Radio Africa – Barcelona | Publicado el 11 de mayo del 2016.

El fotógrafo Landry, nacido en Toulouse en 1978 y residente en Barcelona, está hecho de dos mundos, uno europeo y otro africano, pero no trabaja como europeo o africano, sino como alguien que se siente “doble cultura cien por cien”. Landry es un alma inquieta y apasionada a la que le interesa captar los instantes cotidianos de la vida, todos aquellos momentos en los que cualquier movimiento es mágico sólo porque no volverá a repetirse jamás. Por eso, aunque también fotografía paisajes, edificios y escenas, le motiva ver cómo la gente funciona y se deja llevar por la curiosidad y la espontaneidad de la vida, la cual no deja de ser un libro abierto lleno de sorpresas e historias fuera de guión, una y otra vez.

Su carrera artística se basa en esas sorpresas y no tanto en algo estético. Pese a que muchas de sus imágenes parezcan un montaje ficticio, con un toque urbano, juvenil y contemporáneo proveniente de sus inicios como graffitero, Landry no es de los que planifican las cosas. Según cuenta, lleva a cabo las ideas al momento. Así fue cómo empezó en la fotografía: necesitaba una cámara para coleccionar físicamente sus graffitis y dejar de depender de sus amigos, y se hizo con una. Lo que no sabía entonces es que esa sería la base de todo su trabajo y la raíz de exposiciones como Based on a true story o el libro Souvenirs d’Afrique en el que reflexiona y muestra su visión particular sobre Benín, fijándose en aquello en lo que nadie ve, mirando los detalles más especiales…

Porque Landry, como muchos de nosotros, está hecho de dos mundos que lo enriquecen como persona y como artista. Una parte de él está hecha de influencias europeas, de la cultura francesa que le marcó en la adolescencia; la otra tiene que ver con Benín y con su familia, y son esos orígenes culturales los que también le influyen inevitablemente en sus obras. Cuando viaja hasta Cotonou, hasta sus raíces paternas, sólo piensa en retratar, tomar fotos y contar todas esas historias que ve porque considera que la memoria oral y visual es mucho más rica en el continente que aquí en Europa, donde predomina la memoria escrita.

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En uno de esos viajes a Cotonou surgió uno de sus proyectos más personales e íntimos, Holy African Eucharist. Dice Landry que cuando capta una imagen prefiere tener a alguien delante de la cámara, pues le enfrenta a las personas y, al final, las fotografías adquieren un toque más poderoso y emocional. Pero, ¿cómo actuar si el sujeto protagonista de la fotografía es un ser querido al que se acaba de perder? ¿Se puede fotografiar a alguien que acaba de morir, especialmente si es un familiar directo y cercano? Sólo si se hace con amor y el fin es homenajear todos esos momentos cotidianos y esos instantes mágicos de esa persona a la que se quiere. En su caso, su abuela paterna, Antoinette Ajavon, fallecida en 2012.

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Todos los tabúes habidos y por haber en torno a la muerte hicieron que al principio Landry se frenara a fotografiar a su abuela Antoinette, pese a ser su nieto. ¿Qué le iban a decir en Europa? “Esto en Europa no lo van a entender”, pensó. Pero en Benín es habitual que las familias contraten a videógrafos para grabar en vídeo todos los días que dura el funeral, los asistentes van a misa con trajes coloridos y la casa familiar se convierte en el centro de toda la vida. Fue algo fuerte e impactante para Landry, algo que se cuestionó mucho, sin embargo en esa naturalidad vio una oportunidad; fue algo que sintió que debía hacer para homenajear a su abuela y a la vez mostrar a los demás que estas fotografías -debido al movimiento de esclavos africanos- pueden corresponder a cualquier lugar del mundo, ya sea Nueva Orleans, Haití, Brasil o el mismo Cotonou, en el que se esté venerando a un ser querido.

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Un tema global que nos toca a todos, pero que Landry quiso retratar con respeto, sensibilidad y sin folclore. Durante cinco días fue a la iglesia y asistió al velatorio de Antoinette. Vio cómo todo el mundo le daba las gracias y le daba el último adiós; cómo sus tías le pusieron las joyas y adornaron toda la casa; cómo el coro del barrio le vino a cantar; y cómo la familia recibió a unas 1.500 personas con comida y música que llenaba la calle. “Cuando ves eso quieres contarlo”, y así lo hizo.

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El libro Holy African Eucharist y la exposición que hizo después en el marco de una residencia artística -en la Residénce Avant Destruction del colectivo 9ème Concept en Bayonne, Francia- así como estas fotografías, son una parte de su intimidad, pero no tratan de sus emociones, es una visión que transmite y un canto a la vida, a la vida de Antoinette, y a la memoria familiar.

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Exposición2©Jules Hidrot / Résidence Avant Destruction

+ Para más información, esta es la página personal de Landry.

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