Hace un par de meses cuando buscaba el texto de “Orfeo Negro” de Jean-Paul Sartre, me topé con el libro en castellano, “Antología de la nueva poesía negra y malgache en lengua francesa”. Una antología preparada por el senegalés Léopold Sédar Senghor e introducida por un texto de Sartre. No me lo pensé dos veces y lo compré pensando que estaba adquiriendo un ejemplar antiguo, una de esas reliquias que tanto me gusta encontrar. Cuando unos días más tarde me llamó el mensajero porque nadie respondía al timbre, le dije “Tíralo en la entrada, pero con cuidado que es un libro antiguo”. En el momento que llegué me precipité sobre el paquete como cualquier niña cuando abre el envoltorio de un regalo esperado, me extrañó su estado: limpio y nuevo. Pronto fui consciente de que me encontraba ante una edición inédita publicada hacía poco, una apuesta peculiar traducida al castellano por la editorial Ultramarinos. “Con tres cuartos de siglo de retraso desde su publicación en 1948, traducida hoy por vez primera en todo el mundo en una edición anotada, el lector en castellano puede leer este libro ineludible y aproximarse desde las voces que la componen a la cuestión de la negritud de mediados del siglo xx, una noción vasta y compleja, contradictoria e iluminadora, sin cuyo testimonio histórico no se puede entender ni abordar el presente de la cultura negra”, así describe la editorial este clásico de la poesía negra.
Desde entonces es mi libro de cabecera, los poemas son voces que me acompañan, me arropan, me entristecen, me animan y me transmiten una gran vitalidad. Para mi es un libro singular que trasciende temporal y espacialmente la misma idea de Négritude. Sorprendentemente, unos días más tarde me encuentro con un mensaje Unai Velasco, editor de Ultramarinos al que no conocía, presentándome el libro y sugiriendo que podíamos hacer conjuntamente alguna acción, y la respuesta fue un “sí” inmediato.
Así que lo que vais leer a continuación es la primera colaboración de Radio Africa con Ultramarinos para dar a conocer esta espléndida antología. Lo que aquí presentamos es una selección de poemas de todos los autores, dispuestos por ubicación geográfica en el libro: Guayana Francesa, Martinica, Guadalupe, Haití, África Negra y Madagascar. No obstante, aquí los encontraréis dialogando sobre el alma negra, sus anhelos, penurias y opresiones, y remitiendo a lo que Sartre enuncia en Orfeo Negro “… Así, el negro que reivindica su negritud en un movimiento revolucionario se sitúa de entrada en el terreno de la Reflexión, bien porque quiera recuperar ciertos rasgos objetivamente constatados en las civilizaciones africanas, bien porque espera descubrir la Esencia negra en el pozo de su corazón”. No tengo claro que tal esencia exista o si existió en un pasado, lo que sí tengo claro es que el choque de la cultura blanca con su negritud (nuestra negritud) todavía impera en nuestros días, por ello es una poesía llena de sentido en nuestro presente. Una poesía necesaria tan sofisticada como cruda, aunque en ocasiones bruta, que nos invita a la reflexión porque habla de la esclavitud, del exilio, de la clase, del origen y los ancestros, de la belleza y la esperanza, de las madres y la tierra, de las opresiones en las relaciones coloniales, del racismo y la inmigración, y de la gran división del mundo en blanco y negro. Como último apunte, decir que como siempre echamos de menos la voz femenina, una voz esencial pero siempre marginada. Tal vez, recuperar el legado poético femenino sea nuestra labor en este presente caótico.
Tania Adam
Antología de la nueva poesía negra y malgache en lengua francesa
Publicar la Antología de la nueva poesía negra y malgache en lengua francesa supone la culminación de un proyecto editorial comenzado hace ya unos cuantos años, un proyecto que hoy nos permite celebrar felizmente la primera traducción de un hito de la poesía negra del siglo xx, una obra reimpresa ininterrumpidamente desde que apareciera en 1948 para conmemorar el centenario de la abolición de la esclavitud en territorio francés. Pero la vinculación entre la lengua francesa y los dieciséis poetas aquí reunidos en representación de la negritud no está exenta de polémica. Como ha expuesto Jean-Paul Sartre en su ensayo introductorio:
En este contexto debe entenderse el trabajo de los «evangelistas negros». Responden a las tretas del colono con una treta inversa y parecida: ya que el opresor está presente hasta en la lengua que hablan, hablarán esa lengua para destruirla.
