Radio Africa Magazine

El colonialismo practicado por las naciones europeas ha sido una de las características principales de la historia de la humanidad, desde el siglo XVI hasta las décadas de los años cincuenta y sesenta del siglo XX, en las cuales esa etapa fue superada, no sin violencia. Por otra parte, el paso de la acción colonizadora ha dejado tras de sí gravísimos problemas en los países recién liberados.

Esta entrevista –“Colonialismo y Neocolonialismo” de la Biblioteca Salvat de Grandes Temas (1975)–, con el profesor Léopold Sédar Senghor, presidente de Senegal, aborda la evolución del problema colonialista y del fenómeno del neocolonialismo –que supone la persistencia de la situación de dependencia de los países que salieron del proceso colonialista, los cuales han obtenido la independencia política, pero no la económica–.

 

Léopold Sédar Senghor

 

Acerca del colonialismo se han emitido juicios muy contradictorios. Se le ha considerado como un mal absoluto y también como un fenómeno inevitable y constructivo para la evolución de los pueblos colonizados. ¿Cuál es su opinión sobre la dominación ejercida por los países europeos en las sociedades colonizadas?

Ante todo, es necesario definir el concepto “colonialismo” como proceso de ocupación de un país por extranjeros, los cuales están decididos a hacer de él su propio país, o bien mantener simplemente su dominación indefinidamente. Como es sabido, en tiempos pasados existió un colonialismo cartaginés, un colonialismo griego, un colonialismo romano… En consecuencia, podemos concluir que la colonización es un fenómeno con carácter universal.

Colonialismo es, pues, la explotación de los pueblos sometidos por parte de los conquistadores. En cierto sentido, puede decirse que el colonialismo ha existido siempre. Recordemos, por ejemplo, el colonialismo ejercido por Roma en las Galias. Sin embargo, también cabe considerar que el colonialismo, es decir, la explotación sistemática de un pueblo, conquistado por otro, no es una etapa histórica necesaria. El problema se presenta como muy complejo. Karl Marx, por ejemplo, pensó en el colonialismo como un desarrollo lineal: como una etapa más de las varias que han de recorrerse para alcanzar el objetivo de una sociedad moderna. Para él, era a la vez natural y necesario que la India pasara por el proceso colonizador británico.

La colonización tiene su faceta positiva y su faceta negativa. Por una parte, es evidente que ha favorecido el desarrollo de un proceso natural de totalización del mundo. En ese sentido, gracias a la colonización se ha ido creando, siglo tras siglo, la civilización entendida como universal. Sin embargo, por otra parte, la explotación que implica el hecho colonial, hace de él un fenómeno nefasto.

En realidad, en cualquier época, la colonización ha comportado aspectos muy negativos. Basta con analizar, como ejemplo, la historia de África, y, dentro de África, más concretamente, la de los pueblos africanos negros. Después del Renacimiento, hasta mediados del siglo XIX, los árabes y los europeos organizaron el comercio humano llamado “trata de negros”. Unos 20 millones de negros fueron deportados a las tierras americanas. Como afirma Roger Garaudy, por cada negro deportado, diez fueron muertos. Yo creo que fueron doscientos millones. Se trata del genocidio más brutal de la historia. El mal causado al África negra es el más terrible que jamás se haya causado a una etnia.

Y sin embargo, insisto en el hecho de que la colonización ha comportado algo de positivo en el sentido de que a los pueblos africanos nos ha permitido entrar en el mundo moderno. El proceso colonizador nos ha aportado aspectos culturales que, a pesar de ser extranjeros, cabe considerar como fecundos. Yo mismo he pronunciado conferencias en las que he tratado de demostrar cuáles fueron los beneficios que nos reportó a los senegaleses la colonización francesa.

Para finalizar con la cuestión que me plantea usted, permítame un último ejemplo para ilustrar lo que afirmo. Yo mismo participé en la conferencia organizada por el Club de Roma en la ciudad de Salzburgo. En la última sesión, escuché atentamente la intervención del delegado argelino, doctor Talib, el cual intervino después de que lo hiciera un orador de raza blanca, cuyo discurso había sido ampuloso y confuso. En cambio, el doctor Talib dio en su parlamento una lección de concisión, de método, de solidez. A la salida, al encontrarnos, le dije: “En el fondo, la colonización francesa no sólo ha tenido rasgos negativos. ¿No cree?” Talib, asintiendo, me respondió: “Tiene usted razón”.

 

Si el colonialismo ha tenido alguna faceta que puede considerarse positiva desde un punto de vista histórico, ésta no es otra que la introducción, en países muy atrasados, de los procesos de desarrollo industrial, creando así condiciones para el cambio social.

