Quiero empezar este texto con una confesión: nunca he ido a una Bienal de Arte. Y a pesar de que entiendo que esto puede afectar la legitimidad de mi discurso, en este texto me atrevo a revisar la Bienal de Venecia desde la periferia, posición de observadora externa, y la participación de países africanos, particularmente la de Ghana, en la actual edición del acontecimiento artístico.
Desde hace unos años hemos visto crecer el número de bienales, trienales, cuadrienales e incluso quinquenales de arte. A grandes rasgos, estos acontecimientos artísticos tienen un carácter no-comercial al contrario que las ferias de arte cuya finalidad principal es la exposición y venta de obras. La naturaleza sin ánimo de lucro de las ‘-nales’ ofrece a los artistas la posibilidad de ser más experimentales, más atrevidos en su discurso, más comprometidos con cuestiones sociales y políticas; en definitiva, ser más ellos sin las circunscripciones que impone el mercado del arte.
La Bienal de Venecia es sin duda la más antigua de estas reuniones artísticas. Conocida en el mudillo como las ‘Olimpiadas del Arte’, su primera edición tuvo lugar en 1875, y por aquel entonces se llamó I Esposizione Internazionale d’Arte della Città di Venezia (1ª Exposición Internacional de Arte de la Ciudad de Venecia). Su intención inicial fue la de internacionalizar al producción artística italiana, sin embargo pronto se decidió incluir la participación artistas extranjeros basada en un sistema de invitación y que continua hoy en día.
Ghana Freedom. Photography by David Levene
El modelo de la Bienal de Venecia se caracteriza por la participación de pabellones nacionales; por un lado, hay países que poseen un pabellón dentro del Giardini de la bienal, algo que viene a ser como un espacio diplomático, como las embajadas y consulados; el terreno sobre el que se erige pertenece al país representado. Por otro lado, aquellos países que no tienen un pabellón en propiedad y quieren formar parte de la bienal, deben seleccionar a un responsable que trabaja generalmente para el Ministerio de Cultura de su país, y quien está encargado de enviar una carta formal al presidente de la Bienal de Venecia solicitando un espacio en el evento para la representación artística de su país. Si estos requisitos se cumplen, el presidente de la Bienal envía entonces, una carta oficial de invitación a la participación a dicho país. Siendo esto así, los diferentes países participantes no son entes pasivos que son ‘representados’ en la bienal, sino que son ellos mismos los que activamente deben presentar y financiar su candidatura. O al menos, teóricamente.
África ha estado presente en la Bienal de Venecia desde 1948, cuando Egipto participó por primera vez. Desde entonces, el país del nordeste africano ha participado sistemáticamente en cada edición de la bienal con excepción de las de 1974 y 1978. En cuanto a países del África subsahariana, Sudáfrica ha contado con pabellones nacionales desde la bienal de 1950, aunque su presencia ha sido más irregular habiendo participado sólo en quince ocasiones desde entonces. Liberia a su vez contó con un pabellón nacional en la edición de 1960 y no ha vuelto a participar. En 1990 Nigeria y Túnez se sumaron a la cuadrilla de países africano presentes en la bienal de Venecia, y a partir de entonces, otros países como Congo, Costa de Marfil, Ghana, Kenia, Líbano, Madagascar, Isla Mauricio, Mozambique, Senegal, Islas Seychelles, y Zimbabue, se animaron a exponer a sus artistas en la muestra internacional, si bien ninguno de los países, a excepción de Egipto, lo ha hecho de manera consistente.
Este año la Bienal de Venecia celebra su 58ª edición que lleva por título May you live in interesting times [Ojalá vivas en tiempos interesantes]. Su comisario, Ralph Rugoff nos invita a comprender y celebrar la complejidad de nuestro tiempo, rechazando la simplificación de historias que en muchos casos prevalece debido al miedo y al conformismo. Esta edición cuenta con las historias de Ghana, país situado al oeste de África, y que me corrijan aquellos que más saben, pero se podría decir que la República de Ghana es hoy en día una de las democracias más estables del continente africano. Independizada del sistema colonial británico en 1957 a partir del movimiento nacionalista liderado por el carismático dirigente político Kwame Nkrumah, Ghana goza de una de las economías más florecientes en el continente junto a Etiopía, Ruanda y Costa de Marfil.