Y es que, en el año de publicación del libro, salvo la República de Haití, todos los territorios que abarca la antología tenían una relación con Francia de tipo colonial. Apenas un par de años antes, en 1946, Guadalupe, Martinica y La Guayana francesa, todas ellas colonias desde el siglo xvii, habían adquirido por ley la condición de departamentos de ultramar, políticamente asimilados a la República Francesa, estatus que todavía hoy conservan al otro lado del océano. Senegal, representante en este libro de los poetas del África negra, obtendría la independencia en 1960, precisamente bajo la presidencia de Léopold Sédar Senghor, después de siglos de Trata de esclavos. Madagascar, a su vez, se constituyó en república independiente también en 1960, pero, apenas un año antes de que este libro se publicara, había sido escenario de la llamada «rebelión malgache», que terminó con una sangrienta y masiva represión por parte del gobierno francés. «Orfeo Negro», el texto de Sartre sobre el concepto de negritud, que también se edita en España por vez primera,[1] a pesar de tratarse de «un esfuerzo de inteligencia y simpatía», se ha convertido con el tiempo en una referencia tan reclamada como polémica.
El libro fue originalmente publicado en el último trimestre de 1948 en Presses Universitaires de France, una editorial nacida en 1921 con vocación explícitamente académica, en una de las series de la colección «Colonies et empires». Mediante este proyecto —explica el editor, Charles-André Julien, reputado historiador y militante anticolonial— «Léopold Sédar Senghor forma parte de un pequeño equipo universitario de la École de la France d’Outre-Mer responsable de abrirles los ojos a los futuros administradores a las vivas realidades del mundo colonial».
De modo que, si bien podemos afirmar que este libro es una obra de gozosa poesía, también es un espacio de confluencias contradictorias cuyo contexto cultural debe tenerse en cuenta para una lectura verdaderamente cabal. Actualmente, el libro se ha convertido en un clásico del mundo de las letras francófonas y circula como parte de la famosa colección de bolsillo «Quadrige», en la misma editorial.
El concepto de negritud que preside la poesía de este libro sigue siendo, disquisiciones al margen, vigente para su antólogo, que en una entrevista concedida a Le Magazine Littéraire en 1983 afirmaba:
En efecto, ¿qué es la negritud? La palabra tiene un doble sentido: objetivo y subjetivo. Objetivamente, la negritud es, como la he definido, «la conjunción de valores de la civilización del mundo negro». Subjetivamente, es la manera en la que cada negro o cada colectividad negra vive los valores de su civilización.
La historia de este concepto, el de la négritude, nos permite resaltar la presencia de una figura invisible pero decisiva en esta antología: la martiniquesa Paulette Nardal (1895-1986). El concepto se atribuye al poeta Aimé Césaire, que lo usó por primera vez en el artículo «Conscience racial et révolution sociale» del tercer número de L’étudiant noir, revista creada en París en 1935 por el propio Césaire junto a Sédar Senghor y Léon-Gontran Damas, todos antologados en esta obra. Unos años antes, varios autores martiniqueses preparaban el terreno (entre ellos, Étienne Léro, también en la nómina de este libro) a través de la revista Légitime défense, en cuyas páginas daban la voz de alerta frente a los peligros de la asimilación francesa en las Antillas y apelaban al marxismo y el surrealismo como estrategias de resistencia.