 

¿Considera usted que existen diferencias esenciales entre el tipo de colonialismo británico y el tipo de colonialismo francés?

Sí, las diferencias propias de ambas culturas. Por ejemplo, los británicos son mucho más sensibles que los franceses a la diferenciación racial, y ello les indujo a no destruir los fundamentos de las civilizaciones negroafricanas. Por ejemplo: los niños indígenas de las escuelas de las antiguas colonias británicas realizaron sus estudios utilizando a la vez la lengua materna, autóctona, y la lengua inglesa. En cambio, los franceses, convencidos del valor universal de su cultura, intentaron por todos los medios asimilarnos.

Los anglófonos de África negra permanecen enraizados en sus valores culturales, es decir, han asimilado mucho menos los fecundos valores de la civilización británica o de la civilización universal. Por el contrario, pueblos como el senegalés, en cierto sentido, han desnaturalizado su propia cultura, aunque por otra parte han podido asimilar las positivas aportaciones de la cultura francesa. Observadores objetivos consideran que los francófonos hemos asimilado mucho mejor los valores de la civilización universal que nuestros hermanos anglófonos.

 

¿Cuáles han sido los factores más importantes a través de los cuales los pueblos colonizados han tomado consciencia de su identidad nacional?

Existen numerosos factores. Quizás en primer lugar las dos Grandes Guerras, en las que los blancos en general, y los blancos indoeuropeos en particular, se destruyeron. La congénita atrocidad de la guerra, los medios de propaganda utilizados, son fenómenos que contribuyeron al despertar de las conciencias de los pueblos dominados. Nosotros pudimos comprobar que los euroamericanos no eran inmortales, que tenían sus debilidades, que no eran dioses, puesto que recíprocamente resaltaban sus defectos como parte de la propaganda belicista.

Yo creo que ese fue el primer factor importante. En segundo lugar: los propios vicios de la explotación colonialista, es decir, la explotación económica, la destrucción de las civilizaciones autóctonas, el desprecio hacia lo indígena, y desde luego el hecho de que los colonizadores no practicaban las virtudes que enseñaban y predicaban. Y ello ni desde el punto de vista moral ni desde el punto de vista intelectual. Los euroamericanos dejaron, pues, de aparecer como seres infalibles. Fue así como llegamos a tomar conciencia de la necesidad absoluta de recuperar nuestra identidad original, nuestra civilización original, y con ello la recuperación de nuestra dignidad.

 

¿Cuáles han sido las influencias de las tácticas anticolonialistas de Estados Unidos y la Unión Soviética en el proceso descolonizador?

En mi opinión, la táctica anticolonialista desarrollada por las dos grandes superpotencias ha tenido considerable influencia en la descolonización. Sin embargo, por ejemplo, esa influencia no modificó nunca mi actitud ni la de las élites senegalesas. Aunque sea utilizar una expresión vulgar, puedo decir que nosotros juzgamos a los euroamericanos con el mismo rasero. Para nosotros, la táctica anticolonialista de Estados Unidos era una táctica en el fondo imperialista. Igualmente, la táctica antiimperialista de la Unión Soviética era para nosotros un instrumento del imperialismo soviético. Objetivamente, cabe afirmar que todas las ideologías son imperialistas, puesto que son expansionistas. Es por eso que ambas tácticas anticolonialistas no influyeron en la actitud de las élites senegalesas más conscientes.

 

La guerra de Corea, que empezó siendo un conflicto interno para implicar pronto a otros países, puede considerarse como un producto típico de la llamada “guerra fría”.

 

Aspecto de un mercado en un pueblo egipcio. Probablemente, la situación no sería muy distinta unos siglos atrás.

 

Sin embargo, sí influyeron en las élites africanas en general…

En todo caso, consideramos a esos imperialismos estrictamente como circunstanciales instrumentos de liberación para nuestros pueblos. Aliados provisionales para recorrer el tramo de un camino. Aquellos dirigentes que han adoptado para sus pueblos el llamado “estilo de vida americano”, o que se afirman “socialistas”, como yo, son conscientes de que tanto los estadounidenses como los soviéticos fueron compañeros de un mismo combate durante un período limitado. Por otra parte, no podemos olvidar el hecho de que las élites africanas y asiáticas lucharon por conquistar la independencia por sí mismas, no para sí mismas.

Puedo decirle que a mí la ideología soviética o la estadounidense no me han seducido más que la ideología británica o la ideología francesa, y esto mismo vendría a afirmar el editorial del diario francés Le Monde del 15 de noviembre de 1974. Más o menos, decía ese diario que las diferencias étnicas, de religión, culturales, son mucho más importantes que las diferencias políticas propiamente dichas.

