroceso, porque se produjo una retórica nacionalista donde acechaba la horrible cara del chovinismo en su forma más amarga y detestable: deseaba deshacerse del extranjero.

El estado nación con sus fronteras físicas y mentales, intenta refundarse sobre las cenizas de Europa. Resurge el nacionalismo bajo el chovinismo más desproporcionado y xenófobo que toma formas organizadas y peligrosas. El odio al extranjero, como estrategia política o como emoción, se institucionaliza y el racismo, normalizado en las mismas instituciones del Estado, recibe un amplio respaldo de una clase política no muy diferente a la africana, tan criticada por su corrupción y clientelismo. Quizás, ya va siendo hora de aceptar sin tapujos que el clientelismo inherente a esta sociedad no dista mucho del africano.

 

Tercera africanización: los ”valores” africanos

Smith no sólo estaba escandalizado con la abundancia de cuerpos negros por estas tierras, sino con una posible africanización en valores y formas de vida. Es incapaz de entender que estos “sobrinos” africanos que tanto le asustan, podrían aportar valores necesarios a la vida cotidiana y doméstica, como la creación de redes de apoyo comunitarias, comaternidades, nuevas formas de apoyo recíproco y organización popular con una fuerte presencia del papel de la mujer… Lo harían, y de hecho lo hacen, sin necesidad de enunciarlos constantemente en la esfera pública de la heroicidad de los “cuidados”. Así que lo mejor que le podría pasar a Europa es que se africanizase y superase el individualismo del que se jacta Díaz Ayuso en sus discursos incendiarios. En una sociedad africanizada, probablemente no seríamos testigos, por ejemplo, de proyectos del tipo, “Com està?”, hecho para aliviar situaciones de sufrimiento y soledad de personas mayores durante la pandemia.

Así que, ante la gran crisis de valores y las constantes búsquedas de sentido de vida, no estaría mal la africanización de la vida cotidiana.

  

Cuarta africanización: descolonización mental

Y, por último, si nos paramos en esa búsqueda del sentido de la vida desde lo espiritual, personal pero también institucional, nos encontramos con la “necesidad” de salir de la ceguera para adquirir una conciencia más amplia del mundo. Ngugi waThiong’o habla de un proceso continuo de “vernos claramente”; vernos en relación con nosotros mismos y con los demás en un universo que tenemos que compartir con nuestros otros yoes y con el resto de seres humanos y animales. Esta búsqueda “liberadora” pasa por la descolonización mental y si tomamos los valores ancestrales africanos, entonces esta necesidad de espiritualidad, de abrirnos y despojarnos del capitalismo de una vez por todas, podría, y debería, ser un proceso de africanización.

Estos símiles de africanización no dejan de ser una provocación y un agravio comparativo para descolonizar la mirada hacia África y también hacia Europa, que se siente en una superioridad constante. No sería una idea tan absurda pensar que estas analogías pudieran servirles a las poblaciones para lograr esa conciencia de la que habla Thiong’o. Y, si bien las africanizaciones en valores, la descolonización e incluso la inventiva frente a la pobreza, son solo una posibilidad (y también una invitación a la transformación), el retroceso y la retórica chovinista se pagarán caro porque vienen asociadas a discursos de odio y de superioridad racial.

 

Tania Adam (Maputo, 1979) | fundadora y editora de radio africa magazine. Alter ego musical: Safura @taniasafuraadam

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