Pero, todavía un año antes, en 1931, un círculo de intelectuales negros afincados en París y encabezados por Paulette y Jane Nardal creaban La Revue du Monde Noir, una publicación bilingüe en inglés y francés que ponía las bases de la negritud. Paulette Nardal llegó a París en 1920 para ejercer de Madame de Staël antillana, y su figura iba a ser decisiva en el desarrollo de la cultura negra que llevaría en última instancia a la edición de esta antología. Nardal se había instalado en la capital francesa para convertirse en la primera mujer negra que estudiaba en La Sorbona. Unos años después, en 1929, organizó un salon los domingos en la calle Hervé, en Clamart-sur-Seine, al suroeste de las afueras de París. Por allí pasaron varios de los autores de la Harlem Renaissance, movimiento cultural negro que había tenido su florecimiento a mediados de los años veinte en Nueva York.[2] Las paredes del salón de las hermanas Nardal pudieron escuchar las voces de autores como Jean Toomer, Langston Hughes o Alain Locke, coordinador de The New Negro, la obra de referencia para la cultura negra de la época, que «alertaba al mundo en 1925 de que algo parecido a una revolución cultural estaba haciéndose un hueco entre los negros en Nueva York, así como en todos los Estados Unidos, quizá por todo el mundo».[3]
Este contacto con los autores negros americanos y la revolución cultural iniciada por la intelligentsia negra del barrio de Harlem, ya fuera en el salon parisino o a través de la lectura de sus colaboraciones en la revista, junto a la línea caribeña martiniquesa, fue decisiva en la elaboración del concepto de negritud establecido por los jóvenes Aimé Césaire o Sédar Senghor, que en el año 1931 apenas habían comenzado su preparación universitaria en París. Así pues, la toma de conciencia de la cultura negra, la de su potencial artístico, iba más allá del ámbito de influjo francés, más allá de lo americano, y hundía sus raíces en cierto panafricanismo, en un sentimiento colectivo que ya ha bían empezado a predicar a principios de siglo figuras como la del estadouniense W. E. B. Du Bois o el jamaicano Marcus Garvey.
A pesar de que Paulette Nardal no aparece en esta antología, queremos aprovechar esta nota para colaborar en la revisión de los relatos con que se construye la historia de la literatura y reivindicar su figura.
Nos queda decir unas palabras sobre la edición del libro, destinadas a establecer una diferencia. Este nuevo volumen de Ultramarinos no es la edición de una obra, sino la edición de otra edición, consolidada a todos los efectos desde hace casi ochenta años. Es por este motivo que, salvo en algunos ajustes y con algunas erratas heredadas, hemos sido muy respetuosos con los criterios tipográficos del original, aunque fuera a costa de asumir algunas posibles ambigüedades. Por este mismo motivo —despejar las diferencias entre obra, edición y traducción de la edición— hemos sido escrupulosos también en el uso de las notas y, salvo en algún comentario de la traductora que resultaba de obligada transcripción al pie, el resto de las notas son propiedad de Sédar Senghor. El exhaustivo y utilísimo aparato de anotaciones complementarias preparado por Martha Asunción Alonso ha sido desplazado al final del libro en forma de glosario. Hemos suprimido las llamadas para no contaminar la lectura, que debe ser algo esencialmente sencillo. Animamos al lector a fijarse en el número de página y acudir al glosario cada vez que tenga alguna duda sobre un nombre en algún criollo antillano o sobre cualquier personaje del Senegal mitológico.
[1] En 1956 Bernardo Guillén lo tradujo para la editorial argentina Deucalión, en el volumen misceláneo de Sartre El negro y su arte; mientras que en 1960 hizo lo propio Víctor Flores Olea para un número de la Revista de la Universidad de México. En la actualidad no contábamos con ninguna edición moderna disponible. La versión estadounidense, muy comentada, fue traducida por John MacCombie para The Massachusetts Review, 6, 1 (1965).
[2] Entre los poetas, destacan autores como Countee Cullen, Claude McKay, Gwendolyn Bennett o Arna Bontemps, una larga nómina recogida en The Book of American Negro Poetry (Harcourt, Brace and Company, Nueva York, 1931) por James Weldon Johnson, y que viene a ser la versión americana de la antología de Senghor.
[3] Alain Locke, The New Negro, Simon & Schuster, Nueva York, 1997.
Antología de la nueva poesía negra y malgache en lengua francesa, Ultramarinos 2021
Léopold Sédar Senghor
Precedida de «Orfeo negro», por Jean-Paul Sartre
Traducción de Martha Asunción Alonso
Gilbert Gratiant
¡EN PIE, JOSEPH!
Joseph, toma este sombrero que el Señor ya no se pone:
Te quedará de miedo para bajar a la ciudad.
—¡Gracias, Señora!
Joseph, toma un par de monedas por el trabajo aquel que me hiciste
(Ven a gastártelas en la tienda de la fábrica).
—¡Gracias, Jefe!
—Joseph, me presento, este domingo, a la elección de diputados.
Mi ron no es malo; toma estos cinco francos enteritos para ti;
¿Verdad que los negros no sois ingratos…?
—¡Gracias, Señor!
—Joseph, estoy pidiendo para la Virgen,
Demuestra que eres un buen cristiano, puedo salvarte del infierno.
—¡Gracias, Padre!
