Mireia Estrada – Barcelona | Soy lectora de Assia Djebar desde hace unos 20 años. En aquella época vivía en Montréal y estaba rodeada de amigos argelinos, todos ellos refugiados del horror que en aquel entonces se vivía en su país: doctores, universitarios, artistas… Montréal y Quebec fueron un “hogar” en el que respirar de nuevo sin tener miedo al salir por la noche y sin pensar que te van a cortar el cuello al doblar la esquina. En aquel entonces, cantaba en un coro de música andalusí y todos eran argelinos menos yo. Allí se respiraba solidaridad y preocupación; cuando llegaba una “estrella” argelina todos se movilizaban para ir a verla y así lo hizo una servidora al saber que Assia Djebar estaría en la universidad para dar una charla. Cuando la vi, enseguida me enamoré de su voz literaria, mucho más cercana al susurro y a la visión que al emblema revolucionario; una escritura de íntima liberación, tan personal pero tan colectiva, capaz de transmitir el pulso del alma de las mujeres argelinas al largo de la historia.
Assia Djebar (pseudónimo literario de Fátima Zohra Imalayen) fue una escritora argelina de expresión francesa, historiadora, cineasta y profesora universitaria. Nacida en 1936, vivió los desastres de la colonización y de la guerra (1945-1962), así como el conflicto sanguinario de los años 90 en su país. Se consideraba una mujer de educación francesa y de sensibilidad argelina o árabo-berber, y adoptó el francés como lengua literaria. Esta lengua “otra” decía, le permitía encontrar el espacio necesario de distancia para entrar en la voz íntima de sus protagonistas. Fue la ficción, la creación literaria y el cine, desde dónde abordó la historia silenciosa de sufrimiento, anhelos, pasiones y sueños de generaciones de mujeres silenciadas y olvidadas por la Historia. Como feminista, reivindicó a través de sus obras el papel y el sufrimiento de éstas, reclamando su lugar en los relatos del poder y de la historiografía oficial que siempre ha silenciado las mujeres que se levantaron y reivindicaron una visión propia, las mujeres que dijeron “no”. “Tenía quince años, ¡tenía cien años de dolor! No podía hablar”. El decir, a través de la palabra pero también a través de la imagen, se despliega como un murmullo, una letanía de vivencias y recuerdos que completa la mirada fijada por la historiografía oficial.
¿Escribir por esperanza o por desesperanza? ¿Escribir es velarse o encontrarse? En su fantástico ensayo “Ces voix qui m’assiègent en marge de ma francophonie” (Les presses de l’Université de Montréal, 1999) afirma que escribe para luchar contra un doble silencio: el silencio del horror y el pánico frente a los eventos, así como el silencio de la genealogía materna y la historia de las mujeres que la han precedido en sus propios deseos y luchas.
© La Nouba des femmes du Mont Chenoua
Aunque Assia Djebar fue mucho más prolífica como escritora que como cineasta, sus películas aportan sentido y profundidad a su forma de abordar la Historia. De hecho, han sido un descubrimiento para mí y me han permitido ahondar en su universo de otra manera, completando su cosmogonía de voces y susurros femeninos.
En “La Nouba des femmes du Mont Chenoua” (Premio de la Crítica del Festival de Venecia 1979) ahonda en el testimonio femenino de la tribu materna de la autora. La “nouba” es una historia cotidiana de mujeres que hablan una tras otra, al mismo tiempo que es una variación de la música andalusí que acompaña el relato y los movimientos de la protagonista, intentando así, a través de la música, insuflar el aliento de la lengua materna. En la película, una joven vuelve a la tierra materna a buscar la “memoria desgarrada” de las mujeres de su familia y allí, una tras una, las mujeres toman la palabra configurando una especie de “diario” íntimo familiar como una letanía de recuerdos y dolores.
Posteriormente trabajará sobre otras cuestiones en películas como “La Zerda et les Chants de l’Oubli” (1982), dónde trata de dar voz a los magrebíes, desafiando el relato de la historiografía occidental a partir del contraste de imágenes de archivo coloniales con la banda sonora, que da la palabra a los magrebís a través de poesía, gritos de rebeldía y cantos que actúan como el contrapunto necesario para revivir la dominación sufrida por los pueblos norteafricanos. La declaración inicial nos da la posición política de Assia Djebar sobre la colonización francesa y sitúa de manera clara su actitud creativa e intelectual ante la Historia oficial. Reproducimos aquí esta declaración, hecha al principio de la película: “En un Magreb totalmente reducido al silencio, fotógrafos y cineastas han concurrido para tomarnos en imágenes… La Zerda es esta fiesta moribunda que ellos pretendían tener con nosotros. A pesar de sus imágenes, a partir de sus miradas desenfocadas que fusilan, hemos intentado levantar otras imágenes, retazos de un cotidiano menospreciado… Detrás del velo de esta realidad expuesta, se despertaron voces anónimas recogidas o re-imaginadas, el alma de un Magreb unificado y de nuestro pasado”.
Historia, vidas silenciadas, tantas palabras nunca dichas y dolores configuran el patrimonio de una literatura y una cosmogonía creativa altamente interesante, que nunca podremos dejar de leer o contemplar.
+ Después de estudiar filología y especializarse en literaturas africanas de expresión francesa, Mireia Estrada Gelabert trabajó en varios departamentos institucionales antes de dedicarse a lo que más le interesa: la creación y la cultura en contextos diversos. Creó con Ahmed Ghazali la residencia de artistas Jiwar Creació i Societat (en Barcelona) y, desde ahí, trabaja cada día para contribuir a la cohesión social a través de la creación artística, dando especial importancia en acoger y diseminar el trabajo de aquellos artistas de imaginario no occidental. + info: www.jiwarbarcelona.com
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