Anna Sans – Lleida | Cuando vi por primera vez Yellow Fever, el multipremiado cortometraje de animación y técnica mixta de la artista keniana Ng’endo Mukii, me quedé tan impresionada que no pude dejar de investigar más sobre ella y su trabajo. Con sus películas descubrí un abordaje original e único a la historia de Kenya, una mirada nueva y diferente sobre el tema de las migraciones, pero también una interesante y personal reflexión sobre la identidad, el color de piel y la belleza como constructor social occidentalizado. Todo a través del estilo personal de sus documentales animados y una mezcla de técnicas que incluyen la animación tradicional, el stop motion, la rotoscopia, el live action, el vídeo experimental e incluso la danza contemporánea.
Indagando un poco más, me encontré con un debate televisado en Victoria’s Show -un programa importante de la televisión keniana- sobre el polémico tema del blanqueamiento de la piel con productos a menudo nocivos, para alcanzar el estereotipo eurocéntrico de belleza femenina, tema principal de su galardonado Yellow Fever. Su punto de vista sobre esa inseguridad, también vivida en su propio yo, frente a un ideal de belleza globalizado, y también sus opiniones y su compromiso con el movimiento #mydressmychoice que sacude Kenya a raíz de los abusos públicos a mujeres y el debate sobre el uso de la minifalda, me inspiraban cada vez más interés y ganas de conversar con ella.
Así que este es el resultado, un Skype Lleida-Nairobi al que, para mi sorpresa, accedió al momento, y en el que hablamos de feminismo, estereotipos de belleza, pigmentocracia y animación, entre otras cosas.
En varias entrevistas y artículos sobre tu trabajo se te describe como artista, ilustradora, videoartista, cartoon maker o cineasta de animación. ¿Con cuál de estas etiquetas te sientes más cómoda?
Creo que básicamente me describiría como filmmaker, cineasta a secas, porque no sólo hago animación y cineasta engloba todos los géneros.
¿Qué es lo que más te gusta de la animación como medio?
Que es algo muy práctico. Cuando ruedas una película tienes un equipo de gente y un tiempo limitado para hacer una escena. Si tiene lugar durante el día o la noche, el sol no espera por ti, así que al final has pagado a todo un equipo, tu dinero ha volado y tienes un día para grabar, y eso es todo. No me gusta sentir esa presión. Con la animación no hay tiempo, puedo construir esa escena cuando quiera, volver a la semana y terminarla, no dependo de tanta gente ni del tiempo. Cuando filmas, no hay “próximo día” tiene que ser entonces. La animación es timeless, puedes trabajar cuando quieras. La presión que siento al grabar live action es muy diferente de la que siento al animar.
Tu estilo es muy experimental también. ¿Fue algo espontáneo o un camino que has ido explorando?
Me gusta la videocreación experimental porque te da la posibilidad de volver a repensar las cosas. En Yellow fever tuve que volver atrás y adelante muchas veces. Si algo no me gusta, lo vuelvo a hacer, pruebo algo distinto. En This Migrant Business muchas de las tomas no tenían el ambiente exacto que buscaba así que dibujé encima, rotoscopiando. La animación te da permiso para experimentar, que es lo que de verdad disfruto. Hay muchos cineastas muy experimentales y lo hacen ante la cámara pero yo, como cineasta, siento que la animación me permite explorar de una manera muy distinta.
Todos los artistas encuentran inspiración en otros artistas. ¿Cuales dirías que son tus influencias?
Hay cosas de Michel Gondry que me gustan mucho, como la manera de editar. Wangeci Mutu es una pintora keniata y sus pinturas son simplemente brillantes. Son todas sobre mujeres, la manera en que los cuerpos femeninos son usados en los medios y la distorsión de la feminidad… También tengo que mencionar a Ben Okri, es un escritor, autor de The Famished Road. Todo el libro es de un realismo mágico increíble.
También hay mucha danza contemporánea en tus películas, como en Yellow Fever y también en Hasidi.
Bueno, todo lo que he querido hacer siempre en animación o cuando creo mis personajes animados es controlar ese cuerpo que he creado, y los bailarines hacen eso todo el tiempo. Cada día aprenden cómo controlar sus cuerpos, cómo controlar el personaje, y tienen ese conocimiento y entendimiento de sus cuerpos que interiorizan. Pero cuando estoy animando siento que hay una separación entre el personaje y yo, porque es el ordenador, el personaje no es real. En la danza no hay separación, la mente y el cuerpo van a una, representan el personaje pero a la vez lo son. Es por eso que disfruto usando la danza y a los bailarines en mis trabajos.
La mayoría de tus películas y cortometrajes hablan sobre temas de gran actualidad en África y con trasfondo social, como Yellow Fever, que saca a colación el tema del colorismo o pigmentocracia. ¿Cuál es el siguiente tema que te gustaría explorar?