¡Joseph! ¡Joseph!
¿Cuándo te nos pondrás en pie?
La caridad, ¡que se la queden los cristianos!
¡Joseph! ¡Joseph!
¡No existirían campos de caña,
No existirían castillos,
No existirían autos,
No existirían Señores,
No existirían Señoras,
No existirían Padrenuestros
Si no existiera Joseph!
***
Aimé Césaire
CUADERNO DE UN REGRESO AL PAÍS NATAL
[…]
Aquellos que no inventaron la pólvora ni la brújula
aquellos que no supieron domar el vapor ni la electricidad
aquellos que no exploraron ni los mares ni el cielo
conocen hasta el último recoveco del país del dolor
aquellos que no vivieron de los viajes más que el desarraigo
aquellos que se doblegaron a las reverencias
aquellos que fueron domesticados y cristianizados
aquellos que fueron vacunados de bastardía
tam-tams de las manos huecas
tam-tams inanes de las heridas sonoras
tam-tams burlescos de la traición abúlica
Tibio amanecer de calores y miedos ancestrales
por la borda mis peregrinas riquezas
por la borda mis auténticas mentiras
¿Pero qué extraño orgullo de pronto me ilumina?
***
Guy Tirolien
EL ALMA NEGRA DEL NEGRO PAÍS
Tus senos de satén negro turgentes y luminosos
la blanca sonrisa
de tus dos ojos
a la sombra de tu frente
despiertan esta noche aquí en mi alma
el eco de los ritmos sordos
las palmadas
las lentas melopeas
embriagadoras de la lejana Guinea
nuestras hermanas
negras y desnudas
y me devuelven
la noche aquella
de los negros crepúsculos con el amor a flor de carne
y
el alma negra del negro país donde duermen los ancestros
vive y habla
esta noche
en la inquieta fuerza que te recorre el surco de la espalda
en el aire indolente y el caminar orgulloso
que va dejando
tras tus pasos
la feroz llamada nocturna
que dilata y que colma
la pulsación inmensa de los tam-tams febriles
y
sobre todo en tu voz
tu nostálgica voz
tu voz que es memoria
vibra y llora
esta noche
el alma negra del negro país donde duermen los ancestros.
[1943]
***
Léon Laleau
SILUETA
La dama que viene de Holanda,
de camino a su retiro en Cannes,
recuerda en la baranda
las Antillas, los cañaverales,
y a Ruth, su criolla primita,
que aún recuerda aquella tarde
donde un mulato de la Martinica
le diera por fin caña.
***
David Diop
UN BLANCO ME HA DICHO…
¡No eres más que un negro!
¡Un negro!
¡Un sucio negro!
Tu corazón es una esponja que bebe
Se bebe con frenesí el líquido envenenado del Vicio
Y tu color es maldición que va en la sangre
Eternamente esclava.
El hierro rojo de la justicia te marcó
Marcó tu carne de lujuria.
Tu senda discurre tortuosa y humillada
Y tu futuro, monstruo condenado, es este presente de vergüenza.
Dame esa espalda por donde gotea
Y gotea el sudor fétido de tus errores.
Dame tus manos callosas y pesadas
Esas manos sin esperanza de redención.
¡El trabajo no espera!
Y caiga mi piedad
Ante el horror de tu espectáculo.
***
Léon-G. Damas
EN FILA INDIA
Y las pezuñas
de las bestias de carga que martillean en Europa
el alba aún indecisa
me recuerdan
la extraña abnegación
matutina de los cansados yugos meciendo en las Antillas
las caderas de las vendedoras
en fila india
Y la extraña abnegación
matutina de los cansados yugos meciendo en las Antillas
las caderas de las vendedoras
en fila india
me recuerda
a las pezuñas
de las bestias de carga que martillean en Europa
el alba aún indecisa.
QUEDE CLARO
Quede claro que un día
estallaré
sin esperar siquiera a que las cosas
se disfracen
de camembert maduro
Ese día voy a sacaros los pies
del tiesto
o simplemente echaros una mano al cuello
de todo cuanto me jode
con mayúsculas
colonización
civilización
asimilación y demás
Hasta entonces van a escucharme
y mucho
dar portazos.
***
Jean-F. Brière
AQUÍ ESTOY DE VUELTA, HARLEM
En recuerdo de los linchados de Georgia,
víctimas del fascismo blanco.