El título de la exposición del pabellón ghanés, Ghana Freedom [Libertad de Ghana] hace referencia a la canción que E.T. Mensah compuso con motivo de la independencia colonial. El dúo compuesto por la brillante comisaria Nana Oforiatta Ayim y el prestigioso arquitecto Sir David Adjaye, han seleccionado a un total de seis artistas cuyo trabajo examina el legado y la trayectoria de esa libertad a través de tres generaciones que viven en Ghana y en la diáspora. La exposición tiene tres ejes temáticos: el archivo de objetos manifiesto en los trabajos del El Anatsui e Ibrahim Mahama; ideas de representación y retrato trabajados de modo realístico por la primera mujer fotógrafa que se conoce en Ghana, Felicia Abban, y de modo imaginario por la pintora Lynette Yiadom-Boakye; y el relativismo de las nociones de pérdida y restitución representadas en el trabajo de John Akomfrah y Selasi Awusi Sosu. El Ministerio de Turismo, Art y Cultural ghanés, ha financiado la producción de nuevas obras para la ocasión, y, tal y como refleja Artnet News, el objetivo de su participación parece claro: favorecer la posición de Ghana en el mapa artístico global y fomentar el turismo hacia el país.
Está claro que la Bienal de Venecia es la Meca del arte; funciona como plataforma legitimadora con el poder de definir qué es arte, o al menos, arte de calidad. Participar como artista o comisario en la Bienal de Venecia le da prestigio a tu trabajo, a tu discurso, y por su puesto, visibilidad. No es secreto que cientos de miles de agentes culturales de todo el mundo hacen hueco en sus agendas para visitar la exposición cada dos años.
It exhibits the work of six artists including Lynette Yiadom-Boakye
Photography by David Levene
Vista de instalación, El-Anatsui, Pabellón de Ghana en la Bienal de Venecia
Photography by David Levene
One of the oval-shaped galleries has a film projection by John Akomfrah
Photography by David Levene
Large-scale installations by Ibrahim Mahama also feature in the pavilion.
Photography by David Levene
Frente a este tipo de situaciones hay generalmente dos tipos de reacción: por un lado la de celebración de lo que se considera una ruptura del sistema imperante, la apertura de una brecha y la conquista de un espacio dentro de él, por otro la de escepticismo ya que este proceso implica la reformulación de factores identitarios; unos lo llamamos apertura y cosmopolitismo, otros lo llamamos homogenización. Yo me incluyo en los dos grupos, porque soy consciente y partícipe de ambos grupos de opinión. No dispongo de herramientas argumentales contundentes que hagan que mi opinión se decante hacia un lado u otro. Y de hecho siempre acabo con más preguntas que respuestas: ¿representa realmente el capital artístico y cultural de un país la selección de artistas que el comisario de turno, nombrado por su gobierno decide exponer en Venecia? El modelo expositivo de la bienal de Venecia basado en la presentación de pabellones nacionales ha sido puesto en cuestión en numerosas ocasiones y con razón. En un mundo caracterizado por el movimiento de personas, ¿quien representa a qué país hoy en día? Lynette Yiadom-Boakye nació, creció y se ha formado en el Reino Unido, donde vive. John Akomfrah viajó a la capital británica cuando tenía cuatro años de edad donde reside desde entonces. El actual pabellón de Finlandia presenta una miríada de artistas y comisarios con diferentes nacionalidades. Quizá estas situaciones sean simplemente resignificaciones de las nociones de nación y frontera.
Lo que para mí queda claro sin duda, es que el deseo de ser ‘invitados’ a participar en estos eventos favorece principalmente al legitimador, al que se le mantiene en la pirámide vertical de poder y quien últimamente define el ‘momento histórico y estético’. La comisaria Oforiatta Ayim apunta a la necesidad de ‘salir de lo que llama el momento ‘postcolonial’ para entrar en otro que todavía tenemos que imaginar’, y si por un lado esta afirmación suena como la evolución natural, en mi opinión, este nuevo momento histórico y estético, debe ser definitivamente plural y horizontal. Y en este sentido creo que es necesario provincializar el modelo italiano (europeo) en referencia al pensador Dipesh Chakrabati, y sobre todo desmontar de una vez y por todas los sistemas de poder establecidos en la modernidad y que perduran hasta el día de hoy, descentralizando y decolonizando de este modo, el conocimiento, la estética, la práctica artística y el disfrute de la misma. Considerar otras plataformas, visitarlas, producir pensamiento, conocimiento y literatura sobre ellas con tanta pasión como se debate y se escribe sobre la Bienal de Venecia.
