Véronique Tadjo viajó a Ruanda en 1998 a través de un proyecto llamado “escribir por deber de memoria”, con el objetivo de expulsar un sentimiento de horror que tenía en el cuerpo y tratar de comprender o percibir lo ocurrido en Ruanda durante la Guerra civil de 1994: “Hacía mucho tiempo que soñaba con ir a Ruanda. No, “soñar” no es la palabra. Hacía mucho tiempo que quería exorcizar Ruanda”. Durante ese viaje nació la novela “La sombra de Imana”, una novela de relatos de ficción, escrito con la colaboración de varios testimonios que le ayudaron a alcanzar su objetivo: dar luz a una oscuridad y forma a unas sombras que la inquietaron durante mucho tiempo e intentar plasmar en el libro las imágenes de horror de aquel genocidio transmitido por televisión.
“La sombra de Imana” está narrada como un recorrido, en todo momento explica su viaje comenzando desde Sudáfrica invitada a una conferencia, escalas obligadas en París y Bruselas y, finalmente, aterrizaje en Kigali. Su estilo narrativo es informal. Habla desde la experiencia y eso lo hace todavía más personal. Al inicio de la novela revela su nerviosismo por la aventura emotiva que le espera, como el temor a perder su maleta o que las autoridades de inmigración se queden con su pasaporte. Al llegar a la capital ruandesa se relaja y va narrando todo lo que observa.
La novela está estructurada en seis partes, de las cuales cada una está dividida en varios capítulos. Muchos de los capítulos son relatos basados en memorias, en las historias de las víctimas, de los supervivientes y de los asesinos. Todos tienen cabida en este libro para contar el horror que pasaron o infligieron en sus vidas. Las perspectivas son múltiples.
Antes de continuar, vamos a detenernos en el título del libro, porque esconde algo importante. A los que piensan que Imana es una persona que en algún momento va a aparecer en alguna de las historias, esperan en vano. No es una persona o algo material, sino una deidad. Veamos: a pesar de las rivalidades entre los ruandeses, todos ellos provienen de un grupo cultural y lingüístico llamado Banyarwanda. Dentro de este grupo hay tres subgrupos: los Hutus, los Tutsis y los Twa. Si atendemos a las creencias tradicionales comunes a estos tres subgrupos descubriremos el profundo significado del título. Imana era el dios que protegía a los hombres de la muerte, pero Imana dejó de interferir en las cuestiones de los hombres. La leyenda dice así:
Cuando Dios habitaba entre los hombres y la Muerte era una bestia salvaje
que aparecía en la tierra de vez en cuando, Imana, el creador del cielo
y la tierra, hizo un pacto con los hombres prometiendo que acabaría con
la muerte si los hombres se escondían durante la caza, así está no mataría a nadie,
ni cogería a nadie como prisionero. Pero un día, una anciana salió al huerto
y se encontró con la Muerte. La Muerte se escondió bajo su camisa y consiguió
entrar en su casa. La anciana murió. Tres días después del funeral, la nuera, que odiaba
a su suegra vio grietas en la tierra presagiando que la anciana volvería a vivir,
pero la nuera hizo todo lo posible para taparlas durante días poniendo peso encima
hasta que acabó con la posibilidad de la vida. A partir de ahí, Imana ya no interfiere en el curso
normal de la madre naturaleza. Imana dejó la tierra y abandonó a los hombres y desde entonces
la Muerte vive en la tierra.
Es un libro sencillo, de 130 páginas, fácil de leer, pero tal vez no tan fácil de digerir, puesto que, como he dicho, se centra en los testimonios de víctimas y verdugos; testimonios crudos, pues ya desde el inicio no se observa que la autora tenga intención de maquillar las descripciones de torturas o asesinatos que le han ido relatando, convirtiendo pues al “sencillo” libro en una lectura dura y realista. Objetivamente diría que está escrito para toda persona que tenga algún interés en saber algo sobre el genocidio de Ruanda. Este libro le expondrá ante unas pinceladas del horror. Lo bueno de la literatura de este tipo, y de este calibre, es que a diferencia de las frías y estadísticas noticias sobre el genocidio que se han ido publicando, la aproximación al suceso desde el relato ofrece una perspectiva más humana y, hasta cierto punto, empática.