Hermano negro, aquí estoy, ni menos pobre que tú,
ni menos triste o más grande. Soy, entre la multitud,
el viandante anónimo que engrosa la manada,
negra gota solidaria en la resaca.
Mira, tus manos no son menos negras que nuestras manos,
y nuestros pasos a través de la miseria de los siglos
anuncian el mismo fin del mismo camino:
nuestras sombras enlazadas a los pies de los calvarios.
Pues ya luchamos antes, mano a mano.
Cuando yo tropezaba, recogías mis armas,
y con tu cuerpo inmenso que el trabajo amasara
me protegías en la caída y sonreías llorando.
Ascendía de la jungla un silencio muy hondo
por momentos surcado de inefables dolores.
En el aroma acre de la sangre alcé al fin los ojos
para mirarte inmenso, erguido al horizonte.
Ambos dos conocimos el horror de la trata…
Y a menudo, como yo, también sientes el dolor
despertándose tras la sangre de los siglos
y reabrir en tu carne las antiguas heridas.
Hubimos de despedirnos allá por mil seiscientos.
Nos miramos con los ojos danzando de espejismos,
épicas visiones de batalla y de sangre:
vuelvo a ver tu silueta en el oscuro quicio de los tiempos.
A orillas del Hudson nos perdimos la pista.
Fui a parar, con el verano y esta angustia, a Haití,
y el eco me contó canciones extrañísimas
de Pieles Rojas taciturnos despojados de sí.
Los siglos cambian de números con el paso del tiempo.
Haití, despojándose de cadenas y correas
—incendiado, idéntico a un titán el mantel sacudiendo—,
izó a los cielos, resplandeciente de sangre, su bandera.
Aquí estoy de regreso, Harlem. Tuya es esta bandera,
pues el pacto de orgullo, de gloria y de tormento
que sellamos ayer sirve para otras eras:
así desgarro hoy los sudarios del silencio.
Me sigue pesando el yugo de tu cuello en lo hondo del grito.
Como ayer en la cala sombría del suplicio,
tu voz entre barrotes se desgarra
y, si acaso te asfixias, el aire a mí me falta.
Desaprendimos el dialecto africano.
En inglés tu sueño y tu pesar me cantas.
Al ritmo de tu blues sale a bailar mi llanto,
y te canto tu angustia en la lengua de Francia.
Cuando te abofetean me duele la mejilla.
Le da sombra a mi alma el linchado en Florida,
y por la ley que es hoguera de sangre y brasas
trepa a tu corazón, como a mi corazón, la misma llama.
Cuando tú sangras, Harlem, se me mancha el pañuelo.
Cuando sufres, tu lamento perpetúa mi canción.
En la misma noche y con idéntico fervor,
Hermano Negro, soñamos ambos un solo sueño.
***
De izquierda a derecha: Jean Joseph Rabérarivelo, David Diop, Jaques Roumain, Birago Diop, Léopold Sedar Senghor, Guy Tirolien, Leó-Gontran Damas, Aime Césaire y Paul Niger
Étienne Léro
LEJOS DE LAS VIDAS…
Lejos de las vidas cuadriculadas
El tiempo se sopla en los dedos
Las semanas a canastos
Y los pantalones de encaje
No se cierra el acordeón de los días
Y los zapatos del viento
Ya ni siquiera empujarán la puerta
Hacia el que espera.
