Miles de objetos fueron extraídos, robados, negociados turbiamente desde territorios de África, Abya Yala, Asia, el Pacifico y el Caribe para llenar museos, arcas y depósitos europeos. No podemos olvidar que todo esto se produjo en contextos de colonización, expropiación de territorios, recursos y conocimientos naturales, exterminio y esclavitud que alimentaron al capitalismo emergente en Europa. Como señala la doctora e investigadora Arlette-Louise Ndakoze: “La restitución del patrimonio cultural africano es ante todo el reconocimiento por parte de los estados de occidente de sus 500 años de crímenes contra la humanidad. Para las comunidades afectadas por los crímenes coloniales, la restitución es una forma de recuperar su identidad cultural.” Esta restitución se hace eco de cambios, movimientos y nuevas dinámicas no exentas de complejidad.
En 2021, Berlín se convirtió en epicentro de importantes discusiones sobre la restitución de pertenecías y bienes culturales saqueados y robados. Diferentes iniciativas y alianzas se unieron en manifestaciones, campañas y performances para llamar la atención sobre la construcción del Humboldt Forum y exigir la devolución de todos los objetos y pertenencias llegados a Berlín en un contexto colonial. Reclamaron además procesos transparentes para examinar qué objetos terminaron en los museos berlineses y en qué condiciones fueron adquiridos, para proponer su restitución.
Estos procesos de restitución de bienes culturales, estos cuestionamientos de los museos y de las instituciones colonizadoras occidentales, forman parte de un proceso más amplio que se inició en las últimas décadas el siglo XX, en un momento en el que
“(…) los procesos de descolonización iniciaron el cuestionamiento de la facultad del imperio para construir significado. Ese cuestionamiento se enmarca en un trabajo de gran escala dirigido a descolonizar el conocimiento, la historia y las relaciones humanas.” (Pratt, 2010)
La visión hegemónica del mundo impuesta por Occidente, así como el lugar que ocupa dentro de él, se ve así sacudida. Hoy, las luchas libradas en nombre de la memoria y la restitución convergen con las luchas contra la discriminación, el racismo, el sexismo, la exclusión, la homofobia y la lesbo-transfobia, o las de los movimientos de migrantes, refugiados, personas racializadas y criminalizadas y protagonistas de la era descolonial. Movimientos de principios del siglo XXI.
Es importante señalar que en Alemania, las demandas de restitución de cientos de miles de objetos africanos y de Abya Yala robados o adquiridos en la época colonial, se producen en un contexto marcado por el reclamo de la incorporación del pasado colonial a las narrativas alemanas. Desde hace más de 20 años, iniciativas, grupos y personas afroalemanas y de la diáspora africana han venido resistiendo la trivialización y la amnesia del pasado colonial que persiste en la conciencia colectiva alemana.
El Diccionario Panhispánico de Español Jurídico de la Real Academia de España define la restitución como la “devolución por un Estado de objetos que fueron confiscados, incautados o robados y que son considerados bienes culturales.” [1] Según el derecho internacional público, la reparación consiste eliminar por completo las consecuencias del ilícito. «El principio esencial, que deriva de la misma noción de acto ilícito […] es que la reparación debe borrar, en la medida de lo posible, todas las consecuencias del acto ilícito y restablecer la situación que previsiblemente existiría si el citado acto no hubiera sido cometido.» [2]
La restitución no se limita únicamente al acto de devolver lo saqueado, lo robado, disculparse e indemnizar. Como hemos visto en los párrafos anteriores, la restitución es un proceso que comienza con el reclamo e implica un ajuste de cuentas con la historia colonial de muchos estados. Aquellos que han sido saqueados y vilipendiados por el poder colonizador se levantan, alzan la voz, crean alianzas y exigen cuentas, reclamando lo que les pertenece y confrontan a los poderes que, bajo el disfraz de la democracia, el orden, el progreso, y el desarrollo, se han alimentado y continúan alimentándose de los condenados de la tierra. Las restituciones que se están produciendo no son fruto de la buena voluntad de los estados, son el resultado de las luchas y resistencias anticoloniales y decoloniales.
