Tania Adam – Barcelona | Quizás no os habéis dado cuenta que existe, de manera sutil, una rebelión de las clases medias africanas en las redes, que gritan: “Ey, nosotros tenemos criterio, voz y voto, por favor no habléis en nuestro nombre”. Esta rebelión de la que hablo no va de economía, política, tecnología, ni tan solo de DDHH; va de cultura, estética y simbologías. Y no hay que menospreciarla porque genera un diálogo más fluido con la diáspora, y está haciendo que se empiece a mirar al continente con otros ojos.
El imaginario africano, constantemente trivalizado y subestimado, está encontrando un hueco dentro del nuevo orden mundial en el que internet permite que lo imposible se vuelva posible. En los últimos años no paran de salir revistas y blogs, e iniciativas diversas que promueven el conocimiento de otra África, iniciativas que nos pueden gustar más o menos, pero que aportan mucho, porque visibilizan múltiples historias y ponen en valor una parte de la realidad diversa del mundo en el que vivimos.
Aunque hay voces que apuntan hacía un declive de Occidente y un ascenso de las clases medias en los países emergentes (muchos de ellos africanos), yo no sería tan contundente cuando hablamos de cultura. Aunque allá falte mucho por hacer y aquí estemos en fase de maduración (por no decir putrefacción) todavía existe, a mi entender, una “difusión vertical de los gustos” de Occidente –en la cual está muy presente Estados Unidos- hacia el resto del mundo. Es decir, la cultura global – o globalización- es mayoritariamente occidental porque es en Occidente donde se generan las tendencias.
En la estética y el imaginario que plasma esta identidad africana, y que se transmite al resto del mundo a través de las formas de vida, la música o la moda, se usa en gran parte un lenguaje occidental. Así que tampoco hay que engañarse con frases del tipo “el boom africano” o “el renacimiento africano”, porque esta forma de funcionamiento responde de manera brutal a los instrumentos de dominación y estratificación social del viejo mundo. El papel de internet como difusor ha sido y es decisivo; las redes sociales, los blogs y webs, han permitido que esta clase media africana reivindique su existencia y alegue su pertenencia al mundo de los vivos. Ya no permiten que otros cuenten por ellos lo que les pasa y hay que entender que su relato es diverso; tienen sed y están ávidos de crear y reafirmarse, lo cual está muy bien. Mientras, en Occidente, la diáspora y los afrodescendientes los miran con orgullo mostrando de manera más natural sus raíces.
Así se está produciendo una nueva retroalimentación Africa-diáspora porque ambos se sienten cada vez más identificados mutuamente, se nutren entre ellos y regresan a sus tradiciones para reformular su identidad en este mundo. Esto se plasma en forma de miles de perfiles de instagram, tumblr, fb, twitter, artículos… Que alimentan las redes a través de influencers y hacen un spread all over the world, produciendo de esta manera orgánica una rebelión silenciosa que transforma las mentalidades y la mirada hacia el continente.
Fotografía: Andile Buka
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