El primer superhombre negro de la historia de los cómics.
En noviembre de 1961 Stan Lee y Jack Kirby inauguraban el Universo Marvel con Los 4 Fantásticos. Ambos se mantuvieron juntos en la colección durante poco más de cien números, y en el bloque central de éstos construyeron una de las grandes obras maestras del tebeo mensual. Aunque a estas alturas su entronque en el género de los tipos en pijama con superpoderes es incuestionable, lo cierto es que durante esos números lo de Reed Richards y familia (es decir: Mr. Fantástico, la Chica Invisible, la Antorcha Humana y la adorable Cosa de ojos azules) era en realidad una extraña amalgama de aventuras fantacientíficas deliciosamente pop. Viajaban por la Zona Negativa, se enfrentaban a las más grandes de las amenazas cósmicas (Galactus y su heraldo, Estela Plateada) o tomaban contacto con los descendientes de un experimento alienígena (Los Inhumanos). Y es ahí, en medio de esa mítica etapa, en el número 52, con fecha de portada de junio de 1966, que se presentaba en sociedad al primer superhéroe negro de la historia: Pantera Negra.
Los secundarios negros y la supremacía caucasiana
Es necesario apuntar que el Príncipe de Wakanda, no fue el primer negro de la Marvel ni emergió de la nada. Red Mask, aquel príncipe negro que se volvió blanco, en 1954 la editorial Atlas (futura Marvel) incluyó como complemento de su cabecera Jungle Tales (1954) las aventuras de Waku of the Bantu, líder tribal africano. Eso sí, en sus siete apariciones sólo repartió mamporros a otros negros.
Mucho más relevante fue la aparición en 1963 del soldado negro Gabe Jones como parte del bélico equipo formado por El Sargento Furia y sus Comandos Aulladores. La numerosa presencia de combatientes afroamericanos casi obligaba a este tipo de secundarios, aunque ciertamente no era lo habitual. En realidad, el enorme contingente de tropa negra alistado por los Estados Unidos en muy contadas ocasiones se mezcló con los soldados blancos, ya que el mismo ejército efectuaba políticas de segregación e incluso se resistía a enviar a los negros al frente, hasta que su uso como carne de cañón se consideró más indicada que la carne blanca. Alguna de las aventuras del pintoresco grupo de comandos liderados por el Sargento Furia otorgó relevancia a su miembro afroamericano. En el número 6, por ejemplo, aparecía un sargento de marcados rasgos racistas que al final cobraba tintes heroicos al sacrificar su vida para salvar a sus compañeros, Gabe Jones incluido.
Waku, Prince of the Bantu (1954)
De la misma manera, es obligado citar que entre el rico universo de secundarios de la serie Spiderman destacaba la presencia de Joe Robertson, el redactor jefe del Daily Bugle y todo un modelo del profesional afroamericano de clase media-alta que luego haría célebre Bill Cosby. Creado en 1967, como personaje tenía una enorme relevancia porque finiquitaba la condición de estereotipo que hasta entonces condenó a todo secundario negro. Aún así, ni Gabe Jones ni Joe Roberston eran superhéroes.
Si tenemos en cuenta que Superman fue creado en 1938, treinta años de super supremacía caucasiana son, desde luego, una buena prueba de segregacionismo pulp. En toda la llamada Golden Age no hubo ni un puto negro asomando el careto por las páginas de los comic books nacidos tras la estela del hijo de Krypton, con excepciones contadas y denigrantes como Whitewash, el negrito de los Young Allies, o Steamboat, el torpe ayudante del Capitán Marvel original. ¿Es casual que Stan Lee y Jack Kirby decidieran romper con la tradición y dar un poco de color a la Silver Age? Lógicamente, no. La cultura pop no es más que una esponja que absorbe la realidad social y política del momento y luego, bien exprimida, expulsa novelitas de bolsillo, películas de serie B y tebeos multicolores.
Joe Robertson en Spiderman (1976)
Las primeras apariciones de Wakanda y Black Panther
En el número 52 de su colección (junio de 1966), Los 4 Fantásticos recibían la invitación de viajar a la misteriosa Wakanda a bordo de un sorprendente vehículo volador. La secreta y hermética nación africana resultaba ser un lugar hipertecnificado donde las tradiciones tribales africanas se daban la mano con la más moderna ciencia y tecnología (made in Kirby, no lo olvidemos, y cualquiera que haya leído sus tebeos sabe hasta dónde era capaz de llegar “el Rey” diseñando maquinas irreales). Como mandan las tradiciones no escritas del Universo Marvel, el primer encuentro entre la Pantera Negra y los 4 Fantásticos es a hostias. La invitación no es más que una trampa y un tipo totalmente cubierto de negro (y con una capa que afortunadamente no tardó en perder), casi sin superpoderes (los justos), estará a punto de humillar a nuestros héroes. Al final la cosa no es más que un entrenamiento, la Pantera Negra es de los buenos y el episodio concluye remitiendo al siguiente número, el 53, en el que va a explicar su historia.