El dominio y la colonización cultural, económica y política fueron los impulsores del robo y la extracción, no solo de pertenencias culturales y recursos naturales, sino también de cuerpos, tanto vivos como muertos. Este daño ha sido perpetrado por aquellos que se han beneficiado y siguen beneficiándose de la extracción. No es posible hablar de restitución sin abordar el tema del extractivismo. En mi opinión, la restitución no puede tener lugar sin un entendimiento y reconocimiento de las relaciones de colonización y dominación que permitieron la expoliación de la pertenencia cultural.
En el último año, el Museo de Berlín devolvió dos máscaras sagradas pertenecientes al pueblo indígena kogui de la Sierra Nevada de Santa Marta, en el norte de Colombia, así como 20 de las 400 piezas de bronce del antiguo reino de Benín, actual Nigeria. Esta última devolución generó una gran controversia y cuestionamientos al descubrirse que los Bronces no serían exhibidos en otro museo, sino que serían devueltos al actual sucesor del antiguo reino de Benín, el Oba Ewuare II, mostrando respuestas y actitudes que no estuvieron exentas de arrogancia por parte las instituciones, algunos investigadores, políticos y periodistas europeos.
Una vez más, observamos cómo Europa y sus instituciones intentan dictar e imponer su visión sobre dónde deben estar ubicados los bienes culturales que no les pertenecen. ¿Por qué el patrimonio cultural para ser valorado y preservado tiene que estar encerrado en un museo? Como si al ver una pertenencia dentro de una vitrina y una placa con letras y números pudiera revelarnos la significación, la importancia y el valor de esta pertenencia. Como si ver y escuchar dentro de los predios de un museo fueran las únicas maneras de conocer.
El museo europeo se fundamenta en la idea de que solo se puede conocer lo que se ve, y que los objetos y pertenencias solo tienen valor si son observados, admirados, fotografiados y escudriñados hasta el más mínimo detalle. Sin embargo, al descontextualizar las pertenencias culturales, el museo europeo ignora que estas tienen un significado distinto para sus creadores, que mantienen con ellos una relación social, ceremonial, familiar y religiosa, y que existen para cumplir una función dentro de esas sociedades, muy alejada del simple papel de objeto o artefacto en una colección de museo. Al respecto, el científico social Felwine Sarr afirma que:
“También ocurre con los objetos etnográficos que originalmente tenían un significado espiritual, pero a los que más tarde se les dio un significado completamente diferente en los países que los robaron, y este significado posterior se considera mucho más importante allí. Eso también es una expresión de esta fantasía colonial: te quitamos tu arte, le damos un nuevo significado, un nuevo sentido. Y este significado es mucho más importante que el original [3].”
El museo occidental y sus archivos ejercen un doble poder, como señala Boaventura de Sousa:
” (…) el poder de producir o seleccionar el tipo de conocimiento que se considera que vale la pena almacenar; y el poder de fingir que no existe ninguna selección y, por tanto, que el acto de seleccionar y el modo de almacenamiento, en sí mismos, no corresponden a un conocimiento nuevo. En vez de surgir como ejercicio de poder, el almacenamiento se justifica como cumplimiento de un deber cultural.” (Sousa Santos, 2019)
Con disimulo, sin explicitar la particularidad de su mirada, el museo europeo nos presenta su visión del “otro”, como si fuera el “otro” mismo. Los museos coloniales occidentales son los espacios donde un conocimiento de la realidad, una manera particular de ver el mundo, se presenta como conocimiento universal y único de la realidad.
En mi opinión, la restitución debe ir acompañada de procesos dentro de los museos y archivos occidentales donde, además de conocer y reconocer el valor, las contribuciones y conocimientos de otros, se posicione en el orden imperial del mundo que han ayudado a construir, para que tematicen y critiquen cómo estos espacios se han convertido en lo que son, su historia, la historia de sus prácticas, sus fuentes, sus recursos y sus inversores. Es fundamental que los museos y archivos cuestionen de dónde proviene la necesidad de radiografiar, categorizar, coleccionar, cartografiar, extraer y exhibir hasta que no quede un gramo de misterio, y que reconozcan que estas prácticas no son universales ni naturales del ser humano, sino específicas del hombre blanco europeo, reflejando manías imperialistas y extractivistas.
