Tania Adam – Barcelona |

Durante el Sonar siempre me gusta hablar de la electrónica hecha en África. A tres días de su celebración, vuelvo a mirar al continente para observar como en algunas ciudades surgen espacios comunes a través de la música electrónica. Al ver las dinámicas, pienso que quizás podríamos aprender alguna cosa, sobre todo si una de las reivindicaciones de la regeneración democrática que vivimos actualmente es la necesidad de crear y trabajar espacios comunes.

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© Chris Saunders

No me extraña que estemos tan necesitados, nos hemos civilizado tanto que hemos aniquilado cualquier resquicio de espontaneidad social en los espacios públicos. Permisos, más permisos, y mucho control sobre lo que pasa en el espacio común hasta el punto de convertirlo en tierra de nadie, eso es lo que nos ha pasado. Por aquí siempre se ha mirado al norte para crear modelos de convivencia, tal vez sería más interesante mirar al sur, hacia países con recursos limitados porque es ahí donde surgen las dinámicas más sugestivas. Al no estar tan presente el Estado es la población quien se mueve, y lo hace en muchas ocasiones a través de la música que, curiosamente, siempre está presente. Aquí vivimos y escuchamos música como dos cosas diferentes, en cambio en muchas ciudades africanas la música siempre está presente vayas a donde vayas, y es un elemento que sirve para crear espacios compartidos, convirtiéndose así en un bien común. Y ese es el caso del electro sudafricano.

Por estas tierras la electrónica ha pasado en pocos años de ser música para unos pocos oídos a ser un género popular, pero está muy asociada a la cultura de clubs y esta obedece a principios mercantiles más que sociales. En Sudáfrica, uno de los mayores productores y consumidores de música house a nivel mundial, la electrónica ha traspasado las fronteras de los clubes para convertirse en un estilo de vida. El electro está en la calle, está omnipresente en el día a día y se ha convertido en un bien social. En ciudades como Johannesburgo está en todos los ámbitos de la sociedad, en gentes de todas las edades y, especialmente para muchos que viven situaciones complicadas en la periferia de los townships, es un modo de expresión y casi de salvación.

Como dice el dj Black Coffee que viene al Sonar en una entrevista que publicaremos este miércoles: “No hace falta ir a un club para escucharnos; hay muchísimos sitios para que los djs puedan pinchar. La música está en todas partes, está en las esquinas de los barrios, no es necesario ir a los clubs. No importa donde vivas, es algo que ocurre a tu alrededor”. Su compatriota y compañero de profesión, Dj Miza, al que vimos hace unos días, también comparte la misma reflexión: “La música en Sudáfrica y en todos los lugares sirve para muchas cosas: unos la usan para escapar, otros para entretenerse, algunos la usan para la educación, otros para expandir ciertos mensajes y otros por supuesto para hacer dinero. Pero sí que debo decir que la mayoría de las cosas para las que sirve la música son cosas buenas; para estar juntos, para acercar a comunidades y a personas diferentes”.

Con la música electrónica la gente está agradecida, por un momento se olvida de su vida y sus problemas, solo baila, y lo hace con personas de diferentes edades, razas… tiene gran poder de unión, por ello es un bien común.

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© Chris Sounders

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© Krisanne Johnson
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