Ejemplo de ello es la Bienal del Cairo que se inauguró hace una semana con el título Ojos Orientados al Este. Con un total de setenta y cuatro artistas provenientes de países como que abarcan cuatro de los cinco continentes, la 13ª Bienal del Cairo justo nos invita a mirar a oriente con ojos críticos, más allá de ese pensamiento orientalista exotizante que influenció tantos artistas modernistas, y más allá de las problemáticas sociales, políticas y civiles con las que llenan las páginas de los diarios en Occidente.
Junto a la Bienal del Cairo, la de Dakar es la más longeva del continente africano. Se la conoce como Dak’Art y sin lugar a dudas, esta exposición disfruta de un mayor reconocimiento internacional. Fundada poco después de la participación de Senegal en la Bienal de Venecia, la Bienal de Dakar lleva contando ediciones desde 1996 y se ha establecido como visita obligada para aquellos amantes del arte africano. No sólo se presenta arte de los más altos estándares, sino que además la organización de la bienal presenta un programa paralelo titulado Dak’Art Off, facilitando un espacio para la presencia de artistas emergentes en la bienal.
la Bienal de Lubumbashi que se celebra en la República Democrática del Congo. La Bienal nació a partir de los Encuentros Picha Kucha de 2008. Este año tiene lugar su sexta edición que se inaugura a finales de octubre y lleva como título Genealogías Futuras, Historias desde la Línea Ecuatorial. De acuerdo a la web de la organización de la bienal, la exposición se ha establecido como uno de los eventos artísticos más dinámicos y experimentales del continente africano, donde explorar la creación africana y del mundo más contemporáneas.
Vista instalación, Rita GT, Bienal de Lagos 2017
Younes Baba Ali, Daily Wrestling (2018) (Still). Courtesy the artist
Nathalie Anguezomo Mba Bikoro, Triumph of Seagulls (2016). Exhibition view: The New Humanity, curated by Simon Njami as part of Dak’Art Biennale: The Red Hour, Dakar (3 May–2 June 2018). Courtesy Elena Agudio.
Primera edición de los Encuentros Picha que dio lugar a la Bienal de Lubumbashi
Por último cabe mencionar la jovencísima y modestísima Bienal de Lagos que celebrará este otoño su segunda edición. Llevando por título ¿Cómo construir una laguna con una sola botella de vino?, bien podría llamarse ¿Cómo construir una bienal con los recursos mínimos y sin comprometer la calidad del arte que se expone?
Y es que disponer de un espacio en la glamurosa Bienal de Venecia supone un enorme desembolso de los fondos públicos del país participante; fondos que , podrían redirigirse a apoyar el trabajo de estructuras emergentes existentes o a crear nuevas infraestructuras que favorezcan la el tejido artístico local; quizá activar programas de cooperación sur-sur con el fin de facilitar nuevos centros periféricos de práctica artística de calidad o reforzar los ya existentes.
En definitiva, entiendo que es motivo de orgullo y celebración que cada vez más países africanos inviertan en participar en muestras de arte internacionales del nivel de la Bienal de Venecia. Sin embargo, y parafraseando la conclusión de mi tesis de máster en relación al estado del mercado del arte africano, espacios como la Bienal de Venecia se han convertido en espectáculo. En mi opinión el arte más contemporáneo y plural se encuentra fuera de estas plataformas de poder.
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Raquel Villar-Pérez es una investigadora, comisaria y escritora independiente con base en Londres. Le interesan los discursos post y decoloniales insertos en prácticas artísticas y artesanas contemporáneas del Sur Global, principalmente artistas de África, América Latina y sus diásporas, y cómo sortean y se oponen a las modas establecidas por la globalización. Le conciernen particularmente las experiencias vividas y relatadas por mujeres, junto a nociones de feminismos transnacionales, y como se representan en el arte contemporáneo. Raquel ha comisariado exposiciones y programas públicos para la Galería Brunei en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos, Universidad de Londres, el festival de Cine Africano de Cambridge, la Alianza Francesa de Málaga, el Tensta konsthall de Estocolmo y otros, escribe regularmente para revistas como C& América Latina y Africanah y actualmente trabaja en Tate. www.raquelvillarperez.com
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