Tania Adam - Barcelona

Las oscuras aguas del Atlántico Negro, teñidas de azul oscuro, nos embarcan en la realidad de la condición negra y en los nudos de los acontecimientos de la modernidad en los que “el negro” es designado como semihombre; situado en la frontera entre lo humano y el objeto. Es expulsado de una humanidad forjada con asuntos fisiológicos y narrativos que extirpa sistemáticamente a los más marginados del mundo, los más inadaptados y los oprimidos forjados en los albores del capitalismo racial y encarna los principios burgueses occidentales. La categoría humana, como proclama Sylvia Wynter, está sobrerrepresentada por la sombra de un hombre blanco consumidor, heterosexual y de clase media que requiere la categoría del otro deshumanizado y encarnado los empobrecidos, colonizados, indeseables y carentes de razón. Pero estos, advierte Wynter pueden proporcionar una forma de pensar en “un nuevo” ser humano.

Habitar el lado inferior de la categoría del hombre, es habitar a un lado de la línea de color, el gran problema del siglo XX que hemos heredado en el XXI. Las barreras de color, o velos como lo denomina WEB Dubois, no son más que la relación desigual y opresora entre las “las razas más claras y las más oscuras” en Asia, las Américas, el Caribe, e incluso en el propio continente. Esta una línea se traza conceptual e institucionalmente, y delinea fronteras que estipulan existencias muy diferentes a ambos lados; no obstante, también permite cuestionar y deshacer éticamente los sistemas de violencia racial y de clase, y los sistemas de conocimiento que daban “sentido común” a la vehemencia en las colonias y sus plantaciones, tan fundamentales para los procesos capitalistas modernos.

El movimiento anticolonial había iniciado una crítica radical de la conciencia europea, demostrando hasta qué punto su célebre concepción del hombre dependía de la degradación sistemática de los hombres y mujeres no europeos. La objetivación y la violencia sistémicas del colonialismo desmintieron el humanismo europeo. Una violencia incesante todavía persistentes en las sociedades del presente. El crítico cultural estadounidense, Greg Tate sostenía que la condición del negro desde la época de la esclavitud es la condición de alienígenas, según Tate el cautiverio implicó la vivencia “la mutación de hombres y mujeres africanos esclavizados” en una nación Alien desde el siglo XVIII. El ser alien, sin embargo, no es una condición subalterna, más bien es una manera de emancipación, de releer la historia y jugar con la raza sin quedarse atrapado en ella.

Esta disolución de “lo humano” para “intentar crear al hombre completo” o para destruirlo en una apoteosis alienígena, tecnológica, en el raceless future, en los ciborgs, ficción sónica… es lo que mueve a muchos artistas a pensar en otros futuros posibles; no obstante, la tecnología tiene una historia ambigua respecto a las personas negras, por un lado, se ha utilizado el cuerpo de los sujetos negros para experimentar con lo tecnológico (el caso de coltán en el Congo) pero por otro se ve como un elemento que permite trascender de la raza. Por esta razón, al abordar la mitología que utiliza la tecnología para trascender de la raza se tendría que considerar estas contradicciones y las desigualdades tecnológicas que establecen por las fronteras de color, pues esta deferencia nos lleva a lugares bien diferentes ya que uno supone ser alienado otro y el otro, ser alien.

La concepción del “lo negro” también pasa inevitablemente por la idea de su universalidad, pues la noción “afro” es la abreviatura de un conjunto que no existe, el término negro no se refiere a una entidad universal, sino que es un término paraguas para una diversidad de posiciones que tienen en común que se describen a si mismas como negras (Afrofuturism and Black Sound Studies), pero que se sitúan a lo largo de todo el Atlántico Negro; en el continente en su diáspora. Asímismo, los imaginarios del azul oscuro también nos remiten al blues, al jazz al ritmo o a la improvisación, donde el nexo primario con la raza y el sonido son constantes.

 

“Pocos hombres han adorado la libertad con una fe incondicional como el negro durante siglos” W.E.B. DUBOIS. Almas del Pueblo Negro

 

 

Soñar otro mundo ha sido una práctica política y una utopía, alojada desde el principio de la experiencia negra. Las condiciones infrahumanas dan respuesta a un pensamiento negro saturado de especulaciones, de imaginación futuros sin color, o de futuros donde la raza no tiene importancia; sueños del porvenir donde la indiferencia a la diferencia es la norma o los seres humanos son tratados como seres sin más. Estos sueños también están llenos de revueltas emancipadoras políticas y sociales; desde las revoluciones de esclavos, las luchas abolicionistas, los sucesivos encuentros panafricanistas, los encuentros de escritores negros, el Renacimiento de Harlem, la lucha por los Derechos Civiles, la revolución anticolonial, el Black Nacionalism, el Black Arts Movement, el movimiento rastafari, las luchas antiapartheid, el Internacionalismo y más recientemente, Black Lives Matter, encontramos una larga tradición intelectual y revolucionaria, que se resiste a la explotación de los africanos y la de los descendientes de africanos, y se opone a las ideologías del capitalismo racial.

Estos sueños, utopías y visiones de futuro han ido tomando formas dispares en diferentes momentos históricos y en diferentes localizaciones geográficas. Desde esclavos resilientes, comunistas negros, los socialistas democráticos, las feministas radicales… y pensadores políticos se basaron en la reserva de horizonte político utópico para hacer reclamaciones políticas a la sociedad. La imaginación política hizo que la estética y el arte fueran políticos y el empoderamiento poético.

Cedric Robinson, autor de “Black Marxism”, subraya que el nexo de unión de estas revueltas fue la ausencia de “la promesa de un futuro cierto”. Esta fue a su entender, una característica única del radicalismo negro y de la revuelta negra, un tipo de resistencia que no promete el triunfo o la victoria al final, sólo la liberación. “Sólo la promesa de la liberación” capta e introduce una temporalidad completamente diferente: el tiempo del blues y evita cualquier garantía de que el camino hacia la liberación está predeterminado. El tiempo del blues es flexible e improvisado; está simultáneamente en el momento, el pasado, el futuro y el espacio intemporal de la imaginación. Por lo tanto, en la tradición radical negra, no sólo el futuro es incierto, sino que el camino está en constante cambio porque junto a las nuevas relaciones sociales se requieren nuevas visiones y ahí se exponen nuevas contradicciones y desafíos. Aceptar las incertezas como condición inherente a cualquier futuro, a cualquier revuelta, a cualquier utopía forma parte de los sueños de liberación que encontramos en la música, diferentes formas de expresiones estéticas, en la narrativas populares y religiosas, del pensamiento negro.

Tania Adam (Maputo, 1979) | fundadora y editora de radio africa magazine. Alter ego musical: Safura @taniasafuraadam

 

Imagen: Toyin Ojih Odutola Imitation Lesson; Her Shadowed Influence from A Countervailing Theory (2019) © Toyin Ojih Odutola.

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