 

Usted ha hablado de los pueblos de Asia y de África… Es evidente que la Conferencia de Bandung marcó un hito decisivo en la historia de los pueblos sometidos al colonialismo. ¿Cuáles fueron sus repercusiones más importantes?

Yo sentí en toda su importancia el peso de la Conferencia de Bandung desde el mismo momento en que fue anunciada. Era el año 1955 cuando se anunció. Yo era por entonces secretario de Estado del Gobierno francés presidido por Edgar Faure. Este acogió con interés mi idea de establecer un nuevo tipo de relaciones entre Francia y sus colonias, sustituyendo la idea entre Francia y sus colonias, sustituyendo la idea de una República francesa de carácter federalista y la de la Unión Francesa. Desempeñando esas funciones, envié a Bandung a mi consejero político de aquellos días, Jean Rousse, miembro del buró político del partido socialista. Es decir, fuimos inmediatamente sensibilizados por la importancia de la idea de la Conferencia, ya que por primera vez los países independientes de Asia y África habían decidido trabajar conjuntamente, solidariamente. Los países representados en Bandung nos dieron un instrumento para la liberación de los pueblos del dominio colonialista.

 

La adopción del “estilo de vida occidental” en algunos países del Tercer Mundo reviste un carácter puramente formal. Desfile de fuerzas del orden camerunesas.

 

Actualmente, China presenta de cara a los pueblos ex colonizados una posición de privilegio, por el hecho de que ella misma fue una nación que sufrió las consecuencias del dominio colonial, y porque, a través de un continuo progreso de todo tipo, ha conseguido superar la etapa del subdesarrollo. Es decir, China aparece en cierto sentido como el país líder del Tercer Mundo. ¿Cómo juzga usted el papel de China?

Objetivamente, China desempeña un importante papel, y en mi opinión ese papel será cada vez más importante. Por otra parte, debo aclarar que yo no soy comunista, sino socialista, y que rehuso opinar en lo concerniente a la polémica que sostienen chinos y soviéticos. En el fondo, de esa controversia, se encuentra una confrontación entre dos razas, dos etnias, dos culturas distintas. Si la posición actual de China es sólida, ello se debe al hecho de que se trata de un pueblo joven, un país que está todavía en proceso de desarrollo, al igual que la mayor parte de los países no alineados, y que aparece sobre todo como una nación antiimperialista.

 

Los responsables políticos, intelectuales y en general todos los dirigentes del Tercer Mundo denuncian sin tregua al neocolonialismo, entendido como las relaciones económicas que han sustituido en nuestro tiempo a las relaciones coloniales entre los países ricos y los países pobres. ¿Cree usted que el neocolonialismo es un fenómeno inevitable, al cual se debe combatir mediante la acción comunitaria de las naciones en vía de desarrollo?

En principio, debo aclarar que, tal como usted ha sugerido, el neocolonialismo es el tipo de relaciones económicas que imperan entre países en vías de desarrollo y países desarrollados.

Por otra parte, cabe preguntarse cuál es el problema fundamental que puede conducir a una nueva guerra mundial. La causa está en el hecho de que las mercancías que nosotros compramos a los países desarrollados, del este o del oeste, cualquiera que sea su ideología y su régimen político, tienen unos precios que aumentan continuamente. Son cada vez más caras. En cambio, por lo que respecta a las materias primas que nosotros vendemos a esos países desarrollados, los precios permanecen estancados, o cuando menos su crecimiento no es del nivel del de los productos manufacturados. En esto consiste esencialmente el neocolonialismo.

El problema no puede ser resuelto más que a través de una coordinación general entre los países desarrollados, cualquiera que sea su ideología y su régimen político, y los países subdesarrollados. Hace más de treinta años que sostengo que el problema fundamental que tiene planteado la humanidad no es otro que superar la desigualdad entre las naciones desarrolladas y las que están en vías de desarrollo. Esta es la razón por la cual en mi país hemos tomado la resolución de adoptar la vía del socialismo, seguir el marxismo según nuestra propia interpretación y materializarlo por nosotros mismos. El neocolonialismo no implica la oposición entre los países socialistas y los países que no lo son. El neocolonialismo no implica la oposición entre los países socialistas y los países que no lo son. El neocolonialismo implica estrictamente la oposición entre los países desarrollados y los países que se encuentran en vías de desarrollo.

 

La mecanización de la agricultura en los países del Tercer Mundo tiene un desarrollo excesivamente lento, lo cual crea fuertes déficits entre la obtención de productos alimentarios y la demanda creciente promovida por un aumento demográfico muy rápido.