La restitución no significa únicamente devolver el bien cultural robado o la pertenencia extraída, sino de restaurarle el sentido para el que fue creado; y reconocer a sus creadores y dueños sus capacidades como sujetos, que reclaman, negocian, resignifican y deciden el futuro de los bienes culturales devueltos. Los museos y archivos occidentalizados deben comprender que lo que albergan en su interior pertenece a culturas vivas, a pueblos que han continuado existiendo y resistiendo a los nuevos y viejos colonialismos. Estos pueblos hoy les reclaman, les exigen, a la vez que reparan aquellos lazos y conexiones rotas, reconstruyen sus memorias y por ende sus futuros.
Figuras de guardián relicario (Eyema-o-Byeri), pueblo fang (s.XIX), en el Museo del Quai Branly, Francia
Restitución, sanación y memoria
En toda esta constelación, hay preguntas que rondan en mi mente constantemente: ¿Cómo se puede restituir y reparar cuando lo que se roba y sustrae no son solo objetos, sino también personas custodian la cultura inmaterial de sus pueblos? ¿Qué se ha perdido además de las pertenencias y los bienes culturales con el robo, la compra ilícita y deshonesta?
Con la colonización, la esclavización, el saqueo y la expansión imperialista también se trató de destruir formas de pensar, existir, crear e imaginar. Entonces, ¿se puede restituir nuestra capacidad de imaginar? Nadie, ni los museos, ni los archivos, ni los estados coloniales tienen el poder de devolvernos la creatividad y la fantasía que nos permitiría recrear esos mundos truncados que podrían haber sido. En mi opinión, este poder solo puede emanar desde dentro de las comunidades y grupos que han sobrevivido y han tratado de mantener su cultura a lo largo de estos últimos cinco siglos. Como bien dice el maestro Albán Achinte, existen remanentes de cultura que solo pueden ser recuperados a través de la memoria, una memoria que adquiere dimensiones políticas, ya que son las comunidades y los grupos quienes decidieron y deciden qué olvidar y qué recordar. No son sujetos pasivos a los que se les impone un sistema de saber y de olvido, ellos deciden qué meter en las profundidades, qué camuflar y qué invisibilizar.
Estas son cuestiones importantes que me gustaría subrayar, pues en las diversas luchas que llevamos a cabo (luchas por los territorios usurpados, por los derechos aplastados de mujeres, migrantes, personas con género no binario, luchas por las memorias y las voces silenciadas), a menudo olvidamos o desconocemos que esas comunidades y grupos eran, y son, sujetos con agencia. Es ciertamente complicado, a lo largo de todos estos siglos, recuperar y eliminar todas esas capas de enmascaramientos, olvidos voluntarios e involuntarios, auto silenciamientos y silenciamientos por parte del poder, así como genocidios, usurpaciones, desplazamientos y exilios. Estos procesos de recuperación y reelaboración solo pueden darse a través del compartir con las comunidades y grupos en los territorios, y menos en las academias, escuelas, galerías, museos y archivos, con el objetivo de construir una historia que se les asemeje, que cuente quiénes han sido y quiénes son, unas historias que los guíen en quiénes quieren ser para construir futuros que se parezcan a sí mismos. Aunque sin lugar a dudas, también creo que son procesos que deben ocurrir en todos los frentes y con todos los recursos que tenemos, así como todas las alianzas que seamos capaces de construir. Es crucial confrontar los archivos artísticos y culturales estatales y coloniales con los archivos de saberes orales (Meneses, 2020:401), vividos por esos seres que fueron empujados hacia la línea del no ser.
Para aprovechar las potencialidades que, sin pretenderlo, nos ofrecen los museos y sus instituciones, y para desmembrarlos, romper y trastocar sus categorías, es indispensable tener y hacer uso del derecho a ingresar en ellos. Como señala Ariella Azoulay sobre los archivos, contienen una enorme cantidad de información sobre nosotros y sobre los demás, todo un mundo compartido. Es importante interrumpir, irrumpir, desestabilizar y confrontar los museos y archivos desde su propio caos y paradojas, aprovechando sus límites, desobedeciéndolos e indisciplinándolos para, tal como dijo Glissant, recomponer un pasado, también, a través de las subjetividades y de la imaginación, “(…) de forma profética, por las gentes, las comunidades y las culturas que se han visto privadas del mismo”.