El tema en el que estoy trabajando ahora es el hecho de ser una mujer, artista, cineasta, en Nairobi. En esta historia estoy mostrando las experiencias de las mujeres cuando vamos por la ciudad: cómo la gente interactúa contigo, cómo es la interacción con los espacios, qué tienes permitido y qué no. Las distintas experiencias que vives siendo una mujer y trabajando en Nairobi. Ésta película se llama The Teapot / Birika, una exploración, llena de realismo mágico, de un día en la vida de una joven cineasta keniana en Nairobi, una inmersión en las sensaciones y experiencias que vive mientras recorre la ciudad para ir a tomar el té.
En este trabajo, ¿haces referencia a la campaña #mydressmychoice, contra el abuso sexual a las mujeres en Kenya, con las que militas en las redes sociales?
Esa presión sobre cómo debemos ser y vestir es parte de ser una mujer en Kenya. Tenemos una sociedad patriarcal y cristiana muy arraigada, y un partido cristiano muy fuerte, a pesar de que haya un empoderamiento de las mujeres, las cosas están cambiando para muy poca gente. Creo que la mayoría tiene aún todas esas creencias sobre la manera en que debemos vestirnos, para protegernos a nosotras mismas, y así continuar la subordinación. Ahora mismo, los líderes cristianos y otros líderes religiosos están luchando contra el registro de la Kenya atheist society. Es decir, intentan destruir todo eso con lo que no están de acuerdo. El feminismo aparentemente es anticristiano, según algunos curas, así que…
¿Y qué es lo que hace que la animación sea una herramienta para transmitir ese tipo de mensajes?
La manera en que yo veo la animación es con la forma del caballo de Troya. La sociedad, sobretodo aquí, no se toman en serio la animación, lo ven como un entretenimiento infantil, no entienden que puede mostrar valores sociales o hablar de temas profundos. Creo que debido a esto, cuando ven animación bajan la guardia. Con Yellow Fever, si hubiera usado live action u otra técnica documental que no fuera la animación, creo que la gente hubiera puesto más resistencia al mensaje que estaba transmitiendo. Cuando miras animación por primera vez dices, “Ah, eso es para niños”, y tomas las cosas de una manera muy distinta. Creo que el mensaje entonces llega al subconsciente de la gente y de la manera de pensar un problema determinado. Creo que es un medio muy poderoso.
Pero, ¿la animación no ha roto aún el estereotipo de que es algo para niños? Los amantes de la animación, los artistas y colectivos que se dedican a ello y los festivales de animación han crecido mucho y hay por todo el mundo, también en África.
Creo que todavía no ha cambiado tanto. Al menos para la generación de mis padres. Ellos llaman a mi película Kafilm, y en Kenya cuando pones un Ka delante de algo es para hacerlo pequeño, es un diminutivo. Así que según ellos Yellow Fever es mi “peliculita”. Y recuerdo a mi madre diciendo: “¿Me estás intentando decir que esa gente te paga para ir a otro país, por tu vuelo, por comida y alojamiento, y te quieren allí solo por tu ‘peliculita’?”
He hablado con muchos animadores, gente con la que trabajo o que se dedican al cómic, y todos están de acuerdo en que la única animación que se respeta aquí es la animación 3D (la animación generada por ordenador), porque por un lado todo el mundo piensa que tiene un aspecto muy cool y porque puedes hacer mucha publicidad con ella. Así que la animación que yo hago no es tan respetada por la estética y el contenido en valores. La animación está más pensada para la publicidad y no quieren hacer eso que yo hago porque no les importa tanto el contenido social. Pero se puede usar la animación para cualquier cosa que quieras transmitir, más allá de publicidad o valores.
Con Yellow Fever has recogido numerosos premios en festivales de todo el mundo. Pero, ¿cómo fue su recibimiento en Kenya?
Yellow Fever ganó el premio a mejor animación en el Festival Internacional de Cine de Kenya y se ha proyectado en muchos lugares en Nairobi, y cuando salgo, la gente viene y me habla sobre la película. También he sido invitada dos veces en el Victoria’s Show para hablar sobre el colorismo. La razón por la que fui invitada es la película, no hubiera sido posible de ninguna manera. Cuando vivía en Inglaterra, por ejemplo, nunca me hubieran invitado a uno de los programas más vistos, en prime time, para hablar sobre pigmentocracia, eso nunca hubiera pasado en Reino Unido.
Así que Yellow Fever ayudó a reabrir el tema del blanqueamiento de la piel en mujeres africanas…
Sí, pero en Kenya ese nunca fue un tema. Es un tema de conversación cuando por la calle pasa por tu lado una persona que se nota que se ha blanqueado, o lo hablas con tus amigos cuando veis vídeos musicales de alguien como Koffi Olomide que se sabe que se blanqueó. Hablamos sobre ello, pero nunca se había hablado en televisión. La televisión nunca había admitido este tema tan abiertamente. Es la primera vez que la gente, públicamente, habla sobre el blanqueamiento de la piel como un problema social y el colorismo como un fenómeno social.