***
Paul Niger
LUNA
[fragmento]
Sobre la palma de los papayeros, bajo la axila desnuda de los nogales de la India, pesa la fluencia de la luna, y los grandes árboles negros van disponiendo la sombra en los márgenes de las sendas del futuro. Un concilio de mosquitos alucinados zumba en los arbustos habitados por la bruma resplandeciente, emite sin cesar notas de adeudo, y tiembla el lucio de plata, al fondo del cielo palustre, ante tan indiscreta presencia… Y mi corazón convulso, traicionado por la avalancha de pálido mercurio que gotea sobre el plato de esta África, ¿dirá hoy mis tormentos extranjeros? El escalofrío de la angustia azul que me rondaba el costado por la transparencia de los ojos aquellos donde incubé la ausencia; la intensidad, la vanidad de mi deuda donde agostaste tu fuerza esperanza y la soledad que vino luego, nadie los conoce —nadie—, ni siquiera ella…
***
Jacques Roumain
MADRID
[fragmento]
Las siniestras arrugas de la sierra y el horizonte cercado por tormentas de acero:
ni rastro de sonrisa en este cielo no queda ni una esquirla de azur
ni un solo arco que lance la esperanza de una sola flecha de sol
los árboles en pedazos se alzan, gimen como violines desafinados
todo un pueblo dormido en la muerte bogando a la deriva
cuando las metralletas agujerean el colador del silencio
cuando explota la catarata del estruendo
y las molduras de los cielos se desploman
y llamas retorcidas lamen en la ciudad las heridas de los lagartos noctámbulos
y en la plazuela abandonada donde ahora reina una espantosa quietud puede verse
sí puede verse en el rostro del niño ensangrentado una sonrisa
como una granada aplastada a fuerza de pisotones
Ni rastro de los pájaros cantores, pájaros de las colinas
llegó la era del cielo y el acero la temporada de los saltamontes apocalípticos
y los tanques avanzan la invasión obstinada de los escarabajos destructores
y el hombre enterrado con su odio y su alegría para mañana
y cuando se yergue
la muerte siega de un tajo a Hans Beimler
la muerte que agita sobre los carros de la llanura su vendimia de gritos
He aquí la nieve la dentadura con caries de las montañas
el enjambre de las balas zumbando sobre la carroña de la tierra
y el miedo al fondo de los embudos es como el gusano en la pústula reventada
***
René Bélance
TAPADERA
¿No sería preciso juntar así todas las fuerzas viriles para levantar la tapadera cuya pesadez se vuelve celo que bloquea la ascensión, bloquea el horizonte, bloquea toda luz?
La esperanza como la cerrazón bullendo al fondo del jarrón. Mas el penoso esfuerzo resulta en balde. La exaltación del esfuerzo alimenta el sentido de las resignaciones. Y se desagregan los tejidos abortados para la regresión.
Los ojos son negros al fondo del vacío. La barbaridad de hogueras prendidas que serían necesarias para iluminar la ruta se ha apagado en la noche. El espacio ha vencido a la fuerza comprimida.
Si en la llamada a la salvación se insurge todo fervor, mis dos brazos en cruz surgirán en la noche…
Tengo el alma más grande que el espectáculo de la desolación. Llevo en los ojos la nostalgia de mis desiertos extraviados. Traigo mis lejanas raíces perdidas en la fronda. La planta no puede morirse en el trasplante.
***
Jacques Rabémananjara
CANTO XXII
A mi amigo M. de La Roche,
al artista y al poeta
¡Azul, cuán azul este ojo del cielo
tras el cristal!
La vida en flor entre mis pestañas.
El azur entero en mis párpados.
¡Azul, cuán azul este ojo del cielo
tras el cristal!
¡Lóbregas, cuán lóbregas estas cuatro paredes!
La muerte impregna tierra y piedra
de un sudor de ultra planeta…
Frescos, cuán frescos estos gritos de niños
en el augusto encierro.
¡Mas quién escuchará, clara Inocencia,
tu canto demasiado puro,
tu voz demasiado suave,
en el estruendo de la noche!
¡La fuerza ciega del abismo
saca de su látigo
el agrio sonido de la agonía!
La piel tierna del dolor
sangra bajo el beso duro de la cuerda.
Se mueren las estrellas sin un suspiro.
¡Qué mano alzada al horizonte
va a tender a los labios del héroe
la ofrenda roja de la Aurora!
¿Sangre? No vertí ni una gota.
¿Muerte? No sembré ni una pizca.
Tengo los dedos claros como la primavera.
El corazón nuevo como una hostia.
¡Mas quién escuchará, casto Guerrero,
tu voz demasiado pura,
tu canto demasiado suave
en el cruce de las tinieblas!
¡Azul, cuán azul este ojo del cielo
tras la reja!
¡Frescos, cuán frescos estos gritos de niño
en la hierba!
La vida en flor entre mis pestañas.
El azur entero en mis párpados.
La inocencia en los recovecos del alma…
12 de junio de 1947
Prisión civil de Antananarivo
***
Birago Diop
VIÁTICO
En uno de los tres cántaros,
de los tres cántaros donde regresan algunas noches
las almas serenas,
los alientos de los ancestros,
de los ancestros que fueron hombres,
de los ancestros que fueron sabios,
se mojó Madre tres dedos,
tres dedos de la mano izquierda:
el pulgar, el índice y el corazón.