 

Existe el problema del desarrollo industrial. El déficit alimentario en gran número de países del Tercer Mundo no puede ser resuelto únicamente a través de una política agrícola. Parece que se hace necesario desarrollar una política a la vez agrícola y demográfica, sin olvidar por supuesto el desarrollo industrial. ¿Qué opina acerca de esta cuestión?

Antes he dicho que el comercio humano de la trata de negros tuvo como resultado doscientos millones de víctimas africanas a lo largo de tres siglos y medio. Es por esto que en las conferencias internacionales rehusamos escuchar a los europeos que hablan del control y planificación de la natalidad. Por otra parte, persisten diversos problemas, como el ya citado de los precios de las materias primas, y no solamente el del petróleo, así como el de los intercambios industriales y tecnológicos.

Para resolver el problema del neocolonialismo, que se traduce en la deterioración de los términos del intercambio, es necesario resolver el de los precios de las materias primas y el de las ayudas tecnológicas e industriales. Esta es la razón por la cual, el 2 de diciembre de 1974, se creó en Dakar el llamado “Club de Dakar”, centro de reflexión que reúne industriales, profesores e intelectuales europeos, árabes y negroafricanos.

 

¿Cómo explicaría los repetidos fracasos en los intentos de crear una integración africana?

No puede hablarse de repetidos fracasos. Nosotros, los africanos, avanzamos, aunque con lentitud. Se puede hablar de fracasos respecto a la cuestión de la integración africana lo mismo que puede hacerse con referencia a los intentos de integración europea, o de la Europa del Este, o del mundo atlántico. En 1963, creamos la Organización de Unidad Africana, entidad que es una realidad, y que incluye a los árabes, bereberes negroafricanos, pueblos francófonos, anglófonos, árabes. Indiscutiblemente, esto es un éxito. Por otra parte, se han generalizado los reagrupamientos regionales: la OCAM reúne a los pueblos francófonos, la Comunidad Económica del África del Oeste agrupa a seis naciones francófonas, la organización relacionada con el aprovechamiento del río Senegal, la OMFS, integra a Mali, Mauritania, Senegal, etc.

En 1963 me opuse a la tesis maximalista que sostenía la necesidad de crear inmediatamente una comunidad africana integrada, con un gobierno único, un ejército único, una dirección política única, etc. Como alternativa, yo preconizaba una formación a través de varias etapas, con una serie de comunidades regionales: África del Norte, África del Este, África del Oeste y África Austral, éstas después de la independencia de las colonias portuguesas y anglófonas del cono sur del continente. Es decir, se trataría de un avance suave.

Aunque la unidad africana es un objetivo de difícil consecución, debido fundamentalmente a los graves problemas que ha dejado tras de sí la etapa colonialista, los dirigentes africanos se esfuerzan por conseguir alianzas de tipo regional, siendo muy numerosas las reuniones de diverso nivel que buscan la resolución conjunta de los problemas.

 

¿Comparte usted la opinión de que las grandes potencias deberían limitarse a abstenerse de “hacer el mal”, o bien cree que su colaboración resulta indispensable?

Yo creo sinceramente en una civilización universal, y en tal sentido trabajamos para crear una civilización que abarque todos los continentes, todas las etnias, todas las etnias, todas las naciones, todas las civilizaciones, todas las razas. En esa labor es imprescindible la participación de todas las etnias, de todas las razas, de todas las civilizaciones, de todos los pueblos. La edificación de esa civilización universal deberá comenzar por atacar los problemas de la justicia social y la justicia económica, y las grandes naciones y las superpotencias deberán contribuir en esa construcción. Para mí, el problema es mucho menos político que económico y social que cultural. En la grave crisis con la cual nos enfrentamos, y que más que una crisis económica es una crisis de civilización, los pueblos del mundo deberán concertar su colaboración y olvidar sus confrontaciones. No hay otras vías.

Por esa razón nosotros hemos apoyado las conferencias de alto nivel que tienen lugar en el seno de las Naciones Unidas, a pesar de que en esta organización los problemas únicamente se pueden afrontar a partir de los propios principios en los cuales se sustenta ella misma. Lo más interesante, según mi opinión, sería dialogar en el seno de las agrupaciones de carácter interregional, como las que he citado antes al referirme al continente africano.

 

China es una sociedad fuertemente politizada en la que el culto a la personalidad de Mao Tsetung preside todos los aspectos de la vida cotidiana.

 

Resumiendo, ¿esas serían las bases de una estrategia para el desarrollo según usted?
Sí. Son las bases de una estrategia del desarrollo, de un desarrollo global, y no solamente de un simple crecimiento económico.

 

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