Personalmente he echado en falta que no señalase la responsabilidad que tienen los países colonizadores en el origen del Genocidio. Si bien es cierto que en una pequeña parte habla de que las armas provenían de Francia y China, no explica o detalla los motivos principales del Genocidio, tampoco hace referencia al colonialismo salvaje de franceses y belgas y como impusieron unas fronteras donde antes no había e incitaron al enfrentamiento a etnias que antes convivían perfectamente, (a veces haciendo ridículas distinciones -como quien tiene más vacas o la nariz más ancha- para resaltar la superioridad de una tribu, los hutus, sobre la otra, los tutsis) y sobre todo en la época postcolonial, donde la manipulación se hizo mucho más intensa y con nuevos participantes en el tablero de ajedrez, armando a diferentes grupos y creando nuevos conflictos, siguiendo el mantra occidental de “a río revuelto, ganancia de pescadores”, puesto que esa zona geográfica es extraordinariamente rica en recursos naturales que las potencias occidentales no tienen y, por supuesto, codician.
Véronique Tadjo, a pesar de nacer en Paris, donde obtuvo su doctorado, pasó su infancia en Costa de Marfil. Muy apegada a su familia con la que realizó numerosos viajes, se ha alimentado de experiencias en el extranjero y actualmente participa en talleres de escritura e ilustración de libros infantiles. Panafricanista convencida, Tadjo es autora de varios libros infantiles/juveniles como: “El rey de la danza”, “Mamy Wata y el Monstruo”, “Si yo fuera rey, Si yo fuera reina”, “Buscando el Sol” y “Ayanda”. En ellos destaca la sencillez, que no el simplismo, y la búsqueda constante de la humanidad en las historias. En sus cuentos destaca su gran capacidad imaginativa y como apunte curioso observamos que recurre mucho a la dualidad cielo-tierra y la interrelación entre ambos.
Ha dado entrevistas tanto en África como en la diáspora y en ellas siempre explica que ser escritor conlleva una gran responsabilidad. Habla de una necesaria combinación entre sentir pasión por la literatura y la oportunidad de documentarse y de contar una historia, ya sea sobre la Guerra Civil de Costa de Marfil, el Genocidio de Ruanda, o rescatando tradiciones en vías de extinción y cuentos populares condenados al olvido. Tampoco deja de lado el rol del escritor como activista, centrándose en el rol de la mujer africana en la actualidad y los múltiples problemas que la oprimen. En sus propias palabras: “Tenemos que recordar para así aprender lo que tenemos y lo que hemos perdido”. Así mismo, en otra entrevista hace referencia a que “la literatura lleva temas universales donde quiera que vayas, sólo que operamos en diferentes ambientes”, esto es, que, a pesar de las distancias, las diferencias o las épocas, siempre se pueden encontrar paralelismos entre historias o acontecimientos, aunque estos se den en contextos muy diferentes.
Actes Sud, 2000
El cobre ediciones, s. L., 2003
Traducido por Núria Viver Barri, 2003
***
Me llamo Samantha Ekpo Obono. Nací en España de madre guineana (Guinea Ecuatorial) y padre nigeriano. Fui atleta durante 15 años, de los cuales tengo medallas a nivel autonómico (campeona gallega muchas veces en diversas pruebas). Estoy casada, y tengo tres hijos. Actualmente resido en Lisboa y soy una apasionada de la lectura y de los idiomas (estudio “Linguas Aplicadas” en la UAB de Lisboa) y para terminar soy la autora del blog de literatura africana y afrodescendiente @booksmuna.
LogIn