Es un gran paso, entonces. Y en tu estilo artístico, qué vino primero: ¿la pasión por la ilustración, el dibujo, la animación, o la necesidad de encontrar un medio para hablar de ciertas experiencias personales o ciertos temas?
Aprendí a dibujar cuando era muy joven, siempre he estado dibujando y siempre he sido una apasionada del arte. Me acuerdo de cuando iba a los grandes mercados de Nairobi, me juntaba con un grupo de niños de la calle y me pasaba el día entero sentada ahí dibujándolos. No creo que en ese momento tuviera la idea de estar haciendo retratos sociales, porque creo que tenía 15 o 16 años, y estaba interesada en hacer retratos.
Así que parece que la idea estaba allí, en el subconsciente, pero lo que me gusta es dibujar, hacer animación y hacer películas. Con Yellow Fever no intentaba hacer una película sobre un problema social, estaba manejando mis propias inseguridades, las preguntas que había tenido todo el tiempo, no estaba pensando en nadie, más que en mí, en mi familia, y cómo éramos víctimas de la idea de lo que supuestamente es bello. Una vez nos damos cuenta de que somos víctimas de esa idea hay que hablar sobre ello. La gente cree que es una película política, yo creo que si Yellow Fever es política es precisamente por lo personal que es.
Los medios son también grandes propagadores de estándares de belleza femeninos, es difícil resistirse a su influencia.
Lo que dicen los medios sobre la manera en que debes llevar el pelo, la talla, el vestir, el aspecto… Cuando finalmente cumples con eso, la gente acaba pensando que eres falsa. Beyoncé, por ejemplo, quiso cumplir todas esas expectativas y ahora es falsa, es una combinación de todo lo que la gente quiere y proyecta en su cuerpo. Aquí en Nairobi tenemos a Vera Sidika, una chica que es muy criticada por todo el mundo, ya que blanqueó su piel, se hizo cirugía para aumentar su pecho y sus nalgas, y lleva un pelo brasileño postizo. Sidika es la persona a la que todo el mundo menciona cuando se habla de blanqueamiento, y la mayoría hablan de ella de una forma negativa. Pero lo que ella hizo fue calcular cómo debe ser una mujer en Kenya para ser aceptada físicamente, es decir, lo que le gusta a la sociedad keniana en las mujeres: pechos grandes, culo grande, piel clara y pelo largo y liso, y ella se lo hizo todo. Y la gente la odia y critica todo el tiempo por eso.
Sin embargo, se ha convertido en una celebrity que cobra más por aparecer 20 minutos en un bar que una persona corriente trabajando un mes. Porqué la gente la odia si representa “la perfección” que los medios difunden y todo el mundo espera, es aún una gran pregunta. Es odiada ,pero a la vez se ha convertido en un ejemplo. Es realmente estúpido. No puedes seguir las reglas al 100% porque entonces es demasiado, pero si las rompes, hay también una manera de hacerlo. Siempre que rompas las reglas no te olvides de hacerlo de manera sexy [Risas].
Las redes sociales han ayudado también a crear debate y conciencia sobre temas como el colorismo. ¿No se ha traducido esto en cambios en África sobre la manera de ver la decoloración de la piel?
Sí, pero al final del día aún necesitamos trabajar, hacer dinero. Puedo estar aquí diciendo que voy a dejarme el pelo natural, soy artista, así que tengo permiso para hacer lo que quiera con mi estilo. Pero si trabajas en un banco, no importa cuánta de esa revolución haya llegado a la conciencia. Si tienes una familia a la que alimentar, al final acabas cediendo a la presión de tener el pelo liso y lucir de una determinada manera.
Has estudiado en Estados Unidos y también vivido en Reino Unido. ¿Hay algo que eches de menos de allí? ¿Te ves viviendo de nuevo fuera de Nairobi?
Echo de menos algunas cosas, como la calidad de infraestructuras, transportes, comunicaciones, conexión a internet… Pero creativamente me siento muy unida a Kenya. Además, creo que tengo más posibilidades aquí, porque no voy a decir que sea pionera en animación en Kenya, pero quizás sí en animación documental, que es lo que yo hago.
+ Anna Sans Ha estudiado fotografía y no ha parado de viajar desde entonces. También es licenciada por partida doble en Comunicación Audiovisual y en Antropología Social y Cultural, con un interés centrado en los estudios culturales africanos. Su intención es tratar de combinar todo este aprendizaje en fotografía, comunicación y antropología para intentar salir de los muros académicos y conseguir una herramienta de divulgación que invite a la reflexión y a la curiosidad sana sobre África y su riqueza cultural, tanto dentro como fuera del continente.
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