Yo me mojé tres dedos,
tres dedos de la mano derecha:
el pulgar, el índice y el corazón.
Con los tres dedos rojos de sangre,
de sangre de perro,
de sangre de toro,
de sangre de macho cabrío,
me tocó Madre tres veces.
Me tocó la frente con el pulgar,
con el índice el seno izquierdo
y el ombligo con el corazón.
Yo extendí mis dedos rojos de sangre,
de sangre de perro,
de sangre de toro,
de sangre de macho cabrío.
Extendí los tres dedos al viento,
al viento del norte, al viento de levante,
al viento del sur, al viento del atardecer;
y levanté los tres dedos a la Luna,
la Luna llena, la Luna llena y desnuda
como al fondo de un cántaro gigante.
Enterré los dedos en la arena,
la arena que se había quedado fría.
Madre dijo: «Sal al mundo, sal.
Que Ellos te acompañen en la Vida».
Desde entonces voy,
voy por las sendas,
por las sendas y las carreteras,
más allá del mar y más lejos, más lejos todavía,
más allá del mar y más lejos, más lejos todavía,
más allá del mar y más allá del más allá.
Y cuando me cruzo con los malos,
los hombres de corazón negro,
cuando me cruzo con los envidiosos,
los hombres de corazón negro,
me abre camino el hálito de los ancestros.
***
Léopold Sédar Senghor
MUJER NEGRA
¡Mujer desnuda, mujer negra
Vestida del color mismo de la vida, de la forma de la belleza!
Crecí en tu sombra, la dulzura de tus manos tapándome los ojos.
Y en el corazón del verano y el mediodía, hoy te descubro tierra Prometida desde lo alto de un alto calcinado
Y tu belleza me fulmina en pleno corazón como el relámpago del águila.
¡Mujer desnuda, mujer oscura!
Fruto maduro de carne firme, oscuro éxtasis de vino negro, boca que vuelve lírica mi boca,
Sabana de horizontes puros, sabana que se estremece con las caricias fervientes del Viento [del Este,
Tam-tam esculpido, tam-tam templado que gruñes bajo los dedos del Vencedor,
Tu voz grave de contralto es el cántico espiritual de la Amada.
¡Mujer desnuda, mujer oscura!
Balsa de aceite, aceite en paz con contorno de atleta, con el contorno de los príncipes
[de Mali,
Gacela de celestiales lazos, las perlas son estrellas en la noche de cuero
Y delicias de juegos del espíritu los reflejos de oro rojo en tu piel húmeda de sudor.
A la sombra de tu cabellera, me iluminan la angustia los dos soles
[cercanos de tus ojos.
¡Mujer desnuda, mujer negra!
Canto tu belleza efímera, forma que fijo en la eternidad
Antes de que el destino celoso te reduzca a cenizas que alimenten las raíces de la vida.
***
Flavien Ranaivo
REMORDIMIENTOS
Seis sendas
parten al pie del árbol del viajero:
la primera conduce al pueblo-del-olvido,
la segunda es un callejón sin salida,
la tercera no es la correcta,
la cuarta vio pasar a la bienamada
pero no conservó las huellas de sus pasos,
la quinta
es para aquel-que-rumia-el-remordimiento,
y la última…
No sé yo si será viable.
***
Jean-Joseph Rabéarivelo
TU OBRA
«No has hecho más que escuchar cantar,
no has hecho más que cantar tú mismo;
no has escuchado hablar a los hombres,
y no has hablado tú mismo.
¿Qué libros has leído,
más allá de los que conservan la voz de las mujeres
y las cosas irreales?
Has cantado, pero no has hablado,
no has interrogado el corazón de las cosas
y no puedes conocerlas»,
dicen los oradores y los escribas
riéndose al verte magnificar
el milagro cotidiano del mar y del azur.
Pero continúas cantando
y te asombras al pensar en la roda
que busca una senda por trazar
en el agua extensa
y va hacia golfos desconocidos.
Te asombras siguiendo con los ojos a ese pájaro
que no se extravía en el desierto del cielo
y es capaz de encontrar en el viento
los senderos que conducen al bosque natal.
Y los libros que escribes
bullirán de cosas irreales:
irreales a fuerza de demasiado ser,
como los sueños.
***
***
Antología de la nueva poesía negra y malgache en lengua francesa disponible en la web de Editorial Ultramarinos
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