Tania Adam – Barcelona |  Hay personas que dejan rastro y ni son conscientes de ello; viven con discreción, haciendo cosas que merecen la pena, sin hacer mucho ruido porque no les hace falta. Así entiendo que fue la vida de Pep Subirós, un filósofo africanista con una sensibilidad excepcional. Estoy convencida de que jamás supo el rastro que ha dejado en mi carrera profesional y también me atrevería a decir que en la ciudad: un legado importante en la visibilidad del arte contemporáneo africano.

Cuando conocí la existencia de Pep, era la corresponsal en Barcelona de la revista digital Guinguimbali. Enseguida supe que tenía que conversar con él, quería conocerle y dar a conocer su trabajo. Fue una de mis primeras entrevistas…. apenas me acuerdo de la cadencia de los hechos, pero si recuerdo estar en su despacho, en Gràcia, un espacio muy iluminado, lleno de libros. Se respiraba sosiego… Me trató con humildad, de igual a igual aún sabiendo que la persona que tenía delante era una completa novata. Conversar con él era como una masterclass. Estaba tan contenta y emocionada que ni me di cuenta que la grabadora no tenía encendido el micro. Casi me da un colapso al llegar a casa, darle al play y oír absolutamente nada: la entrevista se había grabado en silencio. La transcribí mentalmente como buenamente pude, recordando cosas que me había dicho y complementando con las notas de la libreta. Le envié el material, me agradeció el esfuerzo pero me dijo que la entrevista no podía publicarse así y que modificaría unos cuantos datos incompletos o erróneos. Acabamos haciendo la entrevista en un mano a mano.

Así empezó nuestra escueta relación. Le habré visto dos veces más: dos cafés, unos cuantos consejos y algunos intercambios de correos. En una de nuestras últimas conversaciones le envié la foto de mis hijos, recién nacidos, y él me contestó con orgullo de abuelo enviándome la foto de su nieta mitj-africana, como me decía. Me hubiera gustado conocerle más, quizás por egoísmo. Tengo la sensación de que tenía muchas cosas que aprender de él pero me quedé en la superficie porque nunca tuve el valor de acercarme más. Ha sido así. Podría haber sido de otra manera. Pero ha sido así y me apena. Y en estos momentos siento no haberle agradecido su labor, y ya no tendré la oportunidad de hacerlo. É a vida

Comparto la entrevista publicada el 3-06-2010 en Guinguinbali.

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Pep Subirós: “Pobre del artista africano que no sea suficientemente africano

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Pep Subirós (Figueres, 1947-2016), es escritor, filósofo y comisario de algunas de las exposiciones más importantes sobre arte contemporáneo africano que se han realizado en la última década en España. Su inquietud por “lo que pasa al otro lado de la frontera” le ha llevado a África, y ésta, le ha atrapado y enamorado. En 1999, decidió emprender una aventura por las principales urbes africanas en búsqueda de artistas. El resultado: un libro y la exposición, Áfricas, el artista y la ciudad (CCCB, Barcelona 2001).

Después vinieron: Bamako03 Fotografía Africana Contemporánea (CCCB, Barcelona 2004), Bamako05 Otro mundo (CCCB, Barcelona 2004), Apartheid: El espejo sudafricano (CCCB, Barcelona 2007), Bamako07 En la ciudad y más allá (CCCB, Barcelona 2009). También destacan sus libros: La rosa del desierto (1993), Cita en Tombuctú (Premio Josep Pla 1996) y Todas las aguas se comunican (2004). Pep, entiende, como pocos, la enorme riqueza y diversidad cultural del continente y se empeña en transmitirlo.


En gran parte de su trabajo hay un claro acercamiento a África ¿De dónde proviene ese interés?

En 1992, tras trabajar bastante tiempo como responsable de asuntos culturales en el Ayuntamiento de Barcelona, tenía necesidad de cambiar de aires, y en vez de ir hacia el norte, fui hacia el sur. Pensaba que era necesario conocer mejor un mundo que cada vez iba a ser más importante para nosotros, en especial por la creciente inmigración desde África hacia Europa, y al que sin embargo prestábamos muy poca atención. Primero fui a Marruecos y Argelia, después a Malí y Burkina Faso, y así fui descendiendo, hasta llegar en 1994 a Sudáfrica, que me impresionó extraordinariamente, pues era, y todavía es, un concentrado de todos los temas y problemas derivados de una creciente diversidad social y cultural mal resuelta. Y para conocer mejor esos temas, empecé a imaginar proyectos a realizar en esos países, que es la mejor manera, creo, de conocer la realidad, más allá de la mirada del viajero.

En el libro y catálogo de la exposición Áfricas, el artista y la ciudad, comenta que uno de los objetivos al emprender su viaje era intentar entender lo que estaba pasando en las grandes urbes africanas ¿Qué está pasando en estas ciudades?

Con Áfricas…, quise hacer una aproximación -a través de la mirada de los artistas africanos contemporáneos-, a la realidad cambiante de las ciudades del continente. En éstas son muy visibles los entramados de relaciones entre la vida individual y la colectiva, y en especial las formas de solidaridad colectiva que suplen la ausencia de servicios públicos. Son ciudades sometidas a presiones brutales y representan, con mayor crudeza que en ningún otro lugar, el drama de la transformación y el crecimiento exponencial de la ciudad moderna. Contrariamente a la idea que solemos tener aquí, son urbes que miran hacia el futuro y no al pasado.

Después de más de una década en contacto con el arte procedente del continente ¿Cómo lo definiría?

No se puede hablar del arte africano en general. El hombre occidental se dirige a la cultura africana como si fuera una manifestación primitiva, natural, no contaminada por la civilización. Y pobres de aquellos artistas africanos que no sean lo suficientemente “africanos” según los parámetros occidentales. Pero, el arte africano no es sólo el arte tradicional, que en sí mismo es extraordinariamente diverso, también existe un arte contemporáneo, no menos diverso, como en cualquier otra parte del mundo, un arte estrechamente relacionado con la vida urbana y que refleja la individualidad de sus creadores. También refleja, sin embargo, un conjunto complejo de motivaciones y aspiraciones, personales y colectivas, una confluencia entre valores y actitudes individuales propios de la modernidad tardía, y sentimientos de pertenencia y solidaridad propios de la forma de vida comunitaria tradicional.

Es decir, hay un entrecruzamiento de temporalidades que es, a mi entender, lo que da a las expresiones artísticas africanas un interés especial. Todo ello tiene que ver con la rapidez e intensidad con que se están produciendo los procesos de cambio social y cultural, no con un supuesto espíritu ‘auténticamente africano’.

¿Se puede diferenciar, de alguna manera, el trabajo de los artistas residentes en el continente y el de los artistas de la diáspora?

A diferencia de Occidente, el arte en muchas ciudades africanas no es una realidad aparte del resto de la vida, sino que está fuertemente comprometido con ella. Entonces, los artistas tienen una fuerte sensibilización con respecto a cuestiones de la vida colectiva, a lo que pasa en su entorno. Esta sensibilidad hacia los asuntos colectivos es más difícil de encontrar en el artista de la diáspora, que, aislado de sus raíces, frecuentemente se centra más en la exploración de los temas y problemas a escala individual.

De todas maneras, no hay que pasar por alto que ser artista en África es muy difícil por la sencilla razón de que no están resueltas muchas de las necesidades materiales básicas. En muchos países del continente no existe un mercado del arte, y la inmensa mayoría de los creadores no puede vivir de su arte sino de una actividad socialmente utilitaria. Por ejemplo, es normal que los fotógrafos hagan fotos de pasaportes, bodas, funerales; si quieren realizar trabajos más creativos, tendrán que encontrar tiempo y recursos extra. Además, difícilmente alguien les podrá pagar. Pero es lo que les mueve como artistas.

La imagen que Occidente tiene de África…

El imaginario occidental sobre África suele tener poco que ver con el África real y mucho que ver con los viejos clichés. En estos, el continente aparece como un escenario inmutable, fuera de la historia, donde los únicos episodios de interés son los grandes safaris o los grandes desastres.

¿Cree que los proyectos expositivos que ha creado han servido, de alguna manera, para cambiar la percepción que se tiene del continente y de su arte contemporáneo?

Me gusta pensar que algo han ayudado, pero es difícil de medir. En comparación con la televisión, por ejemplo, los libros o las exposiciones llegan a relativamente poca gente. Pero bueno, tampoco es tan poca, las exposiciones que he hecho han tenido una media de unos 30.000 visitantes, que no está mal, y además, los lectores de libros o los visitantes de una exposición constituyen un público de personas con una buena formación (educadores, estudiantes) que suelen ser, generalmente, “multiplicador de opiniones”.

¿Se consigue cambiar la percepción sobre el continente a través de una buena exposición?

Bueno, no basta, pero puede ayudar. Cuando hice la exposición Áfricas…, varios medios de comunicación dijeron que lo que se presentaba no era verdadero arte africano, porque era demasiado moderno. Hoy, 10 años después, ya no dicen estas tonterías.

Gràcies, Pep!

+ Tania Adam | Fundadora y editora de Radio Africa. Es gestora cultural especializada en el ámbito de la interculturalidad, la inmigración y las sociedades africanas. Licenciada en Administración y Dirección de Empresas, ha trabajado en varios proyectos culturales, de sensibilización e investigaciones relacionadas con África y su Inmigración, en Cultura y Desarrollo y en el fomento de la interculturalidad a través de entidades como la Fundación Interarts, el Centro de Estudios Africanos e Interculturales de Barcelona o el Ayuntamiento de Barcelona.

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