Como bien comenta Mr. Fantástico a la Chica Invisible al principio de ese número mientras contempla un grupo de negros entregados al habitual baile étnico desenfrenado (ya saben, lo del ritmo en la sangre): “Aunque la tribu de los wakanda vive en la tradición de sus antepasados, poseen asombrosas maravillas supercientíficas. Aquí hay un misterio increíble y sólo la Pantera Negra tiene todas las pistas”. Efectivamente, el hombre que viste y calza el poder de la pantera es T’Challa, hijo de T’Chakay rey por derecho de la imaginaria Wakanda, un país que vive ajeno al resto del mundo como modo de autodefensa. La causa es el Vibranium, un metal único capaz de absorber todo tipo de vibraciones. El listillo de Richards no tarda en exclamar ante el descubrimiento “Su valor es incalculable para nuestro programa de misiles, por ejemplo: los cohetes hechos de vibranium jamás se desviarían debido a las vibraciones”. El extraordinario metal se acumula en una montaña que tiene carácter sagrado para los wakandas y cada nuevo jefe de la tribu jura protegerlo.
La tragedia llegó al país africano de la mano de un occidental llamado Klaw, un científico capaz de solidificar el sonido de quien más adelante se supo, como no podía ser de otra forma en la Marvel de esa época, su pasada filiación al ejército nazi. El cruel villano se percató de la fuente de poder que significaba el metal sagrado de los wakandas e inició un exterminio sólo frenado por la actitud y valentía de un muy joven príncipe, el ahora rey, en defensa de su patria y espoleado por la venganza ante la muerte de su padre. Klaw habría jurado venganza y los años transcurridos hacían sospechar de su próximo regreso. Ahí estaba la razón por la cual Pantera Negra había decidido entrenarse a hostias con la familia Richards en un acto de demostración de que era capaz de enfrentarse a cualquier peligro para defender a su pueblo y sus riquezas. Respecto a sus poderes de agilidad felina y extra percepción sensorial en la oscuridad, la explicación siempre ha sido opaca “comemos ciertas hierbas y nos sometemos a rigurosos rituales de los que tengo prohibido hablar”. Como cualquier lector de superhéroes sospechará de inmediato, Klaw no tarda ni dos viñetas en regresar, transformado en un exótico supervillano de piel rojiza, y Pantera Negra, ayudado por los 4 Fantásticos, desbaratará todos sus planes.
Y esta es la historia de los dos números que marcan el origen del primer superhombre negro de la historia de los cómics. Llegados a este punto muchos de ustedes se dirán “vale, está muy bien”, pero T’Challa no deja de ser un rey africano y, por tanto, el único punto en común con los negros de los EEUU, ya sean del Sur rural o de los ghettos urbanos, tan sólo es el color de su piel. Pantera Negra es rico, cultivado, ha estudiado en las mejores universidades, es de sangre azul y de otro continente, además de guapo, musculado y poderoso. Cualquier atisbo que lo convierta en reflejo de los problemas sociales y movimientos de protesta antes anotados es inexistente en primera instancia. Aparentemente quizás sólo ese rasgo de personalidad orgullosa para con su pertenencia negra y cierto engreimiento, además de la desconfianza natural hacia el resto de potencias occidentales, podrían mentarse en primera instancia. Y seguramente ésa era la intención de Stan Lee y Jack Kirby: crear un superhéroe negro, sí, pero mantenerlo alejado de las convulsiones sociales de la época. Hay dos elementos, empero, que lo conectan directamente con las ideas del Black Power: África y su apodo de Pantera Negra.
Primer boceto del personaje Pantera Negra
Esa Wakanda imaginaria donde los ritos tribales se conservaban intactos y al mismo tiempo que ha sido capaz de desarrollar una sociedad científica hipertecnificada en la que negros en taparrabos pilotan naves voladoras, se comunican a distancia con aparatos futuristas y manejan extrañas máquinas kirbianas para extraer energía del vibranium, no deja de ser el utópico ideal africano del Poder Negro, que a menudo soñaba con un regreso de los hijos perdidos (vía esclavitud) a su continente originario para formar una nación exclusivamente negra que fuera fiel a sus auténticas raíces y tradiciones, al mismo tiempo que se transformaba en una sociedad moderna (en términos de avance y superación) alejada de las estructuras de poder capitalista a través del racismo propias del mundo occidental. Tradición y modernidad. La idea del regreso a África como destino utópico no era nueva y tuvo en Marcus Garvey su primer gran profeta.
Mapa de Wakanda
Este es un fragmento del libro del libro “Black Super Power” (Aristas Martinez) de Daniel Ausente.
Programa de radio frica con Daniel Ausente aquí
Especial radio africa sobre la película Black Panther aquí
Black Super Power: La guerra Zulú (I)
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Daniel Ausente (Barcelona, 1966) practica la espeleología de subculturas abisales en el galardonado Blog Ausente, es miembro del equipo que realiza el videoblog Reflexiones de Repronto y del espectáculo Trash Entre Amigos. Frecuenta publicaciones como Mondo Brutto, Rockdelux, 2000 Maníacos, Tentacles, Z o Presencia Humana, así como el programa radiofónico Cabaret Elèctric de icat.cat. Ha participado en diversos libros corales (La Nueva Risa, Ven y Mira, Supercomic). Es autor del ensayo de glorificación racial Black Super Power (Aristas Martínez, 2012), de la descarnada crónica autobiográfica Mentiré si es necesario (El Butano Popular, 2013) y del pulp de quinquis y tentáculos Mataré a vuestros muertos (Prosa Inmortal, 2014).
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