Clara Núñez – Barcelona | Puede sonar tópico el hablar de las ansias y la locura de la juventud; de la inocencia o la insensatez de esos tiempos que después pasan, y todo se amaina y todo se calma porque en teoría uno comprende más y se da cuenta de que tal vez iba a demasiadas revoluciones o qué sé yo…Ya lo decía aquella canción de Modestia Aparte: “Y qué más da, si son cosas de la edad”.
Esto es lo que aparentemente nos cuenta la alabadísima ópera prima, “A peine j’ouvre les yeux” (“Apenas abro los ojos”), de la directora francotunecina, Leyla Bouzid, que a través de su heroína, Farah (Baya Medhaffar), hace un retrato maravilloso y realista de algunas de las cosas que conoce bien: su país, su ciudad, la juventud, la mujer y el precio que se paga por intentar ser libre. Pero mirada más de cerca, mientras te pierdes en la nocturnidad y la urbanidad tunecina que no sale en las postales turísticas, entre el rock y la juventud de la película, se puede ir viendo una radiografía muy, muy fina del ser humano en su complejidad, así como la doble moral de una sociedad.
Mucho se ha destacado, y es un eje central de la película el que el film esté ambientado en la ciudad de Túnez, pocos meses antes del estallido de la Revolución de los Jazmines. La directora, una vez pasada la revuelta, se dio cuenta de que en ese momento de euforia, era importante intentar filmar el clima de represión que se vivía antes de la caída del presidente Zine el Abidine Ben Ali, para no olvidar lo que habían vivido. Que Ben Ali había estado desde el año 1987 en el poder, gobernando una dictadura policial con censura, persecuciones, torturas, desapariciones y sobre todo, miedo. Así se inicia el film, mostrándonos como, a pesar de ese terror, la energía, la inocencia y la creatividad de Farah y sus amigos son más poderosas. Su necesidad de expresarse puede más y forman un grupo en el cual cantan canciones de crítica hacia el régimen.
Pero a pesar de su ambientación tan concreta en el espacio y el tiempo, mientras veía la película me vino una idea a la cabeza: este film podría ser la historia de muchos lugares y muchas personas. Sin ir más lejos la España franquista de los años 70 ( y en algunas cosas la España de ahora), la Argentina de los desaparecidos, la revolución de Praga del 68…Pero es Túnez y es el año 2010 y Leyla Bouzid hace que lo veas y lo vivas hasta el punto de sentir que estás allí: fiestas, baretos cutres, calles oscuras y miradas de odio y deseo (algo que tristemente puede ir unido, sobre todo cuando se es mujer) hacia la gente joven y creativa que no quiere ser lo que les han dicho que deben ser, que quieren expresarse con la música, divertirse y vivir, más que nada vivir…La directora, de este modo, muestra al mundo lo que no suelen mostrar los medios de comunicación sobre las sociedades arabomusulmanas: que el tiempo allí también pasa, que la gente, sobre todo la juventud (tanto mujeres como hombres), hace cosas y desea la libertad tanto como cualquiera.
La música, que tanta importancia tiene en la cultura tradicional de Túnez, es otro de los ejes centrales de la película. Farah quiere ser cantante y toca en una banda de rock comprometido, mientras que su madre (interpretada por la cantante Ghalia Benali), quiere que sea médico y se aparte de la rebeldía que ella misma, debido a un pasado oculto, tan bien conoce. Pero cuando Farah sube al escenario y canta las canciones (compuestas especialmente para la película por el músico iraquí Khyam Allami) se emociona y emociona tanto que sabes que no podrá hacer otra cosa.
Premiada en el Festival Venice Days del año 2015, la película llega al alma porque consigue aunar la importancia de la lucha individual con la colectiva, lo particular (Túnez, año 2010), con lo general (la pelea eterna entre lo tradicional y lo moderno, la expansión y la represión, la dictadura y la democracia). En una entrevista concedida a Alibi Communications, Leyla Bouzid lo dejó muy claro con esta declaración: “La película plantea esta pregunta: ¿cómo puede uno, en Túnez, liberarse de la familia, de la sociedad y del sistema?” Así vemos como la reflexión de la directora parte de la propia individualidad, pasa por la familia, la sociedad y después el sistema.
Otro de los temas donde la directora hace hincapié escena a escena es la cuestión de las contradicciones y la doble moral. Por un lado, retrata fielmente a gran parte de la juventud tunecina; creativa, enérgica, liberada… ¿Pero hasta qué punto? Y por otro está Farah como mujer y persona: una chica libre y llena de vida, tanto, que incluso los que la apoyan en principio verán cómo sus prejuicios y sus miedos salen a la luz, e intentan frenarla; su madre por un lado, su novio, Borhéne (Montassar Ayari) por otro, y finalmente el sistema como tercer eje de represión.
“A peine j’ouvre les yeux” es una película compleja y llena de matices porque intenta reflejar la realidad: es un retrato de un régimen dictatorial y criminal, así como también un cuadro ambiguo de personas que quieren ser libres pero tienen miedo, de personas atrapadas por sus circunstancias, su sociedad y la moral establecida a pesar de ellos mismos: madre e hija, novios o amigos. Farah, con sus ganas de ser feliz y experimentar sin restricción, de algún modo, los pone a todos en jaque y desafía desde el primer minuto, callada o hablando, quieta o bailando, con la mirada, con la ropa, con el gesto, con la alegría, con la espontaneidad, no tanto a la sociedad tunecina solamente (que también), si no lo que se ha establecido para la mujer (recato, silencio, ignorancia), tanto en sociedades musulmanas como en la mayoría del mundo a lo largo de siglos. Esa libertad es la que enamora a su pareja en la película y lo que hará que después se sienta superado y en un principio prefiera dejarla aunque la quiera. ¿Os suena la historia?
+Clara Núñez (Galicia, 1990) | redactora. Nacida en A Coruña, siempre le ha gustado conocer las culturas y sus expresiones artísticas; todo aquello que sea diferente y no se explique le mueve a saber más. Clara es periodista, formada en Barcelona y en Lisboa, y también postgraduada en Estudios Africanos. Ama la literatura, la danza y la música; de hecho fue la música la que le llevó hasta África. Cuando no está en Radio Africa, se encuentra en Funzine Human Beings donde canaliza su pasión por la escritura. Responsable de los contenidos de literatura, cine y televisión. Contacto: ramag@radioafricamagazine.com
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