Por eso me interesan, como artista y mujer diaspórica del Caribe, la restitución no solo de “bienes culturales” (según la nomenclatura occidental), sino también de imaginarios y memorias colectivas. Me gusta la idea recuperar la creatividad para imaginar y soñar los mundos robados por el colonialismo, el capitalismo, y un largo etcétera. Es necesario perder el miedo a adentrarse en los archivos con sus rituales de autoridad y solemnidad. Es necesario desmonumentalizarlos, desmontar piedra por piedra sus poderes.
Para lograr esto, es necesario tener acceso ilimitado a estas instituciones, garantizando el derecho al archivo y a los depósitos de los museos. Esto implica entrar, buscar, solicitar y propiciar las condiciones que permitan dicho acceso. Porque ¿cómo vamos a pedir restitución, devolución si no tenemos información? Hay que encontrar formas de romper los contratos con los centinelas (Azoulay) y exigir el derecho a saber qué se encuentra realmente en los museos, depósitos y archivos, qué se expone y cuáles fueron los criterios elegidos por los curadores para excluir ciertos bienes culturales, documentos o narrativas de las exhibiciones. Demandamos saber todo lo que no está.
Para terminar, quisiera esbozar algunas acciones que considero importantes llevar a cabo dentro de estos procesos, tanto en el interior de los museos, archivos y depósitos, como en los territorios y comunidades a los que los bienes originalmente pertenecen, con el objetivo de que estos procesos se conviertan en la norma y no en la excepción.
Crear espacios y proyectos continuos para:
– Realizar investigaciones para conocer y entender las circunstancias en las que el bien cultural fue creado y utilizado
– Conocer las circunstancias en las que fue robado, expropiado o adquirido ilegalmente (quiénes participaron, cómo fue transportado, quién lo recibió y lo guardó).
– Rastrear la historia del bien cultural dentro de los muesos y depósitos (en qué contexto han sido exhibido, cuántas veces, qué tratamiento ha recibido).
– Determinar el contexto, procesos y relaciones a través de los cuales son o buscan ser restituidos (quién participan, quién no lo hace, quién reclama, a quién se dirige la reclamación, cuáles son los canales de comunicación)
– Establecer políticas y prácticas encaminadas a hacer accesibles las investigaciones sobre la procedencia de los bienes saqueados o aquellos sobre los que existan dudas acerca de su adquisición, no solo para historiadores e investigadores, sino también para el público interesado y las comunidades y pueblos que han sido víctimas del despojo.
– Propiciar cursos y talleres de formación sobre cómo iniciar y desarrollar procesos de reclamo de bienes culturales robados, impartidos por museos, archivos y personas con experiencia en estos temas dentro de las distintas comunidades.
– Reclamar la obligatoriedad de que cada museo y archivo haga público un listado de los depósitos que albergan en su interior, o permitir proyectos independientes que contribuyan a la elaboración de estos listados.
– Incorporar estos procesos de justicia histórica, de reparación, de memoria y sanación como parte de programas y prácticas de los museos. Los museos coloniales occidentales tienen la obligación de promover espacios de intercambio y apoyar, sin condiciones y con recursos, los procesos de reclamo impulsados por comunidades y grupos, teniendo en cuenta situaciones específicas, la particularidad de los sujetos, la complejidad y larga duración de las acciones e iniciativas de estos.
– Propiciar trabajos de memorias dentro y fuera de las instituciones artísticas y culturales que contribuyan a reinterpretar estas pertenencias y bienes culturales.
Es responsabilidad de los museos y archivos como instituciones no solo restituir el bien saqueado, sino también reconocer, negociar y rendir cuentas ante los sujetos, grupos, comunidades a los que se les ha privado del bien común de la cultura.
Creo que no cabe duda de las complejidades de los procesos de restitución, que van más allá de la simple devolución y reparación, sino que implican un sentido de justicia histórica. Es importante analizar no solo la procedencia de los bienes culturales robados, sino también las condiciones que facilitaron el robo, el extractivismo y la apropiación. Contrario a lo que se pueda pensar, estas acciones no son exclusivas del pasado: los museos y archivos europeos están llevando a cabo tímidas acciones de devolución, mientras que los Estados que los respaldan y financian son cómplices de la explotación de territorios, recursos y conocimientos que continúan empresas y transnacionales en África, Asia, el Pacífico, Abya Yala y el Caribe. Las condiciones y mentalidades que propiciaron y condujeron a la opresión y el saqueo no han cambiado. La dominación, tanto simbólica como económica, política y financiera, de los poderes históricamente coloniales, y las resistencias y luchas de grupos y comunidades contra ellos, las luchas étnicas y de clases, y los conflictos territoriales, son los contextos que enmarcan los procesos de restitución y los nuevos saqueos. No puede haber restitución, ni reparación sin una crítica y prácticas descolonizadoras, tanto dentro como fuera de los museos y archivos.
“Placa: Guerrero y Asistentes” (siglos XVI-XVII) Bronce de Benín expuesto en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York.
Para este artículo se han tomado partes importantes de mi tesis de maestría “Archivos Cimarrones: Una propuesta metodológica para una práctica artística participativa y emancipadora que construya memorias con y para las comunidades”. Berlín 2023 (sin editar)
[1] https://dpej.rae.es/lema/restituci%C3%B3n-stricto-sensu
[2] (SCPJI, 13-IX-1928, Fábrica de Chorzow). CDI, Proyecto de artículos sobre la responsabilidad del Estado por hechos internacionalmente ilícitos, de 2001, art. 35; CDI, Proyecto de artículos sobre la responsabilidad de las organizaciones internacionales, de 2011, art. 35).
Diccionario panhispánico del español jurídico https://dpej.rae.es/lema/restituci%C3%B3n
[3] Es ist auch bei ethnographischen Gegenständen so, die ursprünglich eine spirituelle Bedeutung hatten, denen man dann später in den Ländern, die die Artefakte gestohlen haben, eine ganz andere Bedeutung verpasst hat und diese spätere Bedeutung hält man dort für sehr viel wichtiger. Auch das ist ein Ausdruck dieser kolonialen Fantasie: Wir nehmen euch eure Kunst weg, wir geben ihnen einen neuen Sinn, eine neue Bedeutung. Und diese Bedeutung ist weit wichtiger als die ursprüngliche.“ Felwine Sarr ist Sozialwissenschaftler, Musiker und Professor für Ökonomie in Saint-Louis in seinem Heimatland Senegal. https://www.deutschlandfunkkultur.de/felwine-sarr-koloniale-vorstellungen-herrschen-nach-wie-vor-100.html
Bibliografía
Alban Achinte, A. (2018) “Epistemes otras: ¿epistemes disruptivas?” en Epistemes otras: ¿epistemes disruptivas? En Maestría Estudios Culturales UCP Channel, 4 May. Verfügbar in: https://www.youtube.com/watch?v=iB4EYe_wvTY&t=5735s
Azoulay, A. (2014) Historia Potencial y otros ensayos. Taller de Ediciones Económicas.
Glissant, E. (2016) Introduccion a una poética de lo diverso. CERMI und Ediciones Cinca.
Mbembe, A. (2020b) “Descolonizando el conocimiento y la cuestion del archivo. Una reflexion desde Sudáfrica” in B. Sousa Santos und M. Meneses (ed.), Conocimientos nacidos en las luchas. Construyendo las epistemologias del sur. Spanien: Ediciones akal, p. 411 – 435
Meneses, M. (2020) “Sabores, aromas y conocimientos: desafíos a una epistemología dominante” in B. Sousa Santos und M. Meneses (ed.), Conocimientos nacidos en las luchas. Construyendo las epistemologias del sur. Spanien: Ediciones akal, pp. 385 – 408
Pratt, M. (2010), Ojos imperiales. Literatura de viaje y transculturación.
***
Daniellis Hernández Calderón es licenciada en Sociología por la Universidad de La Habana. En 2007 se graduó como Documentalista en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, Cuba. Tiene un Máster en Arte en Contexto por la Universidad de las Artes de Berlín. Vive y trabaja en Berlín como artista, activista y curadora. En su trabajo explora posibilidades de reinvención del pasado y toma como material sensible para construir su obra aquellas memorias producidas y alimentadas en la convivencia, solidaridad, luchas y resistencias de cuerpos migrados, diaspóricos y discriminados, pero